Conciencia (in)tranquila

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30 de mayo, año actual

El primer pensamiento que cruzó la mente de Elisa al enterarse de la noticia la noche pasada fue, tal vez, un poco egoísta. Fue precisamente el alivio de saber que, al menos, ella ya no tenía asuntos pendientes que arreglar con Irene.

Ella y la desaparecida se habían convertido en inseparables cuando la joven regresó a la ciudad pero, tras el incidente de mayo, su complicidad quedó totalmente destruida. La causante del enfado fue ella que, sin más dilación, dejó de hablarle a Irene cuando todo se descubrió. La joven, desconcertada, acudió a Elisa en varias ocasiones para suplicar su perdón, que en ninguna ocasión fue concedido. Al final, cansada, decidió renegar de su antigua amiga y continuar su vida sin ella, forzándose a sí misma a odiarla aunque esos no fuesen sus verdaderos sentimientos. Por eso, cuando llegado el nuevo curso Elisa decidió dar un primer paso para arreglar las cosas, Irene se sintió inmensamente feliz de recuperar a una amiga.

Elisa, considerada por todos como una de las jóvenes más adelantadas y alocadas de su curso, creía saberlo todo acerca de la vida de Irene; sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que si alguno de los compañeros de clase de Irene supiese de sus actos, se replantearían seriamente concederle a Elisa la calificación de la más adelantada.

***

Leo, totalmente ajeno a la tragedia, se sintió ciertamente feliz por la ausencia de Irene, pues no era secreto que ella no era de su agrado. Su enfrentamiento era uno de esos que, aunque no constaban en ninguna parte, se percibían en el aire.

Irene siempre detestó a Leo por sus intentos de meterse en las vidas ajenas, incluyendo la suya propia, y sus aires de superioridad, que no correspondían en ningún caso con la realidad. Leo odiaba a Irene, fundamentalmente, por los actos de la chica y los falsos rumores extendidos sobre ella tras el incidente. Sin embargo, las pullas por parte de Leo finalizaron para siempre tras una amenaza por parte de un amigo de Irene diez años mayor que la muchacha.

Por unos segundos, Leo dejó de escuchar al profesor de Historia- es decir, dejó de oírlo, pues no lo había estado escuchando ya desde el principio de la clase- para sumergirse en sus pensamientos. Reflexionó entonces sobre si debería sentirse apenado por la desaparición de Irene, al fin y al cabo, esa chica podría estar muerta en aquel mismo instante. En ese momento, su concencia despertó de la larga siesta en la que llevaba años inmersa y comenzó a obrar en su contra, provocándole remordimientos por todo el mal que causó a aquella joven a la que, muy probablemente, jamás podría ya pedir perdón.

El sentido de no tener sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora