Tus manos

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Lamento la demora, no presentaré una lista de excusas, solo les pido su paciencia, terminaré las historias que no he terminado, lamento la demora.

La mesa estaba adornada con un centro de mesa rejillado, era un trabajo fino que hacía parecer que estaban de fiesta, no obstante no había grandes cuadros que denotaran la riqueza de ese tipo de casonas. Sin embargo no dejaba a la vista mayor descuido, tal vez en un par de años Leonor pudiera colgar sus propias pinturas, por ahora el mantenimiento de las misma, de su gente y sus tierras casi podía decirse estaban al día.

Leonor se sentía orgullosa pero sabía ser humilde puesto que sin esas monedas no habría ganado lo suficiente hasta apenas este año para ir la llevando. La joven se presentó en el comedor con las mejillas cargadas de color ante un Carlos fresco y nervioso.

— Amalia se ha disculpado, comerá con su esposo.
— ¡Oh! -fue todo lo que dijo.

Se dirigió a su lugar y Carlos le acomodó la silla, absorbió el aroma de recién bañado con sus fosas nasales. Tal vez solo era jabón pero en su piel hacia una mezcla única y agradable, aquella esencia que ella conocía muy bien. Tan familiar como la paz que le transmitía.

Sentirse particularmente nerviosa con el no era algo común, tal vez fuera un afecto de lo ocurrido en la habitación o tal vez la forma en que Carlos le había tomado de la cintura dónde aún sin quererlo le transmitía su calor, su deseo de acercarse de una manera diferente aunque al tocarla de aquel modo no hubiera tenido esa intención puesto que la respetaba.

La comida fue lo de menos en aquel momento, todo tenía algo especial aunque a Carlos se le antojaba Leonor, no de esa manera depravada sino simple devoción que demostraba por la chica. El joven que había besado los labios de Leonor no existía en aquel momento, solo ella, sus lindas manos, su lindo cabello, sus hermoso rostro, sus finos labios hasta que...

Apareció José con la mirada dura, con el porte extremadamente erguido a causa del enojo que cargaba consigo. Tan habitualmente pulcro como se esperaba ver pero con un hilo de sudor en al frente. El pañuelo en el bolsillo malamente acomodado, Amalia Barena detrás de él sin mucho afán por detenerlo como de observar hasta donde podía parar aquello, el joven llevaba buenos aunque gastados zapatos un pantalón obscuro y una camisa en color beige, nada parecía nuevo. Carlos lo miró con cierta contención.

Barena se sopló las uñas para que Carlos la viera y entonces si que soltó su mirada asesina. Leonor elevó su mirada en el mismo instante que le sintió entrar y con la misma velocidad la bajo, tratando de pensar que iba a decir el muchacho y como lo iba a resolver. Carlos despidió con aquella mirada a Barena que se limitó a salir y esperar de ahí pero no alejarse de la escena.

— Buenas tardes -saludo Carlos haciendo acopió de toda la educación y civilidad que poseía.

José le miró de arribabajo. — Buenas tardes.

— No sabíamos que contaríamos con su presencia...
— Tal vez porque no estoy invitado -respondió no esperando a que terminará de decir su elocuente oración.
— He debido hacerlo -dijo entonces Leonor, con voz sumisa- pero esperaba que pudiera ser mañana.

José la miró aún con más coraje, y la joven se limitó a voltear hacia Carlos y Carlos no dejaba de ver al joven en cuestión. Tenían más o menos la misma altura y quizás el chico un poco más musculoso que Carlos.

— No te disculpes Leonor, tu amigo debería anunciarse antes de entrar y no exigir de ti absolutamente nada.

Entonces el joven le miró con amargura antes de decir...

— Debería hacer entonces según su palabras -en este punto lo que menos le importaba era ser amable ni con el ni con Leonor así que dijo-, ¿Quién es éste Leonor que me ha retado en la mañana? Primeramente pensé que se trataba de un pariente tuyo pero sino lo es; qué le da el derecho de echarme de aquí y de ofenderse porque te enamoró.

— Nada tienes que responderle Leonor.

Ya estaba dirigiéndose a José con intención de echarlo de la casa pero...

— José es mi amigo y se merece una explicación.
— No, yo no soy tu amigo Leonor, porque no sé nada de ti pero te quiero y no me agrada la idea de que te estés burlando de mí.

El joven dió media vuelta para retirarse.
— ¡José! Espera.

Leonor le detuvo tomándole del brazo y Carlos a Leonor para decirle que dejara que se fuera.

Leonor siguió al muchacho y Carlos tuvo que plantar su pies en el piso para no detenerla, porque José tenía razón; aunque quisiera tener algún derecho no tenía ninguno, cerró los ojos y pensó en ese instante en la visión de Leonor semidesnuda en la habitación y la sola idea de que otro hombre pudiera verla así la hizo hervir la sangre pensando en que se había alejado de ella y la había dejado ahí libre para que otro ocupará su mente y corazón.

Barena surgió de algún rincón de la estancia contigua y siguió a los jóvenes y no sabía que tan bueno podía ser que aquella entrometidoa les siguiera pero valía la pena dejarla ir porque si era necesario buscaría respuestas en ella.

Una vez cruzó José cruzó la puerta principal con pie fuera de la casona Leonor le advirtió:

— No voy a buscarte si te vas y... la explicación que te ofrezco no te la daré jamás ya que no deseas escucharla.

José se detuvo, giró para mirar a una Leonor decidida a cumplir su palabra.

— Sé bien que no tengo que ofrecerte y que el capricho de besarte y de tenerte no será más placentero que el dolor de perderte o de compartirte o alimentar tu ego, no quiero ser un juego.

— No lo eres -contestó Leonor y José supo que era verdad, que cualquier explicación que la joven le diera sería cierta pero había en sus ojos un cariño muy grande por aquel hombre y no sabía si él sería capaz de ganar.

— Lo sé, pero ahora necesito irme, no es otra cosa ahora mismo que, por vergüenza.

Leonor asintió, pensó en él y al mismo tiempo en Carlos que la esperaba a la mesa, recordó además de que hacía unas horas Carlos la había notado medio desnuda y en cierto grado habría de elegir sus palabras si es que pensaba alguna vez decirlo a José que de alguna manera sentía que el joven tenía derecho de saberlo, Leonor nunca había besado a nadie antes y sentía que había algún tipo de noviazgo entre ellos. Amalia vio al joven irse y a Leonor discurrir en su cabeza lo que estaba sucediendo así que trato de resolver por ella un problema que ella misma de alguna manera había suscitado.

— Lo que sea que tenías con ese chico se ha acabado, tú y él lo saben aunque pueden seguirse besando.

— ¡Amalia!
— Es la verdad.
— Eso no es cierto.
— Lo es, te celará, dudará como ahora, te lastimará y se lastimará, porque son de mundos diferentes y aunque no tienes padres que se opongan las diferencias cada vez serán más evidentes.
— Cállate quieres.
— Entonces... ¿se casarán?
— No
— Ahí tienes tu respuesta.

Leonor la miró enojo lo mismo que con dolor, quería a José, de esa forma inocente y dulce de un primer amor pero... No podía olvidar que para la sociedad ella ya estaba marcada y por muy bueno que fuera el joven probablemente no querría formar una familia con ella y de quererlo cargaría con su pasado a cuestas.

Espero que les haya gustado este capítulo.
No olviden dejar sus votos y comentarios que son los que motivaba continuar escribiendo.

necesidad de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora