Mi monstruito
Chris se sentó en una silla a mi lado y me agarró una mano mientras agachaba su cara, roja y mojada.
Respiré para hablar, pero me tapó la boca.
-Soy Christina PoisonRose -empezó su relato-, hija de de Jules y Rene PoisonRose. Mi madre Rene murió cunado me tuvo, y mi padre fue el que me cuidó. No me acuerdo muy bien de él, solo pequeñas cosas, como yo con una barba de nata montada o haciendo un berrinche porque quería ponerme un vestido rosa horrible. Falleció cuando tenía cinco años, cuando llevaba varios días enfermo en la cama por viruela de dragón, y por eso puedo ver a los thestrals. Desde entonces vivo con mi abuela: Dorotea PoisonRose.
Me estaba contando su vida. Cuando se enfadó conmigo fue por su secreto, y su corazón aún pesaba. Necesitaba soltar todo lo que llevaba años reteniendo, sentimientos ocultos. Nyx se acurrucaba en mis brazos.
-Mi primera muestra de magia fue a los tres años, que un gato se había colado en mi casa y había roto mi escoba de juguete, por lo que lo convertí en un palo de escoba con las cuatro patas y cola. En la parte trasera salieron los ojos, bigotes y orejas.
Eso lo soltó con una con una sonrisa húmeda, como si le hiciera mucha gracia pero sin poder pensar cien por cien en ello.
-Cuando más crecía, me daba cuenta de varias cosas: no me gustaban mucho las faldas o vestidos, y me favorecía el pelo corto, pero como la abuela no me dejó me conformé con llevar siempre una coleta -jugaba con mi mano, sin poder estar quieta-. No viajamos mucho pero me llevaba a bastantes partidos de quidditch, y me arropaba con historias de la familia.
>> A los once años me llegó la carta de Hogwarts, y quedé en Slytherin. Soy sangre limpia, pero mi padre fue Gryffindor y mi madre Hufflepuff, aunque a mi abuela le tocó Ravenclaw. El sombrero me mencionó la casa de mi madre, pero no se porque quedé en la quedé.
Paró y me miró a la cara. Me ayudó a sentarme y me obligó a girarme sin decir ni una palabra, tampoco la cuestioné. Empezó a hacerme dos trenzas.
-Aunque la casa Slytherin tuviera un poco de reputación negativa, unas chicas que había conocido en el tren no se alejaron de mi y aún somos buenas amigas: Luna Lovegood, de Ravenclaw; y Ginny Weasley, Gryffindor.
Suspiró con pesadez, iba a entrar en la parte que costaba.
-Mis primeros días no fueron muy bien que digamos, y se oían rumores de una chica extraña de cabello negro. A mi me hizo mucha gracia y quise acercarme en una ocasión, pero como me habían advertido era difícil. Nunca pude cruzar palabras con Lilianne, la niña sin apellido.
Rió ante eso, y supe que se estaba burlando de los otros. De los ilusos que no sabían como era su amiga en realdad.
-Yo seguía a mi mundo hasta que unas chicas se metieron con mi aspecto, y me robaron la varita -tiró demasiado fuerte de un mechón y solté un quejido-. ¡Perdón Lily! La chica sin corazón me vio alterada y se acercó a mi, me ayudó y me proporcionó protección a un nivel que ni ella misma lo sabe hoy en día. Me enseñó a defenderme y a contestar de formas molonas que me hacían notar una forma de desmoronar a los otros como una verdadera serpiente, con la lengua.
Acabó la primera trenza y la ató. Ahora la otra.
-Era muy buena con la música, e incluso una poeta excepcional por lo que pude comprobar en una poesía que tenía que escribir para un profesor idiota de Defensa Contra las Artes Oscuras. Mientras pasaba el resto del tiempo con las de mi año, empecé a ver a mi amiga de otra forma -se le cortó la voz-. Me gustaba. Al principio pensé que no podía ser, yo era chica, ella era chica... No.
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Lilianne y el Cáliz de Fuego.
FanficLilianne regresa al colegio de un forma un tanto peculiar. Después de desaparecer todo el verano y llegar posteriormente de que empiece el curso, unos más que otros se alegran de verla. Pero siempre hay problemas, por ejemplo: una perdida de me...