Capítulo 1

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     Desde la primera semana de junio que seguía desaparecida, nadie sabía nada de mi paradero. Ni siquiera encontraron un rastro de magia por el que empezar a buscar porque literalmente utilicé el giratiempos para desaparecer. Pero voy a intentar contar la historia entera, y para es necesario que empiece desde el punto de vista de Harry Potter, quien fue invitado a la casa de los Weasley.

     Será un poco aburrido, pero necesario para que entendieras la situación y su contexto. Si utilizara solo pensamientos os perderíais la mitad y eso no es divertido (os aseguro que os lo digo por experiencia).

     Veréis, ese año se celebraba la mundial de Quidditch, y Harry estuvo invitado por la familia de pelirrojos, en la Madriguera, donde también se quedó Hermione. El día del partido, se levantaron de buena mañana, exactamente a las dos. Debían caminar mucho para llegar al trasladador que compartirían con Amos y Cedric Driggory.

     ¿Os acordáis del capitán del equipo de Hufflepuff en Hogwarts? Si, ese bombón.

     Una vez llegaron a la concentración de magos y brujas de todas partes del mundo, pagar a el dueño muggle su estancia de parcela y montar las tiendas. Era hora de ver el partido en el increíble estadio.  

     -Hay asientos para cien mil personas -explicó el señor Weasley, observando la expresión de sobrecogimiento de Harry-. Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando... ¡Dios los bendiga! -añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas.

     -¡Asientos de primera! -dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar sus entradas-. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.

     Harry apartó los ojos de los anuncios y miró por encima del hombro para ver con quiénes compartían la tribuna. Hasta entonces no había llegado nadie, salvo una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. La criatura, cuyas piernas eran tan cortas que apenas sobresalían del asiento, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos. Aquellas orejas largas como de murciélago le resultaron curiosamente familiares...

     -¿Dobby? -preguntó Harry, extrañado.

     La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande. No era Dobby... pero no cabía duda de que se trataba de un elfo doméstico, como había sido Dobby, el amigo de Harry, hasta que éste lo liberó de sus dueños, la familia Malfoy.

     -¿El señor acaba de llamarme Dobby? -chilló el elfo de forma extraña, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby, apenas un chillido flojo y tembloroso que le hizo suponer a Harry (aunque era difícil asegurarlo tratándose de un elfo doméstico) que era hembra. Ron y Hermione se volvieron en sus asientos para mirar. Aunque Harry les había hablado mucho de Dobby, nunca habían llegado a verlo personalmente. Incluso el señor Weasley se mostró interesado.

     -Disculpe -le dijo Harry a la elfina-, la he confundido con un conocido.

     -¡Yo también conozco a Dobby, señor! -chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada-. Me llamo Winky, señor... y usted, señor... -En ese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hasta adquirir el tamaño de dos platos pequeños-. ¡Usted es, sin duda, Harry Potter!

Lilianne y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora