Epílogo

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Nueve años después

—De verdad me alegra haberme puesto en contacto contigo y saber de ti. Se que no hay mejor persona que pueda tomar mi lugar y seguir entrenando a estos chiquillos que comparten tu misma pasión por el deporte.

—A mi también me pone contento saber de usted, entrenador. Después de todos estos años su petición llega justo en el momento indicado; resulta que la Gran Ciudad no es para Dennis ni para mí. Ya teníamos tiempo pensando en regresar a nuestra pequeña comunidad donde crecimos, parece que somos unos sentimentales.

Pasados unos minutos más hablando con su antiguo entrenador de fútbol, se despidió de él y colgó el teléfono. La puerta de su apartamento se abrió y Dennis entró con una sonrisa.

—¡El psiquiatra me dio de alta! ¡Puedo dejar los medicamentos y las sesiones terminaron! Solo me dio la condición de irlo a visitar de vez en cuando para asegurarnos de que todo esté bien. Agendamos una cita para el próximo mes.

—¡Eso es fantástico, Amor!—Zac corrió a envolver a Dennis en un abrazo besándolo fuertemente en la mejilla—También tengo muy buenas noticias: Nuestro entrenador de fútbol se jubilará y quiere que sea yo su sucesor. Podemos tomar esa oportunidad para regresar a casa.

Al terminar la preparatoria, Dennis y Zac estudiaron en la misma universidad en la Gran Ciudad y se graduaron juntos.

Desde que se mudaron a un diminuto apartamento compartido con otros estudiantes, Dennis asistía a terapias con un psicólogo, sin embargo cuatro años después, su análisis sugería que viera a un psiquiatra.

No cabía duda que Dennis se encontraba aterrado. Tenía miedo de los mitos, creencias y malos idealismos que tenía la gente sobre ir con un psiquiatra pero no estaba solo: contaba con todo el amor y apoyo de su madre, que continuaba sus terapias con un psicólogo y por supuesto, contaba con el amor incondicional de Zac.

A mitad de la carrera universitaria de los chicos, la madre de Dennis terminó su terapia y decidió mudarse con una de sus hermanas a una comunidad no muy lejos de la Gran Ciudad.
Dennis estaba agradecido de haber tenido la oportunidad de comenzar de nuevo junto a ella y olvidar los malos días que ambos pasaron dentro del  pequeño apartamento bajo el techo de su padre. Así que con mucho amor, él y Zac fueron a despedirla a la estación de autobús y dijeron adiós.
En cuanto al padre de Dennis, ni la madre de Dennis ni los chicos volvieron a saber de él desde el día de la muerte de la abuela de Dennis.

Al cumplir la mayoría de edad, Dennis heredó la casa de su abuela. Él y Zac iban a visitarla cada verano, como siempre fue costumbre y una que otras veces Dennis tocaba el violín para ella y para Zac.
Pero tras la petición del viejo entrenador de fútbol de convertir a Zac en su sucesor, esta vez volverían a casa de su abuela pero no para pasar el verano.


Dejaron sus bicicletas a la orilla del río, ese mismo río donde jugaban desde los diez años. Nueve años pasaron desde aquel funeral, desde aquella temporada de dolor para ambos chicos, pero sobre todo para Dennis.

—¿Emocionado?—preguntó Zac con una sonrisa. Los cortos y ásperos vellos le estaban comenzando a salir en la barbilla. Este le había prometido a Dennis que se rasuraría una vez que llegaran y se instalaran a pesar de que Dennis le dijo que no se le veía mal. En el fondo, Zac sabía que Dennis odiaba la barba. Así de bien se conocían.

—Ha pasado algo de tiempo—dijo el chico de cabellos negros, ahora cortos. El rebelde flequillo ondulado que llegaba hasta el entrecejo había sido reemplazado por un corte maduro que permitía que sus delicadas y finas facciones—aún a los veinticinco años—fueran apreciadas por la vista de todos, pero sobre todo por su pareja.

El brillo de sus ojos oscuros regresó, al igual que las mejillas permanentemente sonrojadas pero lo más importante es que había vuelto a encontrar su sonrisa sincera y los cortes en sus muñecas y resto de su cuerpo cicatrizaron.

Dennis siguió a Zac, quien lo jalaba de la mano hacia esa casa que les traía muchos recuerdos, esa casa que ahora era de ambos.
Ahora esta sería su nueva vida. Vivirían en la comunidad que amaban y siguen amando; que visitaban cada verano y cada día cuando eran niños.
¿Lo mejor de todo? Estarían el resto de sus días con su mejor amigo y amor de su vida.

—¿Zac?—ambos se detuvieron frente a esa casa donde compartieron su infancia.

—¿Qué pasa, Dennis?

Dos palabras.

Rorii

Depressed (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora