Capítulo 15

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La primera prueba

     Chris me levantó de buena mañana porque decía que tenía que prevenir.

     Me duché mientras él me preparaba un conjunto de sudadera negra (tenía añitos pero estaba bien conservada), y unas mallas. Debía estar cómoda para lo que me esperaba.

     Me vestí y me obligó a sentarme para que pudiera hacerme dos trenzas de raíz. Nunca me molestó que jugara con mi pelo. Él solía decir que tenía que tener la cara despejada para esto. Al acabar vi mi pelo blanco, aún con las trenzas llegaba a mitad de la espalda ha rozando la cintura. En verdad lo tenía largo y ni me hubiera venido mal un corte de pelo.

     El ambiente no era de mis preferidos la verdad.

     En el colegio había una tensión y emoción enormes en el ambiente. Las clases se interrumpieron al mediodía para que todos los alumnos tuvieran tiempo de bajar al cercado de los dragones. Aunque, naturalmente, aún no sabían lo que iban a encontrar allí.

     Me despedí del monstruito cuando nos distanciamos cada uno por nuestro camino. Yo a morir y ella a preparar mi funeral.

     Cuando la vi marcharse me fijé en su ropa: llevaba una sudadera negra con una serpiente verde en el centro bordada a mano: mi primer regalo de navidad para ella. Yo llevé mi mano al cuello, me había quitado el giratiempos, pero me negaba a desprenderme de la cinta de terciopelo con el pequeño corazón. Necesitaba mucha suerte para salir de esa.

     El tiempo pasaba de forma más rara que nunca, como a saltos, de manera que estaba sentada en su primera clase, Encantamientos, y al momento siguiente iba a comer... y de inmediato (¿por dónde se había ido la mañana, las últimas horas sin dragones?) la profesora McGonagall entró en el Gran Comedor y se dirigió Harry, esté asintió y la profesora se fijó en mi. Muchos nos observaban.

     -Los campeones tienen que bajar ya a los terrenos del colegio... Tienes que prepararte para la primera prueba.

     Tomé el primer y último bocado de una manzana verde y la dejé en medio de mi plato. Al menos irme con un buen sabor de boca.

     Salimos del Gran Comedor con la profesora McGonagall. Tampoco ella parecía la misma; de hecho, estaba casi tan nerviosa como Harry. Al bajar la escalinata de piedra y salir a la fría tarde de noviembre, le puso una mano en el hombro.

     -No te os dejéis dominar por el pánico -le aconsejó-, conservad la cabeza serena. Habrá magos preparados para intervenir si la situación se desbordara... Lo principal es que lo hagas lo mejor que puedas, y no quedarás mal ante la gente. ¿Os encontráis bien?

     -Sí -se oyó decir Harry-. Sí, me encuentro bien.

     -También va para ti Lilianne -me observó de reojo al ver que no había contestado.

     Ella nos conducía bordeando el bosque hacia donde estaban los dragones; pero, al acercarse al grupo de árboles detrás del cual habría debido ser claramente visible el cercado, vi que habían levantado una tienda que lo ocultaba a la vista.

     -Tenéis que entrar con los demás campeones -dijo la profesora McGonagall con voz temblorosa- y esperar vuestro turno. El señor Bagman está dentro. Él te explicará lo que tenéis que hacer... Buena suerte.

     -Gracias -dijo Harry con voz distante y apagada:

     Ella lo dejó a la puerta de la tienda, y Harry entró, yo detrás de él con la muleta. Seguía haciéndome gracia, no la necesitaba ya, pero así podía rendirme sin problemas. No pensaba salir herida por una tontería que podía evitar.

Lilianne y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora