Capítulo Doce.

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-¡Pst

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-¡Pst...! -él azabache se giró por tercera vez consecutiva, escuchaba aquel pequeño llamado pero no veía quien lo producía, ya comenzaba a irritarse. Cerró con más fuerza de la necesaria el libro que estaba leyendo y lo dejó en su regazo, resignado, ya no podía concentrarse. Y eso que estaba en la sala común, donde era habitual el bullicio, pero ese llamado solo parecía escucharlo él.

-¡Psssssst...!

-¡¿Qué?!- Gritó susurrando, moviendo su cuerpo en todas las direcciones posibles, hasta que identifico un mechón rubio debajo de los almohadones del sillón.
-¿Qué mierda quieres?

-Sí, definitivamente eres un Uchiha, ellos tiene la característica de ser así de... Amables. -el extraño chico se paró al fin, sentándose a su lado. Sobraba decir que Itachi no entendía un carajo, primero un insistente llamado y después aquel chico saliendo de la nada.

-¿Necesitabas algo en especial o te levantaste con ganas de molestar? -se cruzó de brazos, examinando al rubio, parecía un niño de no más de quince años, cuerpo atlético, ojos celestes como el cielo y cabello rubio como el sol. Toda una obra diurna.

-Necesito hablar contigo.

-Ya lo estás haciendo

-En privado.

-Oye, vas muy rápido para ser el primer encuentro

-No, idiota, de ese modo no. -negó con la cabeza e hizo un gesto raro con las manos-Solo ven a verme en la biblioteca al final del tercer módulo.- Itachi solo atino a asentir sin entender nada, era lo más bizarro que le había pasado en un tiempo, lo tomó por la muñeca antes de que se marchase. -¿Como te llamas?

-Naruto.-lo soltó con un leve asentimiento de cabeza, el rubio después de sonreírle, finalmente abandono la sala, Itachi movió su cabeza al frente cuando sintió el peso de unos ojos sobre él, pero no vio nada fuera de lo normal.

Decidió seguir con su libro, ya que el chico causante de su distracción se había marchado, sin embargo la sensación de estar siendo observado le incómodo lo suficiente como para que se pusiera de pie y se marchase, con su libro,

"Bajo la misma estrella"

Bajo el brazo.

Iba por el pasillo anterior a su cuarto cuando se detuvo en la vitrina de trofeos.

"-... Estamos muy orgullosos de ti.-sonrió la bella mujer y acarició su mejilla con ternura -Desde pequeña demostraste ser muy inteligente..."

Sonrió melancólico, había aprendido a recordar esos momentos con alegría y no con tristeza.

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