Un dios es, por lo regular, celoso y caprichoso, por no decir egoísta. Son criaturas engreídas, víctimas de sus voluntades, y quizá todo esto sea el resultado de tener un poder tan grande. La egolatría y el orgullo de muchos de ellos no les permite aceptar sus errores, lo que los hace además iracundos y vengativos. Deméter lo sabía personalmente, ya que ella había estado con varios de ellos, había dado a luz a algunos y, como si no fuera suficiente, ella misma era una deidad. La fuerza que tuvieron cuando estaban en la cúspide de las especies lograba cegar su juicio, incluso ahora eran víctimas de sí mismos, pero el convertirse en débiles mortales a los que les esperaba la muerte y el renacimiento les había permitido ampliar sus mentes. Las palabras de Hermes vinieron a su cabeza al pensar que, de hecho, Hades era uno de los más equilibrados de sus hermanos, y ni siquiera eso le había permitido superar sus bajos instintos cuando vio a Perséfone por primera vez. Sin embargo, después de la discusión y las amenazas que lanzó en su contra, recibir su llamada y atestiguar la forma en la que aceptaba sus errores desde Osaka le resultaba... bueno, claramente él siempre fue diferente, en parte por eso fue un buen rey. Pero, ahora, ella lo escuchaba siendo derribado por su hija, sabía que estaba a su merced y, al mismo tiempo, intentaba hacer lo mejor para ella. No se trataba de alejarla, de ser libre o ponerla en libertad. Si fuera su decisión, él definitivamente intentaría enamorarla, pero no podría resistir que no fuera de una forma real y, ¿vivir con miedo? No.
—Estoy dejándola hacer esto —explicó, él—. En cuanto sus memorias vuelvan y recuerde lo que sucedió esa noche, ella reaccionará.
—... ¿no se lo has dicho?
—Lo hice, pero no me atrevo a decirle que es mi esposa —suspiró—. Siento como si eso solo fuera a empeorarlo todo. Ahora solo quiero terminar con esto de golpe, quitar la venda de sus ojos y que entienda por sí misma que yo —se detuvo, de repente, y se quedó en silencio varios segundos, buscando las palabras en su mente.
—¿Hades?
—... yo no soy un buen hombre —murmuró—. Si lo fuera, jamás le habría hecho todo esto. Jamás la habría raptado, en primer lugar.
—¿Y te das cuenta ahora?
—Tú ganarías, ¿entiendes? —soltó, exasperado—. Firmaremos el divorcio y yo me iré, tú podrás volver con ella así que estarán juntas. Aprendí la lección, así que voy a hacerme a un lado: dejaré de estorbarles a todos ustedes, no solo a ti y a tu hija. Desapareceré por completo.
—Claro, ¿qué harás con tu ejército de venganza?
—Los Uchiha estarán en paz, y haré que olviden mi culto... me aseguraré de desaparecer, Deméter.
—Es una misión suicida —comentó, despreocupada, y luego hizo una pausa—. Bien, si eso es lo que quieres, te ayudaré. Así nunca tendré que volver a ver tu rostro de nuevo.
Capítulo Diecisiete: Hedílogos adulador
Esa tarde, cuando los dos se encontraron para comer, Sakura parloteó hasta el cansancio. Era sorprendente cuánto una mujer amnésica tenía para decir, aunque todo tenía un objetivo, pues ellas—mujeres— eran una especie particular y superior que podía preparar un ambiente para cumplir sus necesidades sin distracción. Lo dejó descansar para que hiciera llamadas y luego lo arrastró de vuelta a su habitación, quedándose en la cama con galletas saladas y queso de convencimiento, lo hizo quitarse el cinturón y los zapatos, aflojarse la camisa, y luego le obligó a narrarle su infancia con tantos detalles como pudiera, pues solo había escuchado un poco por parte de Mikoto e Itachi, ahora parecía decidida a interrogarlo con el pretexto de que él sabía todo de ella y que había pasado la mitad del día escuchándola, así que era su turno. De esa forma, él se descubrió a sí mismo encontrando recuerdos que no sabía que tenía, hablando de la casa y la que siempre había sido su habitación, de sus clases y la estricta formación de la que nunca se quejó, de las responsabilidades de su rol como jefe de la familia, y de su salud que parecía ser perfecta pues no había enfermado jamás en toda su vida.
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1600 Primaveras para Hades
FanfictionLos Dioses del Olimpo emprendieron una aventura saltando entre cuerpos humanos para aparecer en la tierra, al azar, como seres comunes y corrientes que traen grandes fortunas a las familias donde nacen. El único problema es que dejaron a alguien atr...