Capítulo 3

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     Resumiendo cosas sin importancia en mi vida o en la de Harry, digamos que una semana después del partido aún estaba todo alborotado. 

     El ministerio recibía vociferadores todos los días, que explotaban al no ser abiertos a tiempo. Los departamentos trabajaban todo lo que podían y más de uno, como el señor Weasley, hacía demasiadas horas extras. Para no variar, una periodista, Rita Skeeter, hablaba de todo el mal trabajo por parte de ellos y trasversaba toda la información. 

     La gota que colmó el vaso fue averiguar que Bertha Jorkins, una empleada del ministerio había desaparecido. Era tanto, que Arthur fue a encubrir a un viejo amigo: Ojoloco Moody. Un auror jubilado que había rellenado el solito la mitad de las celdas de Azkaban. También conocido por ser un paranoico y estar como una chota. 

     Al parecer unos muggles se habían quejado de unos sonidos extraños en la noche. Y Ojoloco afirmó que lo estaban atacando, pero Amos y Arthur se lo atribuyeron a que un animal pasaba y él se levanto de su cama varita en mano y empezó a lanzar a diestro y siniestro todo lo que estuviera delante. 

     Todo hasta ahí era un tema alejado de el trío de oro, y por fin llegó el día de vuelta Hogwarts. Un viaje normalito, con una aparición de Malfoy con comentarios dejando ver que él sabía algo que os otros no. 

     La señora del carrito preguntó por Lily, al parecer no sabía lo que había pasado y nadie en ese momento se le atrevió a decir, por lo que le pasó unas empanadillas a Hermione y le pidió que se las diera cuando pudiera. Hermione asintió con los ojos un tanto llorosos. 

     Cuando se abrieron las puertas del tren, se oyó el retumbar de un trueno. Hermione envolvió a Crookshanks con su capa, y Ron dejó la túnica de gala cubriendo la jaula de Pigwidgeon (su  nueva lechuza regalo de Sirius), antes de salir del tren bajo el aguacero con la cabeza inclinada y los ojos casi cerrados. La lluvia caía entonces tan rápida y abundantemente que era como si les estuvieran vaciando sobre la cabeza un cubo tras otro de agua helada.

     -¡Eh, Hagrid! -gritó Harry, viendo una enorme silueta al final del andén.

     -¿Todo bien, Harry? -le gritó Hagrid, saludándolo con la mano-. ¡Nos veremos en el banquete si no nos ahogamos antes!

     Era tradición que los de primero llegaran al castillo de Hogwarts atravesando el lago con Hagrid. Harry, Ron, Hermione y Neville subieron agradecidos a uno de ellos, la puerta se cerró con un golpe seco y un momento después, con una fuerte sacudida, la larga procesión de carruajes traqueteaba por el camino que llevaba al castillo de Hogwarts.

     Los carruajes atravesaron las verjas flanqueadas por estatuas de cerdos alados y luego avanzaron por el ancho camino, balanceándose peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal. Pegando la cara a la ventanilla, Harry podía ver cada vez más próximo el castillo de Hogwarts, con sus numerosos ventanales iluminados reluciendo borrosamente tras la cortina de lluvia. Los rayos cruzaban el cielo cuando su carruaje se detuvo ante la gran puerta principal de roble, que se alzaba al final de una breve escalinata de piedra. Los que ocupaban los carruajes de delante corrían ya subiendo los escalones para entrar en el castillo. También Harry, Ron, Hermione y Neville saltaron del carruaje y subieron la escalinata a toda prisa, y sólo levantaron la vista cuando se hallaron a cubierto en el interior del cavernoso vestíbulo alumbrado con antorchas y ante la majestuosa escalinata de mármol.

     -¡Caray! -exclamó Ron, sacudiendo la cabeza y poniéndolo todo perdido de agua-. Si esto sigue así, va a terminar desbordándose el lago. Estoy empapado... ¡Ay!

     El Gran Comedor, decorado para el banquete de comienzo de curso, tenía un aspecto tan espléndido como de costumbre, y el ambiente era mucho más cálido que en el vestíbulo. A la luz de cientos y cientos de velas que flotaban en el aire sobre las mesas, brillaban las copas y los platos de oro. Las cuatro largas mesas pertenecientes a las casas estaban abarrotadas de alumnos que charlaban. Al fondo del comedor, los profesores se hallaban sentados a lo largo de uno de los lados de la quinta mesa, de cara a sus alumnos. Harry, Ron y Hermione pasaron por delante de los estudiantes de Slytherin, de Ravenclaw y de Hufflepuff, y se sentaron con los demás de la casa de Gryffindor al otro lado del Gran Comedor, junto a Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor. De color blanco perla y semitransparente, Nick llevaba puesto aquella noche su acostumbrado jubón, con una gorguera especialmente ancha que servía al doble propósito de dar a su atuendo un tono festivo y de asegurar que la cabeza se tambaleara lo menos posible sobre su cuello, parcialmente cortado.

Lilianne y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora