Capítulo 4.

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Cuando por fin logró alcanzarla no dijo nada, caminó junto a ella en completo silencio.
— ¿Estás mejor? — Le preguntó mientras se sentaban sobre la cama en la habitación de su amiga.
— Si, gracias. — El silencio volvió a hacerse presente.
— ¿Alguien más lo sabe?
— Fuera de esta casa solo Pablo y Antonio, yo no quería decirles pero mí padre insistió, dijo que era necesario que lo supieran. — Había discutido mucho con su padre por aquello, ella no quería que nadie en el Studio supiera pero su padre le había insistido en que, Antonio al ser el dueño y Pablo el director, debían saberlo. Maxi asintió— ¿Qué ocurre?
— ¿Por qué no quieres que los demás lo sepan?
— No quiero que sufran por mí, no quiero que sientan todos los días lo mismo que yo. Y no me malentiendas, tampoco quería que tú lo sintieras pero… ya sabes. — Se encogió de hombros y Maxi le dedicó una sonrisa, no hacía falta que lo explicara, él la entendía y ese era su motivo. Se entendían de una manera que nadie más lo hacía. — Además, quiero vivir mí vida como hasta ahora, quiero ser una chica normal y no la chica enferma. — La tristeza se asomó en sus ojos.
— Para mí siempre vas a ser Violetta, la misma que ha estado cuando más lo necesitaba, con la que pudo hablar sin preocuparme de decir algo incorrecto, a la que siempre voy a querer y apoyar incondicionalmente. — Violetta se lanzó a sus brazos, si en algún momento lo había dudado, ahora estaba segura de que él era el mejor amigo que podía llegar a tener, no existía nadie como él.
— Gracias. — Se alejó de sus brazos.
— Y como parte de mí apoyo incondicional, la próxima vez que tengas que ir al médico me gustaría ir contigo… bueno, si es eso quieres.
Lo miró con asombro — ¿Hablas en serio? — Él asintió. — Claro que eso me gustaría, la verdad es que mí papá me pone muy nerviosa.
— Entonces es un hecho, solo dime cuándo y dónde y yo estaré.
— Mí próxima cita es recién en dos semanas, después te mando un mensaje con todos los detalles.
No les costó mucho cambiar a un tema más trivial, ellos podían pasar horas hablando y riendo, y esta vez no fue la excepción.

Él no la había dejado sola ni por un segundo, había estado en cada momento para hacerla reír, para hablar, incluso para estar en silencio pero nunca la había hecho sentir diferente y ella agradecía eso.
Que cada día se hicieran más inseparables solo convenció más al resto que estaban en una relación pero de igual manera estaban arrepentidos de lo sucedido aquel día en la plaza, habían intentado hablar con sus amigos pero Maxi siempre repetía las mismas palabras “¿Creen que pueden venir y hacer como si nada hubiera pasado? Pues no, no pueden fingir que todo está bien cuando nos acusaron de ser malos amigos y, peor aún, no importarles que Vilu se fuera llorando. Lo siento pero no” Si, aún estaba enojado con ellos pero en realidad solo intentaba proteger a su amiga, tenía miedo que se acercaran a ella y le dijeran algo que pudiera lastimarla, además así le ahorraría tener que mentirles.

Su celular vibró dentro de su bolsillo, lo sacó con cuidado de que nadie se diera cuenta, la pantalla marcaba un mensaje de ella y, sin dudarlo, lo leyó.
<< ¿Irás? >>
<< Lo prometí.>> Tecleó rápidamente.
<< Lo sé, solo... Te veo ahí.>>
Antes que pudiera escribir una respuesta, Pablo, su director y profesor, llamó su atención. — Maximiliano, está prohibido el uso del celular en clase.
Deslizó su teléfono en su bolsillo. — Disculpe es que… necesito retirarme.
— ¿Le ocurre algo?
— Seguro tiene que ir al baño. — Maxi, a diferencia de sus compañeros, no sé rio ante aquel comentario.
— No, no es al baño Andrés.
— ¿Entonces? — Su profesor lo observó a la espera de una respuesta, una que el joven no podía dar, al menos no frente al resto de la clase.
— ¿Podríamos hablar en el pasillo? — Pablo accedió a su pedido y ambos salieron. Sin esperar un segundo más comenzó a hablar, si se seguía retrasando no llegaría a tiempo. — A Violetta le toca ir al médico y le prometí acompañarla. — Su voz era casi un susurro, no se arriesgaría a que alguien lo escuchara.
— Oh… claro, claro. No te preocupes, ve tranquilo y mándale mis saludos.
— Claro, gracias. — Sin decir más comenzó a caminar hacia la salida, Pablo dio media vuelta y volvió al aula.
— Bien ¿en dónde nos habíamos quedado? — Natalia alzó su mano. — ¿Si?
— Disculpe Pablo pero ¿y Maxi?
— Él se tuvo que retirar.
— ¿Le pasó algo? — Broduey se apresuró a preguntar.
— No, tenía asuntos personales que resolver. — Ante las miradas preocupadas de sus alumnos decidió continuar — Tranquilos, él está bien. Ahora sigamos con la clase.

Se encontraba sentada en una de las sillas de aquella sala, bajó su mirada hacia su celular para revisar la hora como lo había estado haciendo en los últimos cinco minutos, miró por el pasillo, no había rastros de él. Los nervios comenzaban a apoderarse de ella, en cualquier momento la llamarían y, si no llegaba, tendría que entrar sola. No, él llegaría, se lo había prometido.

— Nos vemos la próxima clase. — Pablo abandonó el aula.
Camila esperó a que sus amigos fueran los únicos allí— Qué le habrá pasado a Maxi.
— Es raro, él nunca se pierde una clase. — Indicó Broduey.
— ¿Y si le preguntamos a Violetta? Digo, si alguien puede saber algo debe ser ella ¿no?
— Andrés… Nunca creí decir esto pero esa — Camila hizo una pausa — en realidad es una buena idea. — Se pusieron de pie y se apresuraron a salir del aula. Caminaron por el pasillo pero a mitad del camino se encontraron con Francesca, Ludmila y León.
Natalia omitió cualquier tipo de saludo — ¿Habéis visto a Violetta?
— Íbamos a preguntarles lo mismo, se suponía que tenía danza con nosotros pero nunca apareció. — Francesca estaba preocupada, su amiga no era de faltar a las clases.
— ¿Le preguntaron a Maxi? — No pudo evitar sonar molesto, quería a su amigo pero los celos eran más fuertes.
— En realidad por eso la buscábamos. — Broduey se dio cuenta por la mirada confusa en sus tres amigos que debía explicarse. — Maxi se fue a mitad de la clase, Pablo dijo que se trataba de asuntos personales.
— ¿Y si están juntos? En las últimas semanas casi no se separaron.— Nadie respondió, si bien las palabras de Ludmila eran ciertas, también lo era el dolor que le causaban a León. Se suponía que ella estaba enamorada de él, al menos eso habían dicho sus amigas y no veía razón para que le mintieran, tal vez habían malinterpretado las cosas o ella había mentido pero ¿por qué lo haría? Nada tenía sentido.
— La voy a llamar. — Declaró Francesca mientras tomaba su celular y buscaba el contacto de su amiga. Cuando comprendieron a quien se refería, su amiga ya sostenía aquel artefacto junto a su oído a la espera de una respuesta. Sonó una vez, dos veces, tres y hasta cinco veces antes de escuchar la voz de Violetta, era el mensaje que había grabado para su buzón. Lo volvió a intentar, no se daría por vencida tan fácil.
— Ya no insistas. — La detuvo Camilo luego de tres intentos fallidos. — Debe seguir enojada. — Habían intentado hablar con ella, pedirle disculpas pero nunca tenían la oportunidad y ahora era evidente que ella no quería hablarles, habían perdido su amistad.

— Perdón, perdón. — No había dejado de repetir aquellas palabras. — No quise llegar tarde, te juro que intenté…
No lo dejó continuar. — Tranquilo, lo importante es que ya estás aquí. — Le dedicó una sonrisa, estaba aliviada, ya no estaba sola.
La puerta frente a ellos se abrió — Violetta Castillo. — Llamó una mujer. Violetta tomó la mano de Maxi, él le dio un leve apretón y caminó junto a ella, se detuvieron frente a la médica. — Para estos estudios debes pasar sola.
Violetta dirigió su mirada a su amigo. — No te preocupes, voy a esperarte justo aquí. Prometo no irme a ningún otro sitio. — Violetta asintió y entró junto a la médica.
Los minutos eran interminables, no sabía cuento había pasado desde que su amiga había vuelto a entrar para que le dieran sus resultados, pero se comenzaba a exasperar. Se paseó de un lado a otro, se sentó y volvió a parar un sin fin de veces, necesitaba saber que pasaba allí dentro, deseaba poder estar sosteniendo su mano y apoyarla en lo que fuese que le dijeran. Al abrirse la puerta detuvo su paso y dirigió su mirada al rostro de su amiga, no lograba descifrarlo pero corrió a abrazarla, quería demostrarle que no estaba sola, que él la apoyaría siempre.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora