18 de junio, año actual
Una nueva llamada de su madre sonó en el móvil de Lía, que se había olvidado completamente de avisarla de dónde estaba cuando César trajo la bandeja con el desayuno. Atemorizada por los gritos que estaba a punto de recibir, deslizó su dedo índice por la pantalla para responder. Como ya se esperaba, el tono de voz de su madre se elevaba por encima de sus límites conocidos.
César escuchó a Lía hablar por teléfono. No le costó averiguar que se trataba de su familia, pues había vivido en sus carnes aquellas llamadas en las que lo único que hacías era escuchar chillidos histéricos mientras respondías a las órdenes con cortas afirmaciones. Tras colgar, la joven apareció en el salón.
-Tengo que irme, se me ha hecho tarde- anunció mientras se calzaba- Me lo he pasado muy bien.
-¿Ya te vas?¿Cuándo volveremos a vernos?- preguntó el chico mientras la acompañaba a la entrada.
-Pues no sé, estaría bien quedar un día y cenar de verdad- respondió irónica Lía.
César rió. La chica estaba a punto de irse.
-Espera, te olvidas algo.
-¿El qué?- preguntó girándose para encontrarse con los labios del joven.
Lía dejó a un lado la prisa para colocar sus manos en el cuello del chico, donde las mantuvo hasta que terminó el beso. El motivo de su fin no fue otro que la aparición en la entrada del compañero de piso del chico, que hizo ademán de volver a meterse en el ascensor al contemplar la escena, pero ya había sido atisbado por la joven, que se despidió de César y bajó corriendo las escaleras.
-Alguien triunfó anoche...- rió pícaro Mario- Cuéntame todo.
-No hay mucho que contar, estaba muy borracha y la acosté en tu cuarto. ¿Y tú con Ana?
-¿Desde cuándo te importa a ti que estén borrachas?
-Llámame cursi, pero esta chica es especial.
-Lo que hay que oír...
-¿Me vas a contar ya qué pasó con Ana?
-Lo hemos arreglado, aunque se niega a retirar lo que dijo sobre Irene. Prefiriría seguir viviendo contigo.
Mario recordó la discusión con su antigua compañera de piso, de la cual Irene había sido el motivo. Tras salir a gritos de aquel apartamento, César le ofreció mudarse al suyo y él aceptó encantado.
-Sabes que por eso no hay problema, cabemos los tres de sobra.
-¿Por cierto, tienes alguna noticia de Jorge?-preguntó César refiriéndose al tercer habitante de la casa.
-Debe estar en casa de Celia.
La charla entre los dos universitarios continuó amenamente, aunque ambos estaban distraídos en sus propias preocupaciones. Por un lado, Mario intentaba aclarar sus sentimientos sobre Ana. Antes de que Irene llegase a su vida, habría jurado que quería a su ex compañera de piso, pero la joven adolescente cambió ese sentimiento por completo. Ahora que ya no estaba, ¿podría retomar lo que Ana y él tenían? De la otra banda, César contaba las horas para volver a ver a Lía y se preguntaba hasta qué punto Mario tenía razón. ¿Se estaba enamorando de ella?
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El sentido de no tener sentido
أدب المراهقين"Nadie nos conoce realmente, cada persona tiene una imagen de nosotros y no somos sino la suma de todas ellas" Irene Peñalver era un puzle del cual cada persona tenía una pieza, pero la chica había guardado las más importantes para sí, de forma que...