Capítulo Dos: Muerte

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Dos años antes de la reunión entre las familias, Sasuke Uchiha llegó a París en compañía de su hermano mayor. El viaje había sido agotador y estaba destinado a ser una parada rápida, mientras ellos caminaban con sus trajes negros hechos a la medida. La institución se encontraba en las afueras de la ciudad del amor, tenía el aspecto de un château y contaba no solo con aulas, sino dormitorios, un gimnasio en la parte trasera y sus propias caballerizas. Era evidente que esta debía ser una de las escuelas para señoritas más caras en el mundo, así que no le quedaba duda de que la familia de esa chica tenía la capacidad para pagarse bastantes lujos, aunque también había escuchado que su inteligencia le hizo merecedora de una cuantiosa beca. Como fuera, no estaba interesado en la escuela, sino en confirmar la presencia de esa criatura a la que estaba persiguiendo como un cazador desesperado por comer algo. De esa forma ellos terminaron entrando a la oficina de la directora, donde la engatusaron con la promesa de una inversión o posible donación si se les convencía de llegar a ello, siendo algo que se convirtió en una cita de veinte minutos antes de que la mujer llamara a una orientadora para que esta llevara a los hermanos a ver todas las instalaciones.

Si bien el objetivo era, con ello, realizar la búsqueda encubierta más inteligente del universo, resultaba que el destino decidió que eso no era necesario: cuando la puerta doble de madera se abrió detrás de ellos, casi en un accidente, un aroma a flores se apoderó de la habitación. Ah, pero no era que eso hubiese sucedido, ¿cierto? No. Era él, Hades, el único en la habitación que era capaz de reconocer la esencia de la primavera en los escasos centímetros que se abrió la puerta para que una cara blanca se asomara, con una cabellera rosada y abundante que caía a los costados de su rostro, mientras sus ojos verdes y grandes curioseaban en búsqueda de quién sabe qué cosa, hasta que ella miró a la directora sentada en su escritorio, con dos hombres frente a ella, y sus mejillas se volvieron rosas tan rápido que no pudo disimular su vergüenza. Para ese momento los ojos negro azabache del heredero ya se habían plantado en su expresión de dieciséis años, en la inocencia que se ocultaba detrás de su mirada virginal y sus labios rosas que habían masticado las semillas de un fruto del inframundo en una vida muy lejana. Nada en él lo demostró en ese momento, pero su corazón se había acelerado con desespero al reconocerla tan rápido. Era igual que aquella ocasión, cuando la vio por vez primera y se la llevó en contra de su voluntad. Esa niña encantadora era, sin lugar a duda, la esposa que lo abandonó, la misma a la que reclamaría por la eterna primavera que lo había hecho sufrir.

—¿Pasa algo, Sakura? —preguntó la mujer con su idioma nativo, cosa que resultaba complemente comprensible para ambos japoneses.

—Lo lamento, directora —expresó en un perfecto francés, aunque había hecho una reverencia japonesa—. Quería hablar con usted sobre las propuestas del comité, pero podemos esperar. No pensé que fuera a interrumpirla.

—Está bien, puedes regresar con ellos, yo te alcanzaré más tarde —así, tras ese simple intercambio de palabras ella desapareció de nuevo, y Sasuke se levantó de forma inmediata.

—No será necesario que nos muestren nada —dijo, el joven—. He tomado mi decisión.

Capítulo Dos: Muerte

La hija del matrimonio Haruno, que había mantenido su cabeza gacha en todo momento, alzó rápidamente su mirada de enormes ojos verde jade hacia ese hombre, aunque su rostro seguía en paralelo al suelo. De cualquier forma, ella poseía unos orbes tan expresivos y honestos que era sencillo darse cuenta de que estaba sorprendida por el hombre que reclamaba su mano en lugar de solicitarla amablemente y, apenas registró cada ápice de su nuevo rostro, ella alzó por completo la cara para dejar que todos la miraran. Era una adolescente que apenas había cumplido los dieciocho años, así que su juvenil belleza le daba un aspecto ligeramente adorable a su tez blanca. Como se ha dicho antes, aquellos jades que llevaba como ojos eran enormes, de un color precioso y brillante que habían despertado con la sorpresa de reconocer a su contraparte. Además, tenía una abundante cabellera rosada, larga hasta la mitad de la espalda, arreglada para que enmarcara la obra de arte que era su rostro. Se había puesto mona para la reunión, ¿no? Tenía un poco de rubor en sus mejillas y un brillo labial rosado en sus labios, algo que los hacía destellar con la luz. Llevaba un vestido color menta, sin mangas, que se amarraba a su cintura con un moño blanco, justo como el chal que usaba encima y sus zapatitos de piso, abandonados en la entrada del hogar. Su diadema tenía flores y Sasuke pensó que eso era trágicamente familiar.

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora