Capítulo Once: Aedea

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Era tarde, por la noche, y la habitación frente al dormitorio principal estaba casi lista. Dos años atrás, podía recordar que ella dormía en esa misma recámara. Recordaba haberla visto en un par de ocasiones, pero procuraba no invadir su espacio. En esta ocasión, Sasuke Uchiha cruzó el pasillo que dividía el segundo piso del departamento y encendió la luz, para admirar por unos minutos los cambios que ella había elegido. En retrospectiva, cayó directamente en su memoria que en esa habitación había varias fotos de la infancia y adolescencia de Sakura. Ella tenía fotografías con sus amigos de todos los niveles educativos, además de su familia. Recordaba haber visto una foto junto a la Torre de Pisa, durante su luna de miel, lo que le recordaba que no se habían tomado muchas fotos juntos, excepto por los eventos sociales a los que tuvieron que asistir y que prácticamente eran fotografías de prensa. La única que ella tuvo en su habitación fue la de un desayuno en Roma, la mesa estaba tan exquisita y el desayuno se veía excelente, así que ella le dijo a un mesero que tomara la fotografía, pero sin importar lo radiante de la sonrisa de su esposa él se mantuvo estoico, mirándola de soslayo, con la mesa como barrera y, al final, no entendía por qué le había gustado esa foto, entre todas. Al final hizo que la quitaran, pues las alianzas aparecían en sus manos y eso dejaría en evidencia el matrimonio que intentaba ocultar.

Cuando se dio cuenta, él ya estaba en el interior de la habitación. Sakura había dejado todas las fotografías en su lugar, o las había cambiado para tenerlas por ahí, a pesar de que no reconocía a muchas de las personas en estas. Las palabras "debí haber tenido un buen motivo para escogerlas" captaron su atención mientras ella hacía un cambio de muebles y, de algún modo, le gustaba creer que no había escogido en la que salían a solas solo porque se vería mal que ella no tuviera una sola fotografía con su marido, en la habitación. Así, los ojos ónix recorrieron estas, hasta que se detuvo a un lado de la cama, admirando el único retrato sobre la mesa de noche. Quedó estático al darse cuenta de que era una fotografía de la pasada navidad, recordando que Izumi capturó un par de imágenes con su celular, el cual resultaba arrojar imágenes muy nítidas. Estaba sorprendido, pues el barullo era evidente. El equipo de los Haruno estaba jugando, y eso lo incluía a él: Kizashi estaba de pie intentando actuar alguna palabra, Mebuki estaba sentada con una expresión de total confusión y Sakura se había dado cuenta de la cámara, así que se volvió a verla con una sonrisa tan grande que debía doler esbozarla, alzando su mano con el signo de corazón de los dedos y apuntando la otra hacia él, un hombre demasiado centrado en intentar ganar al punto de que estaba espantosamente enfocado en su suegro para darse cuenta de la cámara: tenía una mano sosteniéndose el mentón y los ojos clavados en el padre de Sakura. Al final se le escapó una risita efímera al darse cuenta de su propio gesto, pero rápidamente volvió los ojos a ella. Estaba tan feliz...

—Te iluminas con brillo propio —murmuró para sí mismo—. No me dejes opacarte.

Existía una hermosa foto del día de su boda, una imagen que resultó ser la favorita de toda la familia, el momento exacto en que ellos estaban en el altar, habiendo accedido a pasar juntos el resto de su vida, con sus labios encontrándose por vez primera y las luces a su alrededor brillando como estrellas, con sus ojos completamente cerrados. Estuvo por tres años junto a su cama, pero ella apenas la vio. Ahora estaba en una caja en su armario, donde debería quedarse por siempre.

Capítulo Once: Aedea

Después de un par de semanas de su mudanza, a Sakura Haruno se le ocurrió que debía volver a comenzar sus estudios de medicina. Tenía tiempo libre, algo que le hacía tener impulsos de interrumpir el trabajo de su compañero de casa, a quien apenas veía a pesar de vivir juntos. Él no solía estar mucho tiempo aquí, en realidad, pues vivía en constante movimiento, pero el poco tiempo que pasaba en la casa era tentador. Así, tras convencer a todos de que era una buena actividad adicional a su trabajo de decoración que actualmente se concentraba en la nueva oficina en el edificio—un cambio radical—, ella estaba estudiando. Entonces, el último fin de semana del mes de enero, los dos estaban sentados en la sala leyendo. Ella había escuchado que un día libre no era natural en su agenda, así que debió haberse liberado para quedarse en casa por primera vez desde que ella se mudó aquí, aprovechando que su familia no estaba cerca. Él estaba con los ojos fijos en el periódico dominical, mientras ella estaba sentada con uno de sus libros de anatomía, el cual estaba a punto de consumir completamente. Como fuera, de repente, simplemente su mirada color de jade subió a él, perdiendo toda la concentración.

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora