A la distancia, mientras admiraban un gesto íntimo y minúsculo, el corazón de Mebuki Haruno se apretó en un desespero ocasionado por la impotencia. La mujer se esforzó por apartar la mirada, sacudiéndola a sus costados y buscando un sitio al cual huir, pero su marido la tranquilizó al colocar una mano en su espalda, así que ella lo miró a los ojos y los dos se entendieron en silencio. Por otra parte, los Uchiha habían fingido no haber visto nada, pero todos se sentían atentos ante lo que acontecía en la distancia. El orgullo de la familia se mantuvo en silencio por la prudencia que debían rendir a los padres preocupados, pero era evidente que esa chica tenía una perspectiva muy distinta a la de sus propios progenitores. Sakura Haruno era una adolescente que estaba asumiendo la responsabilidad de las vidas pasadas, como se suponía que hiciera desde el principio, e intentaba enmendar el daño que tanto ella como sus parientes deidades ocasionaron a un hombre que, a decir verdad, nunca fue malo ante sus ojos. Así, con su aspecto etéreo de doncella de las estaciones lo miró hacia arriba, a un hombre joven de apariencia dura como hierro que ocultaba con un temple imperturbable el temblor de su alma, mientras los ojos adolescentes de las damiselas que conocían la historia de un compromiso arreglado admiraban impetuosos al que, concluyeron en ese momento, debía ser el infame prometido de la ahora víctima de chismorreos recién graduada, quien se ganó la atención por la noticia de su compromiso.
—Ella destaca donde sea, por lo que sea que haga —la voz de Fugaku hizo que la mirada de Mebuki se posara en él—. En nuestra familia todos hemos tenido una crianza extensa sobre la cultura griega, muchas de las cosas desmentidas por nuestro señor. Pero, tratándose de su esposa, siempre fue bastante claro al decir que ella sería destacable sin importar cuál fuera su cuerpo.
—Hades siempre ha tenido aspectos serios e imponentes —explicó, Mikoto, con tranquilidad—. Él siempre dijo que sabría que se trataba de ella con verla un instante. Por todo lo que sabemos de nuestra señora, Sakura encaja a la perfección. No es que sea el perfecto "material de esposa", es que ella simple y sencillamente está destinada a ser su esposa —así, las manos de la mujer acudieron al brazo de su marido, apoyando sus palmas en él—. No lo tomen a mal, pero esto resulta ser una conclusión inevitable.
—Sakura es una niña —respondió, Mebuki, con su voz rasposa, intentando mantenerse firme a pesar de la debilidad en esta.
—Tiene dieciocho años —contestó Itachi, sin previo aviso, ganándose así una mirada letal de parte de la mujer—. Señora Haruno, su hija no es una niña. Tal es el caso que ella misma está asumiendo el rol que le corresponde.
—Se le está forzando...
—Querida —Kizashi Haruno la interrumpió, intentando detenerla—. Lo hemos hablado... no estás conforme, como yo tampoco lo estoy, pero es Sakura quien lo está aceptando.
—Ella no sabe lo que está haciendo.
—Nuestros brazos están atados, y si queremos seguir en su vida debemos contenernos —un suspiro intranquilo brotó de sus labios—. Sin embargo, solo quiero asegurar algo a su familia, señores Uchiha: si, por algún motivo, él o cualquiera de ustedes le hace algún tipo de daño a nuestra hija, no me asusta la muerte —una sonrisa se posó en los labios de Mikoto.
—Por supuesto —concluyó, tranquila—. No tienen que preocuparse ya que, a pesar de que no puedan verlo, nosotros sí: nuestro señor la ama demasiado para querer lastimarla.
Capítulo Cuatro: Antesforia
A los pocos días del inicio del mes de septiembre, Sakura se encontraba sentada en la inmensa cama de su habitación en la casa Uchiha. Su dormitorio tenía una decoración que le hacía pensar en los sueños de princesa de una niña, aunque con un aire un poco más maduro. Es decir, su cama al menos no tenía un velo, pero sus muebles eran de un estilo clásico en colores pálidos y lo más brillante resultaba ser en tonos rosados muy finos, como si hubiese sido cuidadosamente seleccionado para dar el aire de una señorita con ilusiones color pastel y... bueno, sí lo era, pero esto parecía ser excesivo cuando recién lo vio. Por fortuna ya habían pasado dos meses desde entonces, así que se había adecuado al cambio rotundo entre su habitación de decoración minimalista en casa de sus padres y la producción de película que tenía en la mansión Uchiha. Sí, había resultado bastante incómodo vivir aquí y, a decir verdad, Mebuki se había quedado un par de semanas con ella, durmiendo juntas, mientras se aseguraba de que una habitación cercana quedara lista para ella y su esposo, al menos para quedarse tranquila, aunque al principio no lo quería. Ahora, un sábado por la tarde a finales del verano, ella había estado leyendo una revista para chicas en la privacidad de su dormitorio. Desde su mudanza había sido adoctrinada en las distintas costumbres del clan Uchiha, el cual no resultaba ser demasiado ceremonial, pero tenían un culto particular hacia la deidad máxima del inframundo, a quien le rendían tributo aun cuando este se encontraba entre ellos, como si Sasuke no fuera su reencarnación, aunque a ella no le pidieron que se uniera a esto, sino que era más bien una explicación de lo que pronto se añadiría a las costumbres familiares... era raro para una chica de dieciocho años.
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1600 Primaveras para Hades
Fiksi PenggemarLos Dioses del Olimpo emprendieron una aventura saltando entre cuerpos humanos para aparecer en la tierra, al azar, como seres comunes y corrientes que traen grandes fortunas a las familias donde nacen. El único problema es que dejaron a alguien atr...