Capítulo 29

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Hueso, carne y sangre

      Sentí como me despertaba poco a poco. Me dolía la cabeza y estaba mareada. No recordaba nada. Tenía unas tremendas ganas de vomitar.

     Entonces una serie de imágenes pasaron por mi cabeza. Me acordé de Barty.

     -Ojalá se hubiera quedado muerto en Azkaban... -conseguí murmurar.

     -Me alegra ver que ya has despertado Lilianne -una voz débil me obligó a abrir los ojos.

     Yo intente moverme, no pude. Estaba atada... ¿atada? ¿Dónde coño me encontraba? Levanté la cabeza.

     Había abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que había viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Estaba en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.

     Escudriñando en la oscuridad, vislumbré una figura que se acercaba caminando derecho hacia mi por entre las tumbas. No podía distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, pensé que llevaba algo en ellos. Quienquiera que fuera, era de pequeña estatura, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre nosotros se acortaba a cada paso, permitiéndome ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arrebujada?

     Me recuperé un poco y forcejeé sobre las cuerdas que me mantenían de pie a una lápida que no tenía ni idea de quien podría ser, pero en todo caso no importaba. Miré a mi alrededor buscando algo con que soltarme. Vislumbre mi varita encima del pedestal que sujetaba la lápida a la que estaba unida. No la podía alcanzar.

     -Buenas noches Lilianne -dijo la voz bajo la capucha. Estaba a dos metros de mi-. Ha pasado mucho tiempo.

     Mis ojos fueron a parar a las manos que sujetaban en sus brazos el trozo de tela. A una le faltaba un dedo.

     -Vaya, Peter Pettigrew -conseguí decir. Sacudí mi cabeza para despejarme-. ¿Eso significa que tu amo anda cerca?

     -Déjame verla, quiero hablar con ella -el montón de tela de los brazos se agitó.

     Cerré los ojos unos segundos por aquella visión. Fue como si hubiera levantado una piedra y dejado a la vista algo oculto, horrendo y viscoso... pero cien veces peor de lo que se pueda decir. Lo que Colagusano había llevado con él tenía la forma de un niño agachado, pero no había visto nunca nada menos parecido a un niño: no tenía pelo, y la piel era de aspecto escamoso, de un negro rojizo oscuro, como carne viva; los brazos y las piernas eran muy delgados y débiles; y la cara... Ningún niño vivo tendría nunca una cara parecida a aquélla: era plana y como de serpiente, con ojos rojos brillantes.

     Parecía incapaz de valerse por sí mismo: levantó los brazos delgados, se los echó al cuello a Colagusano, y éste le quitó la capa y lo volteó para que quedara cara a cara hacia mi.

     -Ves lo que soy ahora Lilianne, en lo que me he convertido -decía la voz aguda y cansada-. Lo que tengo que soportar... Sobre todo las caras de Colagusano, casi un año y aún se estremece cuando me mira.

     -No le voy a mentir -abrí los ojos intentando concentrarme en los del contrario para no apartar la mirada de su cuerpo-, estas horrible.

     Colagusano tembló.

Lilianne y el Cáliz de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora