Castigo físico

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Un capítulo extra a petición de: GildaCarolinaAlfonzo espero que te guste.

El sabor del jabón en su boca era algo que había casi olvidado, pero que ese momento le pareció tan reciente; Carlos estaba furioso así que la joven se echó atrás, ¿qué haría? Carlos se quitó el chaleco que llevaba puesto y se puso las manos sobre el cinto, se sintió tan pequeña, tan vulnerable que a punto estuvo de desmayarse cuando al dar un paso más hacia atrás se dio cuenta que estaba al pie su cama, sintió que moriría de terror sin saber bien el porqué o tal vez por la certeza que podía sentir pero que no se atrevía a aceptar de que Carlos sería capaz de agredirla. Carlos la apresó en sus manos y soltó un gritito de espanto pese a que no se creyó capaz de emitir sonido alguno.

Sintió su calor de hombre, la fuerza de su cuerpo y la intención de sus manos, y suplicó. Carlos era grande, fuerte, dominante lo había visto ser así antes pero jamás en ese contexto pese a que en repetidas ocasiones había dudado de él nunca hubo un motivo real y que ahora estuviera en aquella situación era verdaderamente traumático.

— Carlos por piedad, no me hagas esto.

A Carlos casi se le caía el mundo encima por lo que acaba de hacer y sintió que ya no había tiempo para detenerse, estaba dominado por su propio deseo, por lo celos y la impaciencia. Por su hiriente rechazo y su desprecio.

— Por favor Carlos, por favor -apenas y podía suplicar, mientras podía sentir que Carlos estaba desabrochando su vestido y ella no era capaz de mover ni el más pequeño dedo de sus delicadas manos y ni uno solo de los músculos de su cuerpo y entonces lloró.

—No voy a hacerte daño, pero no quiero parar, no puedo -al hombre le temblaban las manos y no por ello en sus actos había menos decisión. En sus palabras había verdad, no sabía cómo detenerse y no deseaba hacerle daño pero no estaba seguro de cumplir con lo primero que había dicho como lo estaba de lo segundo.

— ¡Carlos! -los labios le temblaban, su boca estaba casi seca, él no era así, este no era él, no podía serlo; ella confiaba en él ciegamente pese a sus palabras y sin embargo así estaba con sus manos abriéndose pasó, rompiendo algunos botones y tocando inapropiadamente su cuerpo.

La puerta se abrió entonces y Amalia apareció en el lugar.

— ¡Largo de aquí! -ladró Carlos y por muy temperamental que era Amalia obedeció, no le dio tiempo de ver el terror del que era presa Leonor y creyó que había interrumpido al hombre que por fin conseguía lo que tanto anhelaba.

Amalia se sentía azorada porque era incómodo interrumpir a una pareja hasta para ella. Mientras que Leonor había visto con terror como la puerta se cerraba tras Barena. Sintió entonces las manos de Carlos ya debajo del vestido, en su espalda tocando las telas que aún cubrían su piel del exterior.

La escuchó Barena emitir un gritito y pensó que en ese mismo instante Leonor había perdido su virginidad, no la virginidad que todos pensaban ya le habían arrebatado antes, sino la de su entrega plena como mujer y aún así se sintió impresionada más que satisfecha y se fue.

Carlos se alteró con aquel sonido, se perturbó como nunca antes en su vida creyó que podría transtornarse, casi gritó y sintió que podía llorar allí mismo pues todavía estaba bajando a jalones  el vestido y ella no dejaba de mostrar terror ante sus movimientos, este no era él. ¿Qué lo dominaba...? No podía entenderlo, no podía, él la quería, Carlos la había protegido y ahora sucedía esto.

La quería como nunca había imaginado que podría querer a ninguna mujer, él había decretado que esperaría hasta el día de su boda para besarla, para tenerla y amarla; tal vez esto consistía en que solo era un hombre y verla en los brazos de otro, dirigiendo sus pensamientos a él, sintiéndola perdida es que había perdido la cordura.

— ¡Carlos! - surruró una súplica- por favor tú no, no -cuando Carlos la jaló en las escaleras y ella terminó sobre su cuerpo se sintió nerviosa pues el había ejercido fuerza innecesaria y ella perdió el equilibrio, se sintió vulnerable y confundida en vista de la discusión que habían tenido. Cada palabra que había dicho Leonor fue producto de sus nervios alterados porque en realidad estaba sufriendo por lo sucedido con José, además de que había cierta tirantez desde que el había visto a la joven semidesnuda en su habitación, al entrar él nuevamente sin pedir autorización en su habitación había detonado aquella sarta de acusaciones que habían transformado a Carlos en un torbellino de furia.

— Cállate Leonor -y dicho esto, bajó su mano y comenzó a jalar el vestido hacia arriba y pudo sentir como palpitaba con más fuerza su erección, su misma conciencia le gritaba que sino se detenía ahora ya no lo haría...
lo hizo, se arrancó de su cuerpo casi en un grito.

Estaba furioso consigo mismo y asustado, asustado de sí, de haberla perdido para siempre porque un demonio se había apoderado de él y le había llevado más tiempo del esperado dominarlo. Leonor no paro de llorar tratando de cubrirse con desesperación pero al mismo tiempo parecía impotente, pese a que no había logrado moverse para defenderse del asalto había dejado todas sus fuerzas para resistir aquel episodio. De forma súbita Carlos tomó la mano de Leonor que acababa de adquirir un tono pálido, un gemido de sorpresa y miedo escaparon de sus labios; se quedó quieta porque no había fuerzas en ella para hacer algo para defenderse y las lágrimas corrieron por su rostro con mayor velocidad. Recordó como se había defendido de Rigoberto, había luchado en su contra y en cambio con Carlos no había podido, no había podido y eso le había destrozado más el corazón, se sentía culpable por no pelear más, tal es que ella nuca se había visto luchando con él porque aunque quería hacerlo la sola idea de tocarlo le asustaba aún más, como si al hacerlo aquello no fuera una pesadilla como deseaba que fuera y sería aún más real.

Carlos no se había quitado ninguna prenda, no había aflojado ningún botón ni desatado su cinto o movido algo en su pantalón salvó el maldito chaleco pero sentía que la había violado y entendió lo que había sentido Julián aquella vez con Viviana en el cuartel y tuvo miedo. Mucho miedo porque aunque no había llegado tan lejos lo que había hecho era más que suficiente para perderla para siempre.

Leonor cayó en una debilidad de muerte y se desmayó, lánguida cómo estaba era de esperarse, Carlos se asustó.  Se levantó, se lavó la cara las manos y se dispuso a acomodar las ropas de Leonor que por más que ya había intentado la muchacha logró muy poco. Carlos sabía que hacer; no sabía si Amalia volvería pronto o no pero no podía dejar a Leonor sola en aquel estado, estaba seguro que Amalia no se había dado cuenta de lo que en realidad estaba sucediendo. Lo único que hizo después de recomponer aquel triste vestido fue abrazarla, dándole el consuelo que quería, incapaz de sentir ni entender.  El hombre estaba asustado de sí mismo, de sus demonios, de un pasado que no le pertenecía pero le perseguía y entendiendo que el consuelo no era para ella sino para su propia persona.

Carlos se removió y se alejó de la joven tomó su pulso porque aún estaba inconsciente (Cerró los ojos pensó en su madre, una joven a la que habían violado, pensó en su padre y ahí estaba materializado todo el miedo que jamás había abandonado su corazón, ese que le decía que algún día sería como él y ahora estaba pasando), quería tocarla de nuevo y mirarse en sus ojos como tan solo días atrás en los que ella invitaba su sentir, su tormento. Hubiera querido todo y nada, incluso deseó que ignorara su vida, pensó entonces que debía irse lejos para siempre, lejos de ella, lejos de ahí.

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