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30 de mayo, año actual

Susana era quizás la única en aquella clase que no se vio afectada por la noticia, pues conocía a Irene desde hacía tan solo tres meses y apenas habían mediado palabra.

Sin embargo, le perjudicaba en cierta medida no estar afectada por la pérdida, ya que era la noticia del momento y todos la comentaban, relatando una y otra vez los momentos que habían vivido junto a Irene, la última vez que hablaron con ella, etc.

Susana comprendió entonces esa frase que decía que solo se habla bien de uno cuando está bien muerto. Cuando Irene estaba en el instituto, había oído a decenas de personas criticarla, había presenciado conversaciones enteras dedicadas exclusivamente a hablar mal de ella e incluso le habían recomendado que se alejase de aquella joven. Por un momento, se arrepintió de su pensamiento, todavía no estaba claro que la chica ya no viviese.

¿Qué le habría podido pasar? La lista de opciones era tan larga que Susana ni siquiera se paró a redactarla en su mente, al fin y al cabo, si los que conocían de verdad a Irene no tenían la más remota idea de dónde estaba, ¿qué iba a saber ella? Reflexionó entonces sobre lo que sabía de la desaparecida. Poco. O tal vez mucho. Era difícil describir a una persona que estuvo en boca de tantos, aunque Susana nunca hizo mucho caso a los rumores que corrían sobre ella. Finalmente, sin conclusión alguna, la joven decidió abandonar el tema.

***

El bote se quedó sin spray e Iván, tras agitarlo para comprobar que estaba vacío, lo tiró al suelo y cogió otro de la caja.

-Nos están durando muy poco, ¿no crees?- comentó Fran.

-Ya te dije que esa tienda no era fiable.

-Pero era más barata.

-Aún así, creo que no ha sido buen cambio.

-Echa cuentas.

Fran terminó su graffiti y, acto seguido, se sentó en el suelo y abrió una cerveza.

-¿Te enteraste de la desaparición de Irene?- preguntó

-Pues la verdad es que no tenía ni idea, a saber dónde estará...

-¿No crees que esté muerta?

-Me parece más probable que se haya escapado de casa.

-No le pega nada.

-¿Cómo que no?-inquirió Fran entre risas- Aún le debo una botella de Eristoff...

-¿Vendía?

-Que va, ella a mí no me dio nada, ni siquiera me acuerdo por qué se la debía.

Iván levantó una ceja, sugiriendo una pregunta que Fran cogió al vuelo.

-No es lo que crees. Esa chica era muy persuasiva, me convenció sin más.

-Tampoco tanto, al fin y al cabo no se la llegaste a dar.

-Por falta de dinero, más que otra cosa...

-¿La echarán de menos por el instituto?

-Quién sabe, hace mucho que no voy por allí- respondió Fran, que desde que empezó el curso había pisado las clases no más de tres veces.

-Las cosas no han cambiado mucho.

Ambos chicos pertenecían al mismo instituto que la desaparecida, aunque no al mismo curso. Iván era un año mayor que la chica; Fran, dos. Los dos iban en la misma clase, aunque rara vez asistían. Su vida era el grafitti. Fran hablaba esporádicamente con Irene, pero nunca llegaron a ser nada. Iván la conocía menos, pero era uno de los pocos que, gracias a Fran, conocía la verdadera historia del incidente y sabía que Irene no era la única culpable.

Fran guió los pasos de Irene cuando la chica quiso empezar a pintar en los muros, y así se conocieron. La aficción no duró mucho por parte de la joven, fue más bien un capricho de no más de tres semanas. Sin embargo, mantuvo el contacto con Fran durante varios meses, luego su relación se fue desvaneciendo sin más. Iván obtuvo el número de Irene a través de su amigo, pero sus conversaciones con la chica fueron bastante escasas.

-Tenía cara de niña buena- dijo Iván pasados unos minutos.

-¿Qué?- preguntó Fran desorientado.

-Me refería a Irene.

-Ah, si. Aunque todos sabíamos que no lo era.

-Tampoco era mala del todo.

-Era una manipuladora.

-Era muy inteligente, lo usaba para lo que debía, pero sobre todo para lo que no debía.

Aunque Fran a menudo demostrase lo contrario, no tenía una mala percepción de Irene y, en el fondo, sabía que no era tan mala como los chismosos decían. Sin embargo, nunca quiso defenderla, ni siquiera después de desaparecida y a solas con un amigo. Ni él mismo sabía por qué, quizás fuese porque aquella chica lo había utilizado en cierto modo, lo que hizo a sí mismo obligarse a guardarle un rencor que no le tenía y a reprimir esa pequeña sonrisilla que se le dibujaba cuando recordaba a Irene.

El sentido de no tener sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora