Capítulo 22

716 75 21
                                    

La segunda prueba

     Faltaba una semana para el 24 de febrero. Y me había estado preparando desde las vacaciones de Navidad. 

     Estaba realmente con ganas, pero a la vez no. Saber que había un jodido calamar que me quería matar solamente a mí mientras a los otros estudiantes los ayudaba, no me gustaba en absoluto. Solo podía hacer una cosa: Pociones para encoger. 

     Me pase noches enteras preparando pociones y practicando hechizos con Chris y luego retornando en el tiempo para dormir. Prácticamente no le ocultaba nada, menos mi estado de ánimo. 

     Aunque fuera la única persona que sabía diferenciar mi "cara de amargada con felicidad" de mi "cara de amargada que no le importa un comino", ella no podía descifrar todo. 

     Cuando faltaban dos día, tocaba Cuidado de Criaturas Mágicas.

     Ya fuera porque Hagrid intentara compensarlos por los escregutos de cola explosiva, o porque sólo quedaran ya dos (Marlon entre ellos), o porque intentara demostrar que era capaz de hacer lo mismo que la profesora Grubbly-Plank, el caso es que desde su vuelta había proseguido las clases de ésta sobre los unicornios. Resultó que Hagrid sabía de unicornios tanto como de monstruos, aunque era evidente que encontraba decepcionante la carencia de colmillos venenosos.

     Aquel día había logrado capturar dos potrillos de unicornio, que, a diferencia de los unicornios adultos, eran de color dorado. Parvati y Lavender se quedaron extasiadas al verlos, e incluso Pansy Parkinson tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular lo mucho que le gustaban.

     -Son más fáciles de ver que los adultos -explicaba Hagrid a la clase-. Cuando tienen unos dos años de edad se vuelven de color plateado, y a los cuatro les sale el cuerno. No se vuelven completamente blancos hasta que son plenamente adultos, más o menos a los siete años. De recién nacidos son más confiados... admiten incluso a los chicos. Vamos, acercaos un poco. Si queréis podéis acariciarlos... Dadles unos terrones de azúcar de ésos.

     -¿Estás bien, Harry? -murmuró Hagrid, haciéndose a un lado, mientras la mayoría se arracimaba en torno a los potros.

     -Sí.

     -Pero un poco nervioso, ¿verdad?

     -Un poco.

     -Harry -dijo Hagrid apoyándole en el hombro su enorme mano, lo que hizo que las rodillas de Harry se doblaran bajo el peso-, me preocuparía por ti si no te hubiera visto enfrentarte a ese colacuerno. Pero ahora sé que eres capaz de cualquier cosa, así que no estoy nada preocupado. Lo harás muy bien. Ya has descifrado el enigma, ¿no?

     Harry afirmó con la cabeza.

     -Vas a ganar -masculló Hagrid, volviendo a darle palmadas en el hombro, de forma que Harry sintió que se hundía cinco centímetros en el suelo embarrado-. Lo sé. Lo presiento. ¡Vas a ganar, Harry! Pero no se lo digas a Lily.

     -Ella esta ahí -señaló a su otro lado mientras yo me limitaba a ver de lejos a los potros. 

     ¿Cómo es que siempre que se hablaba de mi a mi alrededor, Harry me señalaba?

     En fin, Hagrid se puso a toser sonoramente y a alejarse de Harry como si no hubiera pasado nada. Luego noté una mirada en mi dirección y, cuando miré de reojo a Hagrid, el levantaba un pulgar hacia arriba en señal de que no había escuchado nada. 

     Chisté. Demasiado inocente.

     El día anterior a la segunda prueba, me fui a la cama por la tarde. Quería echarme la siesta antes de cenar para poder estar cien por cien el día siguiente, pero tuve una pesadilla. 

Lilianne y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora