Capítulo Siete: El Rapto

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Kore

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Kore.

Comencé a escribirte como un reflejo de la incesante necesidad de sentirte al menos un poco más cerca de mi corazón. Lo hice con la esperanza de que esto permitiera que algo nos conectara, con el objetivo de que mis palabras te alcanzaran en algún plano superior a este y pudieras darte cuenta del vacío enorme que deja tu ausencia. Lo hice, durante cientos de años, y hay algunas cartas que se perdieron con el tiempo que duró tu abandono. Continué escribiendo con desesperación, hasta el día que nos vimos cara a cara, y decidí que ahora que te tenía cerca podía dejar de hacerlo, pero los viejos hábitos se arraigan. Cuando un hombre ha escrito tantas veces al nombre de una mujer, como yo, aprendiendo a expresar su sentir tan solo con una pluma en su mano, se vuelve imposible dejar de hacerlo de un día para otro. En aquél entonces me inspiraste a comenzar, luego me impulsaste a continuar al no mostrarte ante mí y, como debería de ser, eres lo que me motiva a querer terminar, pero no es tan sencillo.

El otro día pude convivir contigo. Fuiste fría, no querías saber nada de mí, así que supongo que debes odiarme por forzar todo a tu alrededor con tal de que seas mi esposa, pero nada va a quitarme el placer de ese momento después de la graduación, cuando tomaste mi mano y me miraste adornada con flores en tu cabeza, como siempre debiste ser: una princesa de primaveras. Sí, sé que no me he cansado de repetir cuánto aborrezco esa temporada, pero tú comprendes lo que la estación de la fertilidad significa para mí. De algún modo, sin importar cuánto tiempo haya pasado, jamás me he acostumbrado a tu ausencia, no desde que llegaste a mí. Ahora, sintiéndome más cerca, algo se apodera de mi ser y me veo obligado a expresar cuánta alegría mi corazón sintió al verte tan flexible, al intentar aceptarme. Eres tan noble y buena que me quiebras en mil pedazos.

Sé que antes dije que nunca leerías estas cartas, pero he pensado en dártelas, aunque eso solo podría suceder en un momento apropiado que aún no ha llegado. Quizá cuando estemos más cerca sea capaz de transmitirte lo que siento en verdad, a pesar de que me siento imposibilitado de decírtelo de frente. Lo he pensado y calculado para escoger el momento exacto, pero solo lo sabré cuando suceda, ¿verdad? Así que, una vez lleguemos al tiempo adecuado, obtendrás estas cartas, a pesar de que no pienso darte las de los últimos mil seiscientos años, muchas de ellas están obsoletas y no hay nada bueno que sacar de ello, jamás terminarías de leerlas, ¿sabes? No necesitas decirlo, yo también lo sé... le doy demasiadas vueltas a un simple hecho que es irrefutable, a algo que me hace marearme de asfixia, y mereces que lo diga ante ti, pero soy tan solo un cobarde que no sabe expresarlo en voz alta, que me pregunto si algún día lo haré, si algún día seré capaz de verte a los ojos y decírtelo. Lo lamento, Perséfone. En tu ausencia también me volví incapaz de articular esas palabras, me aferré tanto al papel y la pluma que tan solo puedo escribirlo, pero prometo que trabajaré durante todo nuestro matrimonio hasta que llegue el día en que lo escuches de mis propios labios para que puedas creer cada letra de esto que me corroe por dentro, de lo que quisiera ser capaz de gritar a los cuatro vientos.

Yo te amo.

Capítulo Siete: El Rapto

1600 Primaveras para HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora