Mudanza

49 9 4
                                    

29 de agosto, dos años atrás

Irene terminó de empaquetar sus últimas pertenencias. Había llegado el temido y esperanzador día de la mudanza. Tras un verano que no olvidaría jamás, era hora de regresar a su ciudad natal.

Por una parte, su alegría era infinita. Por fin podría dejar atrás aquel horrible instituto y a aquella banda de chicas indeseables. De una vez por todas, podría olvidarse de Javier y comenzar una nueva vida reconstruyendo la que ya tenía en su infancia, lejos de los malos comienzos que tuvo su adolescencia. Sin embargo, sabía que echaría de menos muchas cosas. En primer lugar, extrañaría a Marta, la que había sido su gran apoyo durante los últimos meses. También a Adrián, que siempre había estado en los momentos difíciles. Unas cuantas personas más podrían añadirse a la lista, tales como Almudena e incluso David, hasta el propio Javier. Y, sinceramente, le gustaba el ritmo que su vida había llevado en los últimos meses, aunque fuese consciente de que la vuelta al instituo lo destrozaría por completo.

La joven no tenía claro qué pasaría con Emilio y con Fer, así como con el resto de amistades malas influencias que había conocido en la estación estival. Tal vez siguiesen en contacto, quién sabe... Estaba convencida de que el costarriqueño pondría de su parte para seguir viéndola, de eso no cabía duda, pero no sabía hasta qué punto exactamente. De todas formas, podría seguir viéndolos a todos cuando fuese a visitar a su padre, al que todavía no había perdonado.

Irene era consciente de la falta que aquella mudanza le hacía su madre, pues vivía mucho más feliz en su anterior vida en su también ciudad de origen. Desde la ruptura de sus padres, la joven sabía que la posibilidad de retornar estaba incluida en la baraja y tenía muchas papeletas; pero, y desconocía por qué, Alicia no se consiguió decidir hasta entonces.

El día anterior ya se había despedido de Marta, a la que había jurado mil y una veces que vendría cada fin de semana a visitarla. Sus compañeros de clase ya estaban enterados de la noticia, pero, aún así, hoy Adrián y David le habían rogado que asistiese con ellos a un último encuentro al que, mirando el reloj, iba a llegar tarde si no se apresuraba en salir.

-Mamá, salgo un rato, vuelvo ahora- le comunicó a su madre mientras abría la puerta del domicilio.

-De acuerdo cariño, no tardes mucho- respondió Alicia.

Irene sacó los auriculares de su móvil y se los colocó en los oídos, ya era costumbre recorrer el camino hasta el centro con sus temas favoritos sonando. Presionó el botón que llamba al ascensor y, una vez se abrió ante ella, se adentró y pulsó el número 0. El lugar donde había quedado con sus amigos no quedaba demasiado lejos de allí, tal vez a 10 minutos andando.

***

Cuando llegó a su destino, sus ojos no dieron crédito a lo que estaba presenciando. Su peor pesadilla, en forma de cuatro chicas, se encontraba detrás de David y Adrián. Según su retina captó la imagen, la chica dio media vuelta, dispuesta a volver a su casa. Adrián corrió hacia ella, consciente de que su amiga quería huir. Su velocidad le permitió alcanzarla con rapidez.

-Han venido a pedirte perdón- gritó el chico mientras intentaba alcanzar a la joven con su brazo.

-Me da igual, no quiero verlas. He estado muy bien estos meses sin ellas y así quiero seguir- contestó Irene mientras se alejaba con las lágrimas a punto de saltar.

-Demuestra que estás por encima de ellas- musitó Adrián en el oído de la chica a la vez que está frenaba en seco.

-De acuerdo, pero solo lo hago por ti.

Una vez los dos jóvenes se hubieron acercado al corro formado por las chicas y David, Sandra dio un paso adelante dispuesta a hablar.

-Verás...Somos conscientes de que nos hemos portado horriblemente contigo y sentimos haberte hecho pasar tantos malos ratos- pronunció la chica con dificultad, mirando de reojo a Leila en señal de que debía continuar.

-Por eso, hoy queremos pedirte disculpas y esperamos que sepas perdonarnos, aunque sabemos que será seguramente algo bastante difícil después de todo.

-Yo simplemente quería añadir que siento haber sido tan cruel y no haber hecho nada respecto a tu situación, solo espero que seas muy feliz en tu ciudad- sollozó Sara, por cuyas mejillas se deslizaron unas diminutas lágrimas, que delataba que, sin duda, aquella chica era la que más culpable se sentía a pesar de ser la menos involucrada.

Paula permanecía callada, impasible.

-Perdón en nombre de todas- anunció finalmente Sandra.

-No en el mío, desde luego- soltó Paula mientras se alejaba del lugar.

Las demás la miraban con muecas de enfado, aquello parecía estar más que ensayado y, sin embargo, la joven lo había echado todo a perder.

-Bueno, olvídala- comenzó Sara- ¿Nos perdonas, Irene?

-Pues claro- contestó ella mientras se dejaba abrazar por todas ellas.

"Zorras", pensaba la joven para sus adentros. Mientras las tres chicas la achuchaban, Irene hizo saber a Adrián con su mirada que jamás las perdonaría.

El sentido de no tener sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora