Dragones, chimeneas y amigos
A las once y media de esa noche, me escabullí de la sala común. Los que no se habían acostado ya, leían o se burlaban de algún otro, por lo que no hubo problema. Solamente tenía que procurar hacer el menor ruido posible.
Los terrenos del colegio estaban envueltos en una oscuridad total. Dando lugar a que solamente tenía que concentrarme en no tropezar mientras iba por la explanada hacia la luz que brillaba en la cabaña de Hagrid. También el interior del enorme carruaje de Beauxbatons se hallaba iluminado. Mientras llamaba a la puerta de la cabaña, oí que Hagrid hablaba con alguien dentro.
El guardabosques me abrió.
-Menos mal que ya has llegado- susurró Hagrid, abriendo la puerta.
-En tu carta tampoco decía a que hora venir -entré a la cabaña y vi que Harry se encontraba dentro-. ¿Por qué me has hecho venir?
-Tengo algo que mostraros -repuso Hagrid, y luego nos señaló a los dos menores-, a los dos. Lily, tendrás que dejar la muleta en mi cabaña y apoyarte de Harry, o sinos no creo que logres llegar sin caerte.
Parecía muy emocionado. Llevaba en el ojal una flor que parecía una alcachofa de las más grandes. Por lo visto, había abandonado el uso de aceite lubricante, pero era evidente que había intentado peinarse, porque en el pelo se veían varias púas del peine rotas.
-Vas muy elegante Hagrid -le dije y se puso rojo-. Espero que a Madame Maxime le guste.
Me iba a contestar, pero Harry estaba impaciente.
-¿Qué vas a mostrarnos? -dijo Harry con recelo.
-Cubríos los dos con la capa, venid conmigo y no habléis -ordenó Hagrid-. No vamos a llevar a Fang, porque no le gustaría... Harry, ayuda a Lily a caminar.
-Escucha, Hagrid, no puedo quedarme mucho... Tengo que estar en el castillo a la una.
Pero Hagrid no lo escuchaba a Harry. Abrió la puerta de la cabaña y se internó en la oscuridad a zancadas. Harry nos cubrió a los dos con la capa de invisibilidad y yo apoyé mi mano en su hombro para no caerme caminando coja. Era demasiado incómodo y el chico se tensaba bajo mi tacto. Lo seguimos lo más aprisa y que mi cuerpo me dejaba, para sorpresa, advertí que Hagrid nos llevaba hacia el carruaje de Beauxbatons. Harry habló.
-Hagrid, ¿qué...?
-¡Shhh! -lo acalló Hagrid, y llamó tres veces a la puerta que lucía las varitas doradas cruzadas.
Abrió Madame Maxime. Un chal de seda cubría sus voluminosos hombros. Al ver a Hagrid, sonrió.
-¡Ah, Hagrid! ¿Ya es la «hoga»?
-«Bon suar» -le dijo Hagrid, dirigiéndole una sonrisa y ofreciéndole la mano para ayudarla a bajar los escalones dorados.
Madame Maxime cerró la puerta tras ella. Hagrid le ofreció el brazo, y se fueron bordeando el potrero donde descansaban los gigantescos caballos alados de Madame Maxime. Eran una monada, y Harry me miró sin entender nada.
Pero daba la impresión de que Madame Maxime estaba tan en ascuas como nosotros, porque un rato después preguntó alegremente:
-¿Adónde me llevas, Hagrid?
-Esto te gustará -aseguró Hagrid-. Merece la pena, confía en mí. Pero no le digas a nadie que te lo he mostrado, ¿eh? Se supone que no puedes verlo.
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Lilianne y el Cáliz de Fuego.
FanficLilianne regresa al colegio de un forma un tanto peculiar. Después de desaparecer todo el verano y llegar posteriormente de que empiece el curso, unos más que otros se alegran de verla. Pero siempre hay problemas, por ejemplo: una perdida de me...