Capítulo 31.

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El brazo del chico quedó suspendido en el aire, petrificado por los acontecimientos.
En menos de un abrir y cerrar de ojos, la pelea había cesado y toda la atención estaba puesta en la inmóvil joven sobre el suelo.
— Vilu… — Jadeó Diego poniéndose de pie para ir hacia ella.
— ¿Violetta? — Joaquín intentó acercarse a ella pero fue frenado por una mano en su pecho.
Federico lo fulminó con la mirada. — No te atrevas a acercarte, ya le has hecho suficiente daño. Es hora de que te vayas.
— No lo haré, tengo derecho a quedarme.
— No nos hagas reír, tú perdiste todo derecho en el instante que la lastimaste. — Le recordó Diego con severidad. — Y, por si no lo recuerdas, no eres nada de ella así que deja de empeorar las cosas y lárgate.
Joaquín le echó un rápido vistazo a Violetta. — Solo me iré por ella. — Dijo para luego dar media vuelta y marcharse.
Maxi se encontraba arrodillado junto a Violetta, con su cabeza sobre sus piernas. — Vilu, por favor abrí los ojos. — Le suplicó mientras acariciaba su cabello.
— Debemos llamar a una ambulancia. — Habló Francesca con la voz temblorosa.

No sabían cuánto tiempo había pasado desde que llegaron al hospital, el ver cómo subían a su amiga inconsciente en una camilla a la ambulancia les había hecho perder la noción del tiempo. Lo único que sabían a ciencia cierta era que su amiga había sufrido un fuerte golpe en la cabeza y ahora se encontraba en una de las habitaciones de aquel edificio, y que el tic tac del reloj en la sala de espera comenzaba a enloquecerlos.
— Familiares de Violetta Castillo. — Llamó el médico al aparecer por uno de los pasillos.
El grupo de chicos se apresuró hacia él. — Nosotros. — Dijeron al mismo tiempo.
— La joven sufrió un desmayo por el golpe recibido en la cabeza, le realizamos una tomografía para descartar alguna lesión.
— ¿Y? ¿Cómo está ella? — Preguntó una preocupada Camila.
— Tranquilos, no fue más que un susto. Ahora se encuentra descansando pero si quieren pueden pasar a verla, pero solo de a dos.
— Que pasen Fran y Lion primero. — Indicó Ludmila.
— Muy bien, síganme.

— Pobre Vilu. — León no podía despegar la mirada de la chica tendida en la camilla.
— Sí, lindo novio se consiguió. — Las palabras de Francesca estaban impregnadas de sarcasmo.
— Sobre eso ¿Por qué Diego dijo que no era nada de ella? — León alzó la vista hacia Francesca quien tan solo le respondió con un encogimiento de hombros.
— Permiso. — Se disculpó el doctor entrando a la habitación. — Lamento interrumpir pero si quieren que todos pasen, deben salir.
León tomó la mano de Violetta entre las suyas. — Recupérate pronto Vilu. — Se inclinó y depositó un suave beso sobre la mano de la joven.
— Te quiero amiga. — Le dio un pequeño apretón a su mano y salió junto a León.
Luego de que León y Francesca salieran, siguieron Camila y Broduey; Maxi y Naty; Ludmila y Andrés y por último ingresaron Diego y Federico
— Me da tanta rabia que por culpa de ese gilipollas tú estés aquí. — Dijo Diego conteniendo su enojo.
— Solo espera que lo encontremos, se va a arrepentir de haberte lastimado tanto.
— ¿Die? ¿Fefe? — Dijo una débil y adormilada voz.
— Vilu, despertaste. — Diego tomó su mano.
Violetta pasó su mirada de un chico a otro. — ¿Dónde… dónde estamos? — Preguntó confundida.
— En el hospital. El golpe que recibiste fue tan fuerte que te dejó inconsciente. — Le explicó Federico.
— Oh, eso explica el dolor. — Dijo llevándose una mano a la cabeza.
— ¿Te duele mucho? ¿Quieres que llamemos al médico? — Pregunto Diego atropellando las palabras.
Violetta negó suavemente. — Tranquilo, estoy bien. — Le regaló una sonrisa tranquilizadora. — Tengo que agradecerles por defenderme pero no debieron pelear con él, no quiero que salgan lastimados por mi culpa.
— No te preocupes por nosotros, solo fueron un par de golpes. — Dijo Federico despreocupado. — Además, así no te volverá a molestar.
Los chicos voltearon la mirada hacia la puerta que se acababa de abrir.
— Veo que ya despertaste. — El doctor se dirigió a Violetta. — Les voy a pedir que se retiren unos minutos, debo revisarla para asegurarme de que está todo en orden y poder darla de alta
Los chicos asintieron y se despidieron de Violetta antes de salir de la habitación y reunirse con el resto de sus amigos en la sala de espera. Luego de varias preguntas y chequeos, el médico finalmente autorizó la salida de Violetta.
El regreso al hotel fue más silencioso de lo esperado por la joven, ninguno había hecho mención alguna sobre el incidente o la pelea con Joaquín.
— Creo que es mejor que vaya a mi casa. — Anunció Violetta una vez llegaron al hotel donde se hospedaban sus amigos
— Te acompaño. — Se ofreció Diego rápidamente.
— No es necesario, no vivo tan lejos, puedo ir sola. — Le aseguró la joven.
— No creo que sea buena idea, ya oscureció y ¿Qué pasa si te sientes mal por el golpe? — Contradijo Federico.
— Nosotras podemos acompañarla. — Sugirió Francesca.
— No se ofendan, pero tal vez sea mejor que vaya uno de nosotros, por seguridad. — Dijo Maxi.
Ludmila arqueó una ceja. — ¿En qué momento se convirtieron en un par de hermanos sobreprotectores? — Los cuestionó provocando una pequeña carcajada por parte de las chicas.
— Solo intentamos cuidarla. — Se defendió Diego.
— Mientras más discutan, más tarde se hará. — Señaló Broduey. — Dejen que Diego la acompañe.

Diego y Violetta caminaron las pocas cuadras entre bromas, juegos y risas.
— ¿Quieres pasar a tomar algo? — Lo invitó Violetta mientras abría la puerta de su casa.
— ¿A tu padre no le molestará? — Preguntó el chico dudoso.
Ella negó. — Está de viaje. Vamos, es lo menos que puedo hacer para darte las gracias. — Insistió.
Finalmente Diego accedió y, después de que Violetta preparase dos cafés, ambos se sentaron en el sillón de la sala.
La joven se removió adormilada al escuchar el sonido de su celular, estiró su mano en búsqueda de la mesita de luz donde acostumbraba dejar el aparato pero sin importar cuánto lo intentara no lograba dar con ella. Resignada, abrió lentamente los ojos obteniendo una vista borrosa de su sala, frotó sus manos contra sus ojos en un intento por aclarar su mente y vista.
Los recuerdos de la noche anterior la golpearon, había invitado a pasar a Diego, tomaron café mientras conversaban sobre cosas que no podía recordar y luego el sonido de su teléfono la despertó.
*Me dormí* Pensó finalmente y otra idea cruzó por su mente. Volteó su cabeza hacia un lado encontrándose con el pelinegro durmiendo en un lado del sillón y el pánico la invadió.
— Diego. — Lo llamó. — Nos quedamos dormidos, despierta. — Dijo sacudiendo al chico.
— Mmm… — Se quejó mientras se removía. — Cinco minutos más. — Habló aún dormido.
— Vamos Diego, despierta. — Lo sacudió con más fuerza.
— ¿Qué pasa? — Preguntó frotándose los ojos. — ¿Violetta? ¿Qué haces aquí? — La miró aún confundido por el sueño.
— Es mi casa. — Le señaló. — Anoche nos quedamos dormidos mientras hablábamos.

Llevaban esperando en la recepción por más de una hora y la tensión y preocupación iba en aumento.
— Aún apagado. — Se quejó Francesca mientras alejaba el celular de su oído. — ¿Están seguro de que no llegó a dormir? — Les volvió a preguntar a sus amigos.
— Seguros, no volvió de acompañar a Violetta. — Le aseguró León.
— ¿Y si le pasó algo de regreso?
— No pienses eso Naty, es mejor que no saquemos conclusiones apresuradas. — Sugirió Federico.
— Voy a llamarlo otra vez. — Camila tomó su celular y marcó velozmente el número de su amigo. — Buzón de voz. — Anunció pasado unos segundos.
Francesca comenzó a caminar hecha un manojo de nervios y consumida por la preocupación, entre tanto sus amigos intentaban tranquilizarla y se turnaban para llamar al joven desaparecido. De repente unas risas atrajeron la atención del grupo, Diego cruzaba la puerta con Violetta en sus espaldas.
— Por fin, estoy exhausta. — Mencionó Violetta mientras deslizaba sus pies al suelo.
— ¿En serio? Fui yo quien te cargó todo el camino. — Le reclamó estirando su espalda.
— Pero primero me hiciste correr veinte cuadras. — Recalcó la chica.
— Y yo te cargué por otras dos.
— Y yo te lo agradezco mucho. — Violetta le sonrió ampliamente y depositó un dulce beso en la mejilla del joven.
— ¿Alguno nos puede explicar que rayos es todo esto? — Les reclamó Ludmila.
Violetta y Diego dirigieron su atención hacia su grupo de amigos, quienes habían observado y escuchado asombrados la escena de ambos.
— ¿De dónde vienen? — Les preguntó Andrés.
Diego hecho una mirada fugaz a la chica junto a él y luego volvió su atención hacia sus amigos y novia. — Eh… De la casa de Vilu.
— ¿Cómo que de tu casa? ¿A esta hora? — Maxi cuestionó sobresaltado a Violetta.
— Es que ayer cuando me acompañó lo invité a tomar algo, como agradecimiento, y nos pusimos a hablar y terminamos quedándonos dormidos en el sillón. — La explicación de Violetta lejos de tranquilizar a sus amigos, terminó por provocar más inquietud en ellos.
— ¿Y no se les ocurrió avisarnos esta mañana? — El disgusto era evidente en el tono de León. — Estábamos muy preocupados, llamamos al celular de Diego y estaba apagado y tú no contestabas.
— Tranquilo amigo. — Dijo Diego sorprendido por la actitud de León. — Mí celular se quedó sin batería y nos concentramos tanto en venir que se nos pasó avisarles.
— Bueno, ya que aclaramos todo ¿Qué les parece si vamos a desayunar y nos relajamos un poco? — Propuso Broduey intentando disipar la tensión que se había formado entre ellos.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora