Hola, gracias por sus votos, estaré publicando tanto como me sea posible, solo que ya no cuento con internet y tengo problemas con mi laptop por la crisis que esta dejando el covid-19 en todas partes o al menos en mi país.
Sucedió que Amalia Barena empezó a interesarse más de lo debido y solía esto ocasionar largas y tensas conversaciones entre este par de damas altaneras, groseras y medianamente educadas. Leonor terminaba estirando el cuello, levantando la voz, apresurando el paso y si no se le salía una gran maldición es porque algo había logrado Carlos. Solía pensar en el cuando estaba a punto de decir alguna inapropiada observación sobre Barena. Lo más que habitualmente lograba decir era lo siguiente:
— Eres peor que un par de zapatos de número equivocado -seguido de un gesto nada amigable.
Cierto día José Concepción el hijo del tendero al que le llamaban Don Concho, se determinó a sonreír mientras escuchaba una discusión que había terminado con aquella oración. Leonor se sorprendió de que aquel joven fuera capaz de sonreír y por alguna razón se sintió cohibida y estimulada.
— Tu eres peor que los cayos de mi marido, no son míos pero soy yo quien los soporta.
Presintiendo que en cualquier momento José comenzaría a reír y ahí se acabaría su estimulación y su empatía. Se adelantó unos pasos y le advirtió:
— espero que no se ría.
— Jamás señorita, jamás -respondió atribulado.
Leonor le premio con unas palmadas en las manos y no regresó con Amalia y entonces continuo en silencio a su lado. José Concepción se sintió algo abrumado pero gratamente recompensado con la fragancia que despedía Leonor, era quizás la primera vez que una dama caminaba a su lado. Un tirón en su pantalón le advirtió que debía desviar sus pensamientos hacia otro lado.
Leonor por su parte notó lo limpio que parecía Concepción, como recién bañado, hizo un recuento de cuántas veces le había visto sucio y no logró recordarlo, pese a que hacía diversos y complicados trabajos, el joven conseguía bajo empeño siempre estar debidamente acicalado. Notando esto y un silbido particularmente molesto de Amalia un rubor asomó a sus mejillas, era impropio hacer esas observaciones de un joven que prácticamente era su empleado.
Barena no estaba ahí para hacerla de lazarillo pero Leonor hacía mucho que no veía más allá de sus narices y el joven parecía un buen tipo. Cómo buena mujer cargada de experiencia notó la falta de experiencia del joven en razón de conquista y pensó por un momento que no habría nada de malo en ayudar a generar en Leonor un poco de coquetería.
Se entusiasmo interiormente de poder darle ese pequeño toque que le hacía falta a su querida amiga. Leonor había pasado por cosas difíciles y era ya su tiempo de sentirse más segura, más mujer y menos niña. Había olvidado momentáneamente al buen Carlos y que demonios esto parecía por algún motivo ser algo acertado.
Caminaron hasta la puerta y Barena midió y calculó desde que cruzarán aquella acera apenas habían dado la vuelta José con el diablito, Leonor con su nuevo libro en la mano.
José soltó el diablito, saco un pañuelo y limpio su haz. Ella por supuesto fingió tropezar justo cuando Leonor se digno a voltear.
— ¡oh qué torpe! Me deben disculpar... -se perdió tras la puerta mientras que el pobre José comenzó a tartamudear.
— Yo... Yo... Señorita... no...
Se sostenía de sus delicados hombros y comenzó a revisar aquel vestido de caqui enmarcado con líneas amarillas, un vestido para nada vistoso y más bien muy recatado.Leonor sin embargo, en ella algo había impactado, no había sentido enojo ni rechazo sino más bien todo lo contrario... parecía que algo había despertado al contacto de su cuerpo con aquellas manos, José la había afianzado a él con la intención de equilibrarse a ambos. Había quedado muy cerca de ella y aquella disculpa fue justamente cerca de sus labios.
José soltó con cuidado a Leonor totalmente azorado. Algo le impidió hacer distancia entre los dos y no pudo pensar en aquel bonito vestido que sus manos habían ensuciado.
— Lo siento, yo... He ensuciado su vestido pero no, ni fue con intención.
La jovencita no hablo, mientas José trataba de dar una explicación, solo podía pensar en el libro que se le cayó en medio de aquel agravio. José intento casi tembloroso sacudir la tela algo manchada de sus hombros con sus manos.
—No, no -entonces vio que algo buscaba Leonor con la mirada y entonces se apresuró a levantar el libro y para cuando se levantó otra vez estaba demasiado cerca de Leonor.
Abrió la boca para decir algo pero como si su cuerpo no tuviera otro empeño se acercó otro poco y la besó. No tenía más intenciones que las de darle el libro, ni antes hubiera soñado con besar a la linda chica pero estaba ahí frente a ella con sus labios puestos sobre los suyos, inclinado con su cuerpo separado de ella con el libro aferrado a sus mano como si estuviera abrazándola a ella. Leonor sintió la sorpresa de la impresión de su boca, el sabor de sus labios, el temor de su beso, y la inquietud de alejarlo pero no sucedió.
José hizo a fuerza de razón la distancia. Dándole a Leonor espacio para una ofensa, una caricia o bien una cachetada pero no hubo oportunidad porque estaba sumamente avergonzada, José tomó su mano y le entrego aquello que había olvidado era un libro pesando que era solo un pedazo de cartón.
— Señorita yo... lo siento -como si fuera un niño estaba dispuesto a echarse a correr pero no pudo porque era un hombre y ella una mujer, así que se acercó de nuevo para besarla otra vez.
Lo consiguió, otra vez la besó y otra vez la besó. Pequeños e inocentes besos que contenían toda su pasión hasta que Leonor volvió en sí y pudo decir:
— No, no. No -cada negación salió de sus labios tan débil como ella se sentía.
Nunca antes le habían besado así, como si fuera la cosa más dulce y delicada de la vida pese a que José no tenía más cualidades que cargar y trabajar en silencio la había despertado a la vida.
— Lo siento -repitió caminando hacia atrás.
A José le pareció que esto era como si nunca hubiera besado a otras mujeres, se giró y comenzó a mover la mercancía. Mientras Leonor aún permanecía ahí.
El chico volvió hasta donde ella para despedirse.
— He todo lo que le correspondía.Leonor asintió mecánicamente.
Aquella noche la muchacha apenas y pudo dormír, ni comer, ni escribir. No sabía bien lo que estaba por pasar. José la había besado y le había gustado pero no estaba bien, casi sentía que era como un pecado.
Para cuándo concilió el sueño, aparecieron cientos y cientos de Josés que le daban una y otra vez el mismo beso. Despertó nerviosa y tuvo que buscar por sus propios medios la cocina y tomar algo de té.
****
Julián había advertido que Leonor necesitaba tener presente a Carlos aunque estuviera ausente pero Carlos había dejado sus cartas de lado no por falta de interés sino por temor en sí de que algún día le dijera que alguien pudiera ganarse su cariño y un día al abrir una carta le sorprendiera una noticia, Julián se había equivocado al mencionarle los muchos pretendientes que la estaban merodeando. Había hecho un gran esfuerzo tratando de no distraerse imaginando distintas situaciones. Se había empeñado mucho en lograr sus objetivos y pensó en darle una sorpresa en cuanto tuviera vacaciones.
Espero su votos y comentarios. Les mando besos y bendiciones.
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necesidad de ti
Historical FictionLeonor es una chica con un gran reto, sacar adelante su hacienda para no depender de nadie, después de la muerte de su padre, el decomiso implacable del ejército a su propiedad por las deudas de su padre y la mala fortuna de haber pasado por la verg...