Capítulo 21.

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No estaba realmente de convencido de estar haciendo lo correcto. — La verdad es que una amiga está internada, el doctor vino a entregarme una carta que ella dejó para mí. — La confesión tomó por sorpresa a sus amigos.
— ¿La conocemos? — Andrés quiso saber.
Se sentía mal pero debía hacerlo. — No, es amiga de la familia. — Mintió. No le fallaría, ya había dicho demasiado.
— ¿Y por qué te dejó una carta? ¿Le sucedió algo? — Se interesó Ludmila.
— Ella… — No quería quebrarse frente a sus amigos. — Ahora está un poco delicada. — Se limitó a decir. — Perdón chicos, no me gusta hablar del asunto.
— No te preocupes, verás que todo estará bien. — León le dio ánimos.
Maxi forzó una sonrisa. — Será mejor que me vaya, quiero pasar a verla antes que el horario de visita se acabe.
— ¿Quieres que te acompañemos? Así no estás solo. — Se ofreció Francesca.
— No es necesario. — El pánico se adueñó de él. — Estaré con su familia, además solo puede recibir visitas autorizadas. — Explicó a modo de escusa. — Igual gracias, nos vemos mañana. — Se despidió antes que sus amigos pudiesen insistir.

No podía soportar verla de aquel modo, cualquiera que la viese así creería que era una chica muy frágil y él sabía que no era cierto. No, su princesa podría ser una chica dulce, cariñosa, una gran amiga pero si había algo que ella no era, es ser débil. Una persona débil o frágil no podría haber fingido que todo estaba bien cuando sentía que su mundo y sueños desaparecían, debía de ser muy fuerte para lograrlo.
Sentado junto a la cama de hospital, Maxi tomó la mano de la joven entre las suyas. — Mi princesa, no te imaginas cuanto me duele verte así. — Levantó la mirada hacia su rostro. — Pero te conozco y sé que despertarás muy pronto. — Estiró su brazo para acariciar la mejilla de su amiga. — Vendré todos los días ¿si? No pienso dejarte sola.

Le era casi imposible reconocer el lugar donde se encontraba o recordar cómo había llegado pero no le importaba, su completa atención estaba puesta en esos ojos verdes frente a ella.
— Te amo León Vargas. — La hacía sentir tan bien poder decírselo así, sin ningún impedimento.
Una sonrisa se formó en sus labios. — Te amo Violetta Castillo.
Una extraña sensación recorrió el cuerpo de la joven, provocando que su sonrisa se esfumara. — Por favor, prométeme que nunca me vas a lastimar. — Pronunció con un sentimiento de miedo irracional.
— Preferiría morir a hacerte daño. — Le afirmó para luego unir sus labios con los de su amada.
La joven pudo escuchar como alguien fingía toser. — Seguimos aquí. — Reconoció la voz de Maxi.
— Olvídalo, cuando se ponen así se olvidan de todo. — El acento italiano le era inconfundible, se trataba de Francesca.
— Desde que se pusieron de novios se olvidaron de sus amigos. — Se sumó Broduey.
— Déjenlos tranquilos, después de todo lo que pasaron merecen ser felices. — Camila salió en su defensa.
Aún no entendía en qué momento habían llegado sus amigos, quizás siempre habían estado allí y, como ellos decían, no los notó por estar concentrada en el chico que tanto amaba.
Recostó su cabeza en el hombro de León. — Es como estar viviendo un sueño, uno del que no quisiera despertarme jamás. — Les confesó cerrando sus párpados y sin dejar de sonreír.

Maxi no había dejado que pasara un solo día sin que visitara a su amiga. Todas los días saliendo del Studio, se dirigía al hospital donde se encontraba su amiga, no importaba cuan cansado estuviese, no había tarde en la que no fuera para llevarle flores y hablar con ella. No importaba que Violetta no pudiese responder, él sentía que lo escuchaba, o al menos eso deseaba.
Francesca se sentó al borde del escenario. — ¿En qué piensas?
— ¿Qué? — Preguntó volviendo a la realidad. — No es nada. — Terminó por negar para beber de su botella de agua mineral.
— Vamos amigo, es obvio que algo te sucede, estuviste distraído durante todo el ensayo. — Le señaló Andrés.
Maxi miró a sus compañeros, no podía negarles que sus pensamientos no estaban puestos allí. — De acuerdo, estaba pensando en Violetta. — Sabía que no era buena idea nombrarla y el cambio de ambiente se lo confirmó.
— ¿Y por qué piensas ella? — Natalia no disimuló su disgusto.
— Ya hace un mes desde que se fue, la extraño. — Les confesó, hacía mucho tiempo que no hablaba con sinceridad tratándose de su amiga.
— Nadie la obligó a irse. — Le recordó Broduey.
— Aún la odian ¿verdad? — Los cuestionó.
Camila se permitió sonreír con burla. — Después de todo lo que nos dijo ¿tú que crees?
— ¿Y tú? — Maxi dirigió su mirada hacia León. — ¿Piensas lo mismo?
— No voy a negarte que aún la quiero — Le fue inevitable recordar aquel beso de despedida. — pero las cosas que nos dijo no estuvieron bien.
— León tiene razón, no se merece que la echemos de menos. — Concluyó Ludmila.
No podía sentarse sin decir nada mientras escuchaba la manera en que se expresaban de su amiga. — Ahora resulta que ella es la mala de la película. — Dejó salir su enojo. — ¿Necesitan que les recuerde de quien están hablando? — Los miró detenidamente pero nadie respondió, el repentino enojo de su amigo los había dejado sin palabras.
— Maxi… — Broduey pronunció su nombre con calma.
— Esa que dicen odiar es Violetta, la misma que estuvo siempre para cada uno de nosotros, la que nos animaba cada vez que teníamos un mal día, nuestra amiga. — Les recordó con enfado. — Si, ella pudo haber cometido un error pero ustedes también lo están haciendo, prefieren quedarse con lo malo y olvidar todo lo demás.
— Tranquilo Maxi, no era para que te pongas así.— Ludmila intentó calmarlo.
— ¿Cómo no pueden ser tan ciegos? — Les reclamó aún enojado.
— ¿Y qué se supone que deberíamos ver? — Le cuestionó Andrés pero el chico no respondió.
— Vamos Maxi, dinos por qué estás tan enojado. — El pedido de Francesca no obtuvo respuesta.
— ¿Lo ves? Aunque no quieras admitirlo, Violetta no es la persona que creíamos y tú deberías dejar de defenderla. — Espetó Ludmila.
No pudo contener su enfado. — Lo hizo por ustedes. — Alzó la voz. La confusión se apoderó de sus amigos y él no tardó en arrepentirse de su confesión.
— ¿De qué hablas? ¿Qué es lo que hizo por nosotros? — Camila rompió el silencio que se había formado luego de la abrupta declaración del chico.
Solo podía pensar en ella, en la promesa que le había hecho y juró mantener. Necesitaba decir algo y rápido. — Irse. Ella se fue por ustedes. —
Natalia frunció el ceño. — ¿Cómo que se fue por nosotros?
— Bueno, esa fue una de sus razones. — Agregó. — Ella misma lo dijo, la convivencia ya no era buena y no quería que afectara el rendimiento del Studio así que aprovechó la oportunidad. — Utilizó la misma explicación que Violetta les había dado. Analizó silenciosamente los rostros de sus amigos, ¿era verdad lo que veían sus ojos? — Lucen algo decepcionados ¿esperaban que dijera otra cosa?
Francesca hizo un encogimiento de hombros. — ¿Quizás? — Suspiró. — Una parte de mí esperaba que tuvieras una buena excusa para su comportamiento, una que no me hiciera sentir como una estúpida por extrañarla. — Confesó algo avergonzada.
— ¿Qué quieres decir? — El enojo había desaparecido completamente de Maxi.
— A lo que Fran se refiere es que, a pesar de cómo nos trató Violetta el último tiempo, aún la queremos… al menos yo lo sigo haciendo. — Explicó Camila.
— Creo que todos la seguimos queriendo, solo que nos dolió su actitud y resultaba mucho más sencillo odiarla. — Explicó Andrés.
Los ojos de Maxi se iluminaron de alegría y sorpresa. No se había imaginado que la conversación tomaría ese rumbo, que sus amigos terminarían por admitir que aún querían a Violetta. No podía esperar por contarle todo a su amiga.
— Estoy seguro de que, sin importar lo que haya dicho, ella los quiere.
— ¿Cómo lo sabes? ¿Ella te dijo algo? — León lo cuestionó.
Su repentina felicidad comenzaba a hacerlo hablar de más, necesitaba parar antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirse. — No, ella no me dijo nada. — Los rostros de sus amigos volvían a llenarse de tristeza y supo que debía hacer algo. — Pero lo pude notar cuando la despedí, se notaba que le entristecía que ustedes no lo hiciera.
— Pero lo intentamos, quisimos despedirnos pero ella no nos dejó. — Ludmila se excusó.
— ¿Y si la llamamos? — Preguntó repentinamente Francesa. — Hagamos un último intento por aclarar las cosas, quizás con la lejanía Violetta al fin pueda explicarnos qué le sucedió. Porque algo debió pasarle, yo no puedo creer que nada en nuestra amistad fuese cierto, nadie hace todo lo que ella hizo por nosotros solo por fingir. — Les argumentó a sus amigos.
Broduey asintió. — Fran tiene razón, debemos hablar con ella.
— Imposible, no podemos hacerlo.
— Tú siempre la estás defendiendo ¿y ahora no quieres que le hablemos? ¿Por qué? ¿Qué sucede? — Natalia hizo una pregunta tras otra, recién cuando pronunció la última de ellas se detuvo para recuperar el aliento.
— Tranquila, no cambió nada. — Hizo una pausa antes de explicarse. — Me refería a que es imposible porque nadie tiene su nuevo número, ni siquiera sabemos en que parte de Europa o academia de música está.
— Es verdad pero se puede averiguar. — Comenzó a decir León. — Le podemos  preguntar a Pablo, él debe tener una forma de contactarla o saber el nombre de la academia.
— ¿Y qué esperamos? Vayamos a hablar con él. — Dijo Francesca bajándose del escenario.
— ¿Ahora? — Maxi los miró dudoso. — Debe estar ocupado, hoy empiezan los nuevos alumnos.
— Solo tomará un segundo. — Le aseguró para comenzar a caminar hacia la salida.

Estaba sentado junto a ella, sosteniendo su mano y la mirada baja rogando para que despertara, le pedía al cielo que le devolvieran a su pequeña, que ella se merecía mucho más.
— Por favor hija, necesito que abras los ojos. — Murmuró.
— Señor Castillo, — El doctor llamó su atención ingresando a la habitación. — vaya a descansar, pasó toda la noche despierto.
Germán alzó la cabeza. — No puede pedirme que duerma cuando mi hija lleva un mes en este estado, cuando nadie es capaz de decirme si despertará alguna vez.
— Su hija está siendo atendida por los mejores médicos y especialistas, se está recuperando de la operación sin problemas y es joven, son factores muy importantes. — Hizo un intento por consolarlo pero debía ser fiel a la verdad, no siempre podía decirle a los familiares de sus pacientes todo lo que les gustaría escuchar. — Pero mi deber como médico me exige que le sea completamente sincero, cuanto más tiempo pase, las probabilidades disminuyen.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora