Capítulo Dieciséis: Peito para la seducción

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Hades y Perséfone nunca se dijeron aquello el uno al otro, pero lo asumían. Quizá evitaban decirlo porque temían no tener la capacidad de ponerle un alto después. Si admitían su amor en voz alta, incluso en privado, ¿qué los detendría de hacerlo frente a todo el mundo? Eso, a Deméter, la enfurecería... eso, ante ojos del resto del mundo, sería una debilidad de parte del dios de los muertos. No podían permitírselo, así que cuando estaban solos ella lo miraba y extendía sus brazos para hacerlo subyugarse ante su desnudez y arrastrarlo a una agonía deliciosa entre sus piernas. Quizá era por eso que él nunca le había podido decir a Sakura que la amaba, porque no sabía lo que sucedería luego y, al escucharla decir tan fácilmente que estaba enamorada de él, había destruido todas sus defensas, lo había mirado con dolor y le imploraba que la considerara una mujer digna, ignorando que era lo único que él encontraba en ella.

El brazo derecho de Sasuke rodeó la minúscula cintura de Sakura, su mano izquierda se extendió sobre su espalda desnuda y su boca se abrió hambrienta, lo siguiente que sucedió fue que ella se derritió ante todo aquello, moldeándose al antojo del mayor mientras correspondía a sus actos y se colgaba de su cuello como una chiquilla, hasta que sus labios se encontraran en un evento fortuito que despertaría a Spica de un sueño inducido por la negación de un hombre terco como una mula. Sus cabezas estallaron hacia el cielo despidiendo una nebulosa brillante de colores purpúreos cuyas estrellas resplandecían en detonaciones que las hacían morir una tras otra, verdes y amarillas, despertando a nuevos cuerpos celestes con el mismo destino, como el resultado del incesante movimiento entre sus labios y el calor que brotaba entre sus respiraciones, atolondrándolos a causa de un amor que se mantuvo mudo por demasiadas vidas. Así, las manos de Sasuke apretaron su piel blanca, mientras las de ella se resbalaban y volvían a sostenerse de su espalda para asegurarse de que no fueran a separarse, porque sentía que iba a desaparecer si lo soltaba.

Cuando hubieron perdido tanto el aliento que fue necesario que se apartaran un poco para poder tomar aire, ella decidió que no había tiempo que perder, y aun con su deficiencia de oxígeno llevó sus manos a separar los botones que mantenían la camisa cerrada, mostrando un mayor entusiasmo del que él habría anticipado en ella. Sus labios húmedos, enrojecidos por los dientes que se arrastraron en ellos, encontrar un punto dulce en su cuello, besándole la piel sensible mientras jalaba la camisa hacia arriba para desfajarla y ayudarlo a librarse de ella, decidida. Al pobre hombre le temblaron las piernas, víctima de una chica cuatro años menor que él, una virgen que nunca había estado con un hombre e intentaba empujarlo hacia su cama.

Capítulo Dieciséis: Peito para la seducción

¿Qué demonios pasaba? Sintió las piernas chocar contra la cama, las rodillas doblándose al caer sentado en el mullido, y aquello lo obligó a mover rápidamente sus manos hasta la cintura de ella, deteniéndola de subir sobre él, porque no sabía cuánto tiempo seguiría cuerdo si continuaba así.

—Espera, detente...

—Está bien, Sasuke-kun —murmuró, sosteniéndolo del rostro con sus manos—. No te preocupes... estoy lista —asintió, sonriéndole cálidamente—. Si se trata de ti, quiero hacerlo. No puede ser un error, ¿entiendes? Me hará muy feliz —pequeña manipuladora.

—No entiendes, yo no puedo hacerlo —negó con la cabeza.

—Otra vez con eso... creí que lo entendías —suspiró, inclinando el rostro hasta hacer que sus frentes se tocaran—. Por favor, no hagas esto.

—No se trata de ti —mintió, para subir con cuidado su mano, hasta su cuello—. Es asunto mío, ¿sí? Así que... relájate un poco.

—... ¿tu esposa? —preguntó, claramente entristecida.

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora