Capítulo Uno.

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El castillo se alzaba arrogantemente sobre la tierra, silenciando el ego de los rascacielos al ser este más alto, todas las personas lo miraban con la barbilla levantada, impresionadas ante tanta majestuosidad

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El castillo se alzaba arrogantemente sobre la tierra, silenciando el ego de los rascacielos al ser este más alto, todas las personas lo miraban con la barbilla levantada, impresionadas ante tanta majestuosidad.

Pero esto, para cierto rubio, no significaba absolutamente, nada.

Para él esa construcción iba a ser la ladrona de años valiosos de vida, de su adolescencia, de las experiencia que no le dieron oportunidad de vivir.

Y todo porque su padre lo había hecho, ¿acaso él era su padre? ¿Por eso debía seguir sus pasos? ¿Y si no quería ser como él? ¿Y si quería seguir su propio camino?

Su opinión no era suficiente, no importaba, aunque fuese dueño de su cuerpo y alma. Su destino ya estaba escrito.

A paso pesado y arrastrando las maletas se dirigió directo a la recepción, la sala estaba llena de personas. Padres despidiendo a sus hijos, madres llorando y jóvenes dispuestos a iniciar una nueva aventura, después estaba él. Con la cara larga y con la espalda encorvada, su expresión contrastaba drásticamente con su aspecto físico, pues su cabello rubio como el sol y sus ojos más celestes que el cielo hacían pensar que Naruto era un chico feliz, lleno de vitalidad y alegría.

Algo totalmente alejado de la realidad.

-Quita esa cara, parece que mataron a tu mascota.-su madre, abochornada, le susurro al oído, con los dientes apretados. Ella tratando de dar una buena impresión sonreía a cualquiera que se le cruzase.

-No me dejaste traerla -.murmuró y se recostó en el mármol de la recepción, la mujer encargada, veía la escena esperando a que alguno se dirigiese literalmente a ella. No quería interrumpir una charla madre e hijo.

-Porque no puedes entrar con un maldito perro.

-¿Quién lo dice? -La actitud desinteresada del joven encrispaba a la pobre madre.

-¡Yo lo digo! - Gritó, se aclaro la garganta y miró a su alrededor para saber si alguien se había percatado del ataque de histeria que acababa de sufrir, su hijo cuando quería era insoportable. -Yo lo digo y soy tu madre así que comportarte o te sacaré de aquí y te pateare el trasero hasta que quede más rojo que mi cabello.

El joven trago saliva y enderezo su espalda, embozo una sonrisa forzada asintiendo con la cabeza. Era mejor no despertar al "habanero sangriento"

-Buenos días. ¿En que puedo ayudarla?

Venía a preguntar si vendía churros, señora.

Pensó con sarcasmo Naruto, obvio que era para anotarse en esa mierda de instituto.

-Para inscripción, primer año de preparatoria.-Naruto desconecto, dejo de escuchar a las dos señoras que traficaban su información y se dispuso a observar el lugar. Este era un sitio antiguo, pero muy bien cuidado, el techo alcanzaba una altura impresionante.

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