Disgusto

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El capitulo anterior por algún motivo aunque le di publicar no se publicó, así que apenas hoy me he dado cuenta y como pensaba publicar otro capítulo, no dejaré este para después.

— A veces se me olvida que eres un cretino Carlos -dijo entonces dejando aquel dulce tono delicado- te has propuesto a molestarme y sabes qué, lo has logrado.

Leonor volteó entonces, la vergüenza inicial se le había olvidó y coloreó su rostro a un rojo, se mostró ante Carlos pero con una condicionante... su semblante era colérico. Carlos se impresionó mucho al ver aquella reacción pero luego recordó que se trataba de Leonor y que en efecto se había comportado como un verdadero imbécil, pero que más podía hacer para huir de la mujer sino era ofuscándola. 

Cuando la vio con aquella indignación en el rostro tuvo la intención de casi arrastrarla a su cama pero era Leonor y luego sintió como la vergüenza de sus pensamientos también le coloreaba la cara, al fin el amiguito entre sus piernas se calmó. Se pasó la mano por el rostro pensando en que debía calmarse antes de tratar de irrumpir en la habitación de la dama que había pasado tres puertas atrás, casi no había sentido el empellón que Leonor hubo de darle para poder llegar a ella, era terrible haber llegado y en menos de media hora haberla mortificado dos veces y en ninguna de las dos haber salido bien librado.

Miró las puertas, estaban diferentes, estaban... mejor. Fue entonces que calculó que algo ahí estaba algo raro. Había sucedido lo mismo al estar mirando abajo mientras se recargaba en el barandal, había muchos, muchos arreglos. No parecía que fuera la casa de una señorita en apuros y entonces pensó de nuevo en José, en el beso que había presenciado y... Dios no quisiera que fuera lo que se estaba imaginando.

Se arrepintió entonces de buscar a Leonor y cuestionar algo aún más estúpido así que, volvió a girarse hacia el último cuarto donde había pasado la última vez pero cuando trató de entrar descubrió que estaba cerrado. Dejo la maleta ahí, la había llevado consigo desde que viera a Leonor con intenciones de huir; a decir verdad nunca se le habría ocurrido si quiera la idea de no quedarse al menos que la misma dueña lo corriera, había subido y dejado en descansó aquella valija pese a que no parecía tan pesada en cada ocasión.

Se movió otra vez en busca de Leonor pero Amalia pareció al otro extremo del pasillo y pareció sorprendida de avistarlo en aquel lugar pese a saber que llegaba como sino hubiese sido una sorpresa y sí, más bien un invitado. Estaba contrariado y mal humorado y aunque ella hubiera querido provocarlo comprendió que no sería nada sensato.

— Ya te están preparando un baño.

No había un te extrañe, un qué bien te ves, ni un qué mal te está pegando, ni un "te están comiendo el mandado". No Barena sabía, aunque parecía que no, cuando no incordiar.

— Estará lista una buena merienda esperándote abajo.

Carlos asintió, Barena retrocedió y comenzó a bajar las escaleras como seguramente Carlos estaba esperando se conocían muy bien y sabía Amalia que pese a lo que acababa de ver; él necesitaba estar con Leonor pero había ignorado lo que estaba pasando.

Carlos Soto miró la puerta que resguardaba a Leonor, lo dudo un segundo, pensó en tocar pero no le abriría; entonces pensó que tal vez en el impulso de azotar la puerta hubiera olvidado cerrar el pestillo. Entonces giró el picaporte y la puerta se abrió.

— Perdóname por incordiarte -dijo de  inmediato.

En ese mismo tiempo en el que Leonor se había volteado para comprobar quien era el intruso y había emitido un chillido ahogado al tiempo que Carlos abría grandes los ojos y al mismo tiempo los cerraba, los apretaba rápido para nublar la vista de lo que acaba de ver. Se giró y topó con la puerta que no había cerrado está se cerró entonces y se hizo en acto reflejo por el golpe un par de pasos atrás.

Tropezó sabrá Dios con que y fue dar de espaldas contra el piso y observó a la joven si el vestido puesto. Ni su corpiño sino solo lo que es la prenda más íntima de una dama, cerró nuevamente los ojos, no había erección alguna dentro de su pantalón y no hubo tiempo de pensar en que fuera un alivió aquello, sino en la cara de pasmo de primera mano y luego el silencioso sollozó.

— ¡Cu-cu-cúbrete por Dios! -alcanzó a decir.
— No me mires, Carlos.
— ¡Por Dios que no lo hago!
Leonor vio que no mentía mientras que se aferraba la nariz con ambas manos, la muchacha estaba estática sin saber hacia donde moverse o que hacer por unos instantes, puesto que estaba aturdida recogió el vestido del suelo y al sentir sus pechos ligeramente libres se sonrojó aún más de lo que estaba antes,  vio entonces sangre en la nariz de Carlos y se asustó y entonces exclamó vivamente espantada:

—¡CARLOS!

El joven volvió a abrir los ojos para ver parte de su cuerpo desnudo en vista de que lo llamaba alterada y ella volvió a chillar antes de decir:

— ¿Por qué los abres?, ¡¿por qué me miras? ¿por qué no te mueres y no me vuelves a avergonzar de este modo?! -chillo nuevamente y entonces logró corretear atropelladamente
hasta llegar detrás del biombo.

Así se mantuvo por largo rato llorando y deseando que la tragase la tierra antes de admitir que se había puesto ella sola en aquella vergonzosa situación. No fue sino mucho después que volvió a recordar que debía estar alerta pues Carlos estaba ahí con ella, que la puerta no estaba abierta que el era hombre y que ella estaba ahí medio desnuda, que había dejado el pestillo abierto y que sabía bien que Carlos estaba por ahí. Que Dios la perdónase porque solo Él sabía que no había querido que las cosas se dieran así...

Mientras tanto afuera las disposiciones para el baño ya estaban, fue raro ver la maleta de Carlos fuera de la puerta de una habitación que no estaba habilitada pero nadie dijo nada, ni nadie escuchó lo que acontecía en la habitación de la dama pues Leonor había cubierto su rostro con el faldón del vestido a causa de su vergüenza haciendo mudos los sonidos de boca.  El corazón comenzó a latirle más a prisa y sentirse más cansada, estuvo a punto de llamar al mismísimo Carlos a causa de su propio pánico hasta que al fin le escucho decir:

— ¿Estás bien?, ¿necesitas que alguien te ayude? ¿Necesitas a tu doncella?

No pudo decir nada aún. A Carlos le dolía el golpe en la nariz, así que se quejó, el lamento saco a Leonor de su estado. Quería preguntarle a Carlos cómo estaba pero no pudo, quería salir para verlo pero no lo haría.

Fue entonces que Carlos giró y vio algunos cosas tiradas y el suelo un poco húmedo

— ¿Por qué estás desnuda Leonor?

La joven no respondió, se sentía avergonzada y empezaba a mezclarse con el coraje inicial. No le agradaba que Carlos viera a lo que la llevaban sus rabietas.

Pero aún se sentía en pánico y no iba a ignorar que estaba medio desnuda y que Carlos a veces la trataba como a una niña que merecía ser castigada por su mal comportamiento. Se sintió súbitamente pequeña. Escuchó de nuevo una ligera queja de Carlos y además unos cuantos pasos y luego dijo:

— Ya no es necesario que me respondas.

La pobre jovencita sintió que todo el cuerpo se le congelaba del miedo Carlos estaba cerca del biombo cuando había dicho eso, incluso podía mirarle las botas. No había ya lágrimas en sus ojos, solo los mantenía muy abiertos aún encogida como se encontraba, apretujada a sus ropas y pensando que le podría hacer, porque aunque Carlos no era nadie que tuviera sobre ella autoridad, solía tomarse dichas atribuciones.

Que les pareció este capítulo, espero que lo hayas disfrutado.
Leonor se mete en cada lío.
No olviden dejar sus votos y comentarios.

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