Epílogo

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Ilan

Me acerqué a la vidriera de una tienda mientras Aidan se sentaba en una banca junto con Eve, dado que nuestro pequeño se encontraba cansado de tanto caminar. El centro comercial estaba atiborrado de turistas como nosotros.

—Será mejor continuar con el pequeño en brazos. Ya se encuentra cansado —dijo Aidan acercándose a mí. Me giré a verlo, Eve tenía su cabecita recostada en su hombro y me miraba con cansancio.

—Está bien —le sonreí—. Tal vez sería mejor volver, se está haciendo tarde.

Aidan asintió. Emprendimos camino hacia el hotel en el que nos alojábamos en Londres. Llegamos hasta la esquina, donde nos detuvimos por unos gritos que me llamaban. Al girarme, noté que una mujer se me acercaba, pero no logré reconocerla hasta que estuvo a un par de metros de mí. Fruncí el ceño al ver sus ojos verdes, similares a los míos, observándome.

—Ilan, hijo —desvié la mirada sintiendo asco al escuchar su voz—. ¿Por qué no contestaste ni una de mis cartas? Han pasado años desde la última vez que nos vimos —solté un suspiro pesado; no quería siquiera tenerla cerca ahora mismo.

—Vamos Aidan, el niño está cansado. Debemos bañarlo y cenar —tomé del brazo a Aidan y me dispuse a reanudar el camino.

—Ilan, por favor...

Su voz sonó como un lamento, pero no me detuve, continué caminando seguido por mi esposo y mi hijo. Al llegar a la habitación del hotel, me desplomé en la cama y solté un suspiro pesado de cansancio combinado con enfado. Eve se acercó rápidamente a mí, se quitó sus zapatillas y se arrodilló a mi lado.

—¿Qué pasa, papi?

Miré los ojos de mi hijo unos instantes. Eve había heredado los ojos de Tara y míos, pero no eran como los nuestros. Me quité los zapatos, me subí a la cama y me senté con las piernas cruzadas frente a él.

—¿Quién era ella? —preguntó con un tono inocente.

—Es una larga historia, hijo —lo alcé, para luego sentarlo en una de mis piernas.

—Ella también te dijo "hijo" —alzó sus ojitos verdes hacia mí—. ¿Es tu mamá?

Tragué saliva; hasta ahora, Eve solo conocía como sus abuelos a los padres de Aidan, pero nunca había preguntado sobre mis padres. Levanté la mirada hacia Aidan, como pidiéndole auxilio.

—Te contaremos la historia luego, mi niño —lo tomó en brazos—. Es hora de que te des un baño. La bañera ya está llena —dijo llevándoselo al baño.

Luego de la cena, Eve cayó rendido por el cansancio ni bien llegamos a la habitación. Mientras él dormía, Aidan y yo nos encontrábamos sentados contra el respaldo de nuestra cama mirando una película, aunque no le estaba prestando mucha atención, solo me limitaba a pensar mientras miraba de vez en cuando a mi hijo.

—Deberías contarle, al menos que tiene abuelos de tu parte —susurró de repente Aidan, me giré para mirarlo.

—¿Cómo se lo diré? Ni siquiera sabe que existen —coloqué mi cabeza en su hombro.

—Debe saberlo, Ilan. Es su familia también.

—Tú eres el psicólogo, tendré que hacerte caso —sentí como me acariciaba el cabello.

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Luego de meditar dos días sobre lo que me dijo Aidan, decidí, finalmente, pedirle el número de Tara a Ivana. Una vez que me hice con este, la llamé y, un poco de mala gana, la cité en el restorán del hotel.

Eso de las cinco de la tarde, Eve y yo nos encontrábamos sentados en una de las mesas esperando a que ella llegase. No tenía muchas ganas de hablar con ella luego de este tiempo; luego de todo lo que me había hecho. Pasaron unos cuántos minutos hasta que la vi llegar y acercarse a nosotros. Se sentó frente a mí y clavó su mirada en Eve, quien se encontraba muy concentrado dibujando.

—Él es Eve, tu nieto —pasé mi mano suavemente por la mejilla de mi hijo llamando su atención—. Mi pequeño, mira, ella es tu abuela Tara.

Sus ojitos verdes se posaron en Tara, la examinó unos instantes, para luego encogerse en la silla tímido. Esbocé una pequeña sonrisa, pero se esfumó rápidamente al recordar frente a quién me encontraba.

—¿Cuántos años tienes, pequeño? —le preguntó Tara con voz maternal, que no sabía que tenía. Eve contó sus deditos hasta llegar a cuatro y se los mostró—. Cuatro años... —esta vez su voz tembló levemente. Acaricié el cabello de mi hijo haciendo que me mirara, le dediqué una pequeña sonrisa, intentando disipar su timidez—. ¿Por qué me lo has alejado durante cuatro años? —la miré serio y le hice una seña para que guardara silencio.

—No discutiré algo así frente a él.

Saqué mi celular y le envié un mensaje a Aidan. Unos minutos más tarde, ya se encontraba con nosotros. Tomó en brazos al pequeño y, luego de dejar que Tara se despidiera de mi hijo, se lo llevó de vuelta a la habitación. Una vez que estuvimos solos, la miré con la misma seriedad que antes.

—¿Cómo se te ocurre preguntar algo así? —Tara bajó la mirada hacia la mesa.

—Hijo...

—Fueron diecinueve años en los que tú y Kevin me torturaron —giré mi cara señalándole la cicatriz—. Esto es lo único que puedo agradecerles. Si no fuera que me llevaron a herirme, nunca hubiera conocido a mi esposo y no tendría a mi hijo —me levanté—. Te dejaré ver a Eve, pero solo bajo mi supervisión y cuando yo quiera que lo veas.

Sentenciado esto, me dirigí al ascensor. Escuché que Tara se precipitaba a mí, me tomó del brazo e hizo que la mirase.

—Nunca te lo he dicho. Nunca me había dado cuenta de cuánto te quiero hasta que simplemente te alejaste de nosotros.

—Lo siento, Tara, pero te lo has ganado. Te comportaste como él o peor durante diecinueve años. Me ignoraste y apañaste a Kevin cuando sabías que me golpeaba. Sin contar que casi nunca estabas conmigo en la casa —me crucé de brazos—. No tienes mi perdón, no existes para mí; ni tú, ni Kevin —le di la espalda y presioné el botón del ascensor—. Estoy bien ahora que no pienso en ustedes, ahora que no me importan. No debo preocuparme de que me golpeen y termine en el hospital todo el tiempo. Desde que no existen para mí las cosas fueron a mejor —la miré por encima de mi hombro con cierto desdén—. Aun así, no le negaré a mi hijo el derecho de conocer a su abuela al menos.

Entré al ascensor y presioné el piso en el que se encontraba la habitación. Cuando llegué a la habitación, me sentí aliviado, un alivio que no había tenido nunca. Desde que mis padres se fueron sin previo aviso, no me tuve que preocupar por ellos, pero nunca me sentí tan tranquilo. Me sentía mejor ahora que le había hablado de esa manera a Tara, lo que no le había podido decir hace años por miedo y por su falta de atención. Me sentía libre por fin, libre de sus cadenas que me tuvieron cautivo durante mucho tiempo, incluso después de haber perdido el contacto estos últimos años. 

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Muy buenas~ acá traigo el prólogo. Espero que les guste muchísimo esta despedida a Ilan, Aidan y Eve. No hay mucho más que decir que agradecer una vez más su apoyo en esta historia desde el principio hasta el final con sus votos y sus comentarios.

Broken BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora