Normalmente, el mundo suele dividirse entre las personas pacientes, que se adaptan fácilmente. Esperan mejorar y saben que lo bueno surgirá, pues es una razón para vivir. Son pacientes para encontrar en el camino algo favorable para ellos. Una simple cuestión de esperar y diluir la tensión.
Pero, el mundo también suele dividirse en aquellas personas impacientes, y a medida que va creciendo el malestar de saber que algo va terriblemente mal, comienzan a creer que el paisaje se aleja de ellos, y que los muros llenos de neurosis van replegándose alrededor de sus mentes y cuerpos. En resignación e intranquilidad.
Harry no estaba únicamente impaciente, sino que su antipatía e incomprensión estaba acabando con la poca juventud que aún suponía tener. Sus vecinos, e inclusive la persona que estaba decidiéndose ansiosamente si entrar o no a la enorme construcción que parecía recalcarle lo falto de dinero en comparación a Harry, podrían pensar que exageraba con plenitud desfalleciente pero no le importaba. En ese momento no. Lo único que necesitaba conseguir era su paz mental.
Y paz mental, era lo que menos sentía Louis. Su relación con Harry después de dos semanas desde la adopción del cachorro había sido tan extraña, que no sabía exactamente lo que eran. Ninguno de los dos lo habían discutido y aparentemente tampoco tenían intenciones por hacerlo; sólo eran dos personas que se besaban entre clases, en los ensayos de la obra —la cual Harry ya establecía sus límites por parecer un buen director de obra—, y hablaban por teléfono cada que Louis tenía problemas con sus tareas de Literatura.
Harry era tan solamente un buen profesor que lo apoyaba en sus inusuales dudas.
A pesar de eso, a pesar de que ambos establecieron un linde de conversaciones, Louis no conseguía su paz mental encontrándose afuera del lugar en donde Harry vivía cuestionándose el agravio que sería no entrar y ayudarlo a calmar a su perro. Sinceramente, ninguno podía creer la razón por la cual Louis se hallaba ahí. Pero pasó. Extrañamente ocurrió.
Refrendándose, miró dudoso al portero e intentó hablar varias veces, pero si conseguía vacilar sería demasiado. El hombre que lo miraba con rara amabilidad, le sonrió.
—¿Necesitas algo, chico? —Le hizo una seña para que terminar por entrar. Louis atendió e infló sus mejillas, exhalando.
—Venía a visitar a una persona. —Dijo, viendo el gran palacio que se alzaba ante sus ojos. Era un extenso corredor con varios recuadros antiguos, donde pinturas famosas lucían creíbles y pintorescas ante él. Imágenes para quedarse a apreciarlas con el atisbo de encanto. Al final del corredor, un ascensor conducía a los departamentos individuales.
—Puedes pasar. —Condujo su brazo hacia los ascensores. Se reclinó levemente hacia delante, gracias a la acción cometida—. ¿O tienes alguna duda del piso el cual visitar?
Louis asintió. —Es el departamento 230. —No quería admitirlo, pero Harry le explicó que piso y que número de departamento eran; pero estaba muy nervioso como para recordar el primer dato.
—Tercer piso. Casi al final del pasillo. —Su mirada se volvió un poco fría. Subyugada—. El hombre que vive ahí, es un poco... especial. Se precavido. —Fue todo lo que dijo antes de volverse a la puerta y seguir conduciendo a la gente a sus respectivos lugares.
En todo su trayecto al departamento de Harry, Louis se preguntaba la finalidad del comentario de aquél hombre. No podía imaginarse a Harry como la persona alevosa, villana y soez. No, cuando ese mismo hombre luchaba contra mantener la serenidad con su pequeño cachorro en su departamento. Era inusitado.
Estaba nervioso, por lo que alisó su flequillo varías veces y desarrugó su buzo a lo largo de las piernas. Respiró profunda e insondablemente.
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Mr. Styles [ls]
Fiksi PenggemarHarry es un amargado profesor de Literatura y Louis, su pequeño e inocente alumno. No se permiten adaptaciones.