Capítulo 7: Edipo Rey.

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Harry era probablemente el hombre más impulsivo y precipitado que existiera jamás. Para ser una persona que ha estudiado a lo largo de su vida la historia en distintas perspectivas de la literatura, no terminaba de comprender que se razonaban las palabras antes de expresarlas.

Irreflexivamente él no dejaría de hacerlo. Porque intentar controlarlo ha sido un trabajo bastante incierto.

Fue un acto irracional al decirle que entrenaría a Louis, al vago segundo de escuchar al chiquillo fastidioso que no toleró en su momento. Sam Fender, podría ser una gran persona pero Harry no necesitó escucharle decir más de unas cuantas frases, para saber que no sería de su agrado.

Unas de las razones por las cuales se condenó a enseñar a Louis a actuar, se debió al orgullo que lo ha caracterizado de ser un insolente hombre sin bondad.

Pero no requeriría de mucho tiempo enseñarle, puesto que, el papel que debía interpretar no constaría más allá de unos cuantos diálogos; al menos, no era el protagonista.

Ahora en su departamento, solo y pensativo se debatió entre, desechar cualquier posibilidad de enseñanza o continuar con su impetuoso plan y hacerle creer a Louis, que fue exclusivamente académico y no por orgullo.

Era domingo en la noche y su cabeza dolía por tanta presión que los problemas externos a la escuela ejercían en él. Su padre estaba haciendo añicos la poca tolerancia que aún quedaba para generar a un hombre tolerable que no desea asesinar a su propio padre.

Jesús, tenía veinticuatro años. No se suponía que debería estar así de estresado. Condenado en su propia vida; siendo rehén de ella.

Estando sentado en la silla de cuero en su pequeña oficina, Harry se daba cuenta con mayor fuerza de la situación en la que se hallaba.

Él no sentía frío, calidez, tristeza, o amor. Él se sentía vacío... vacío como si fuese la última sensación que perduraría en su pecho por siempre.

Se vanagloriaba en un lugar cerrado lleno de niños incumplidos e inconscientes, sintiéndose el monarca de esos indefensos cachorros que no hacían más que hacer ruido. Harry, era de ese círculo de personas que creía tenerlo todo pero que en realidad, no tenía nada.

Porque por mucha fortuna que desprendía, con fragancias costosas, trajes esculpidos y diseñados por el mismo Gucci, a Harry le faltaba algo. A Harry le faltaba amor; él no sabía que era el sentimiento extraño que todos sentían en sus pechos con extrema perdures pero tampoco, le interesó alguna vez intentar sentirlo.

Resopló con hastío y sujetó su cabeza con ambas manos. Frunciendo el entrecejo, agarró su celular, llamando el número del único amigo en la ciudad, que era leal a sus principios y que jamás le haría daño.

Colocándose el celular en la oreja, aún con la cabeza sobre una de sus manos, esperó a que atendiera su llamado. No pasaron más de dos segundos, cuando escuchó la voz de su amigo del otro lado de la llamada.

Ese colegio de niños adinerados, te hizo cambiar —se burlaron del otro lado de la línea—. Creí que te habías olvidado de mi, desgraciado.

—Yo sé que quieres deshacerte de mi, bastardo infeliz —sonrió alegre—. Pero no lo conseguirás tan rápido. —Era habitual hablarse así, ya que después de tantos años de amistad, tenían la confianza suficiente para entablar conversación como desearan sin temer dejar de lado el formalismo.

No podrías vivir sin mi.

—Liam —pausó y mordió su labio, para después continuar—. Cállate.

Mr. Styles [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora