Capítulo Cinco: El Báratro

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Cuando Sakura bajó del avión, un mes después de su boda, Mebuki Haruno se abalanzó sobre su hija de golpe, en un abrazo que compartieron con extremo afecto. Los dos matrimonios Uchiha estaban esperando junto a los padres de su nuevo familiar, viendo cómo ellas se apretujaban la una a la otra en una muestra de su amor, y los choferes de los dos autos habían entrado al avión privado para ayudar a sacar el equipaje a la aeromoza y a los pilotos. Traían varias bolsas y cajas además de un par de maletas nuevas. Casi hasta el final, cuando todos estaban muy ocupados saludando a la heredera de Perséfone, Sasuke bajó las escaleras con un teléfono al oído y un maletín en el hombro, en el cual llevaba una computadora. Él estaba de traje, como siempre, y apenas miró a sus suegros les hizo un gesto de saludo al alzar su mano derecha de forma bastante indiferente, aunque sin ser grosero del todo, pues estaba ocupado. Los padres de Sasuke e Itachi esperaron a que él colgara la llamada para poder aproximarse y darle lo que consideraban un saludo apropiado y respetuoso, muy frívolo para ser familia, hasta que su madre le besó la mejilla con extremo afecto.

—Lamentablemente, el negocio no descansa —dijo, Sasuke, tras acercarse al grupo—. Temo que tendré que ir rápidamente a la oficina, así que les pido que vayan a comer sin mí. Sakura apenas probó el desayuno.

—Esposo, tampoco comiste mucho —aquel mote, un poco extraño a los ojos de la rubia, hizo que Sakura captara la atención de su madre.

—Estaré bien, comeré algo en la oficina mientras atiendo sus ridiculeces. Como sea, manténganse ocupados un par de horas, los alcanzaré más tarde —señaló, revisando de forma distraída su teléfono celular—. Espero que no les importe que tome el carro de los señores Haruno, ya que es más pequeño. Ustedes podrán moverse con el resto de la familia, además me llevaré a Itachi.

—Está bien, señor Uchiha —contestó, Kizashi—. Supongo que Sakura nos pondrá al día de su viaje por sí misma.

—No hay mucho que decir, Italia sigue siendo Italia —dijo, Sasuke, distraído. Después alzó la mirada, dándose cuenta de que estaba con personas, como si no lo hubiera notado antes, y suspiró un poco cansado de sí mismo—. Discúlpenme. Veámonos en el lobby de las oficinas, de lo contrario olvidaré que debo salir de ese lugar, y no quiero dejar de lado a toda la familia por el día de hoy.

—¿A las cinco de la tarde? —preguntó, Sakura, tranquilamente.

—Ni un minuto más —afirmó en respuesta y, entonces, su mano se extendió al mismo tiempo en que él atravesaba al grupo, hasta alcanzar el rostro de su joven esposa, donde pudo estrujar su mejilla y acomodar el mechón de cabello tras su oído, haciéndola sonrojar—. Nos vemos más tarde.

—Sí, que te vaya bien —respondió, viéndolo alejarse antes de notar la atención de todos en su ser, lo que le hizo dar un respingo—. Así es como se despide de mí, ¿sí?

—Siempre supe que Sasuke-sama era tímido y poco afectivo en público —empezó, Izumi—, pero admito que me sorprende... ustedes vuelven de su luna de miel de un mes y se despide con un mimo, ¿nada más?

—Deberías ver cómo me saluda —suspiró, la aludida, un poco agobiada—. Solo pone su mano en mi espalda y dice "hola", no es gran cosa.

—Pero son esposos —rezongó decepcionada, su cuñada.

—Sasuke-sama no es así —murmuró, notando que, si bien sus suegros no estaban interesados, su madre sí que la estaba mirando—. Acordé tutearlo solo en confianza y en persona... todavía no me acostumbro a esto, aunque estemos casados, ¿sí? Además, apenas convivimos en nuestro viaje.

—¿De qué hablas? —cuestionó, confundida, su madre.

—También tenía negocios en Italia, así que, aunque salía a pasear conmigo solía tener también citas de negocios o llamadas, por lo general me dejaba pasar un rato con las esposas de las personas con las que hablaba... no fue gran cosa.

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora