Capítulo Trece: Hímero del Deseo Incontrolable

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—He estado pensando en la esposa de Sasuke-sama —las repentinas palabras de Sakura hicieron que las mujeres en el jardín de la mansión Uchiha se ahogaran. Izumi, quien recientemente había sido autorizada a caminar tras el parto que sucedió una semana posterior a San Valentín, la miró con total incredulidad. Junto a ellas estaban Hinata y Tenten, venían a visitar a la nueva madre y al recién nacido que dormía en su cuna.

—En... ¿en la esposa de Sasuke-sama? —repitió ella, mirando con precaución a las otras dos para aclararles que debían ser prudentes—. Sakura, ¿por qué pensarías en eso?

—Me estaba preguntando si ella realmente lo odia, como Sasuke-sama cree —ante esta información, las dos acompañantes abrieron sus ojos, no entendiendo la situación. Izumi tuvo que llevar una mano hacia la menor, intentando contenerla—. ¿Quién odiaría a Sasuke-sama?

—No creo que ella lo odiara —sin embargo, Hinata le respondió—. La... señora Uchiha, ella... nunca me pareció que fuera el tipo de mujer que pudiera odiar a alguien.

—Me atrevo a decir que parecía una chica inocente —agregó, Tenten—. Ella hablaba del señor Uchiha de una forma muy solemne. Es decir, su relación verdaderamente era extraña y parecía claramente forzada, lo que sucede con los matrimonios arreglados —explicó, haciendo que Sakura comprendiera que ellas no conocían la verdad detrás de esa relación—. Pero, a decir verdad, creo que ella tenía mucho respeto por el señor Uchiha.

—¿Por qué crees que lo odia, Sakura? —de repente, ella recordó que eso no lo sabía el público, y se arrepintió de sus palabras.

—Es algo que Sasuke-sama dijo una vez —mintió—. Dice que ella debe odiarlo tanto que, cuando vuelva, seguramente le pedirá el divorcio —se encogió de hombros, ante lo que las dos mujeres Hyuga se miraron entre sí—. Pero, ¿saben? Yo realmente creo que él está sufriendo sin ella... hay días en los que sus ojos tienen cierta tristeza.

—Cualquier hombre que no pueda lograr que su matrimonio se sienta sólido será siempre un hombre desdichado, Sakura —respondió, Izumi—. No creo que ella vaya a divorciarse de él, pienso que, en el fondo, su esposa también lo quiere.

—¿Sería tan malo que ellos se divorciaran? —se apoyó contra la mesa y levantó la mirada a los árboles que las rodeaban, ensimismada—. Pienso que, si él se divorciara, entonces podría quitarse el anillo y vivir su vida con más tranquilidad. Tendría la oportunidad de conocer a una mujer buena para él, que no le permitiera sentirse solo...

—Eso no tiene importancia para él —contestó la mayor—. Para Sasuke-sama solo existe una mujer, la buscó durante toda su vida y no renunciaría a su amor, aun cuando renuncie a ella.

—¿Qué significa eso? —preguntó, Hinata.

—Significa que, aun si eso lo mata, él siempre amará a su esposa —explicó—. Y, si ella lo odia y quiere separarse de él, entonces él concederá sus caprichos, porque no es capaz de forzarla a su lado si eso la hace infeliz.

—Es un buen hombre —murmuró, nuevamente, la más joven de ellas. Izumi no pudo evitar sonreír ante sus palabras.

—Peor —afirmó, alzando una ceja—. Es un caprichoso Dios griego enamorado.

Capítulo Trece: Hímero del Deseo Incontrolable

Sakura lo supo inmediatamente, al entrar a la casa. Era tarde, así que las luces tenues alumbraban puntos estratégicos de su casa, y el mayordomo la había recibido con muy buena cara. Habían pasado diez días desde el baile, así que el mes pronto encontraría su fin, pero había algo que a ella la mantenía intranquila desde entonces. Su corazón latía fuertemente cuando se encontraban a solas, el estómago daba una voltereta y su rostro se sentía caliente. Sin embargo, Sasuke había vuelto a su carácter frío y parecía querer evitarla algunas veces, pero sus esfuerzos eran demasiado evidentes. Ella se había quedado sola seis de diez noches, con el personal esencial, mientras él desaparecía con pretextos de negocios que le obligaban a estar fuera durante parte de la noche y hasta altas horas de la madrugada. Ella se había dado cuenta de que llegaba a las tres o cuatro, mientras dormía, como si se escondiera. En esta ocasión no había una excepción y, bueno, la idea de que él no tenía intenciones de mirarla la hacía sentir terrible. Comenzaba a preguntarse si había dicho o hecho algo inapropiado en la fiesta, lo que le recordó que él no quería asistir en primer lugar y, bueno, simplemente fue a su habitación, pero resultó imposible conciliar el sueño.

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora