Capítulo 23.

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La habitación quedó en completo silencio. Él ya había presenciado anteriormente alguno de los leves movimientos de su amiga, los médicos les había explicado que eran involuntarios pero que significaba que estaba mejorando. Pero eso era muy diferente a que hablara, quizás solo era producto de su imaginación.
Tenía que intentarlo. — ¿Princesa? — El silencio reinó en la habitación mientras mantenía la vista clavada en la joven, sentía pasar cada segundo y como la esperanza se iba con ellos. — ¿Violetta? — La observó con suma atención, necesitaba estar atento a cada detalle, cualquier señal que le dijera que no lo había imaginado, que quizás había llegado el día tan deseado.
Bajo la mirada atenta de Maxi, los párpados de la joven comenzaron a separar los párpados revelando lentamente el marrón de sus ojos. Una tormenta de emociones se había formado dentro del chico y le fue imposible contener las lágrimas.
— Hermosa… — Se inclinó para tener una mejor visión de su cara. — despertaste. — La alegría inicial desapareció de él tan rápido como llegó. — ¿Vilu? — La llamó pero la joven muchacha no respondió, parecía tener la mirada perdida en alguna parte del techo. — Será mejor que llame a tu doctor y le avise a tu padre ¿de acuerdo? — Sintiéndose un poco decepcionado, comenzó su camino hacia la puerta.
— Sí. — Maxi se detuvo inmediatamente, volteó a verla con una sonrisa para luego seguir con su camino.
Habían pasado varios minutos desde que el doctor había ingresado en el cuarto para revisar a Violetta, su padre y amigos se encontraban en el pasillo con un torbellino de sentimientos acumulándose en su interior; por un lado estaba el alivio y alegría porque había despertado pero, por otro lado, el miedo a lo que el médico pudiera decirles, ya les había advertido que podrían quedarle secuelas.
— ¿Y doctor? ¿Cómo está mi hija? — Germán no hizo esperar su ansiedad cuando el hombre abandonó la habitación de la joven.
— Por el momento no parece haber nada de que preocuparse. — Germán y Maxi se permitieron respirar al oír aquellas palabras. — Sin embargo aún no puedo asegurarles que no le quedarán secuelas, hay que hacerle más estudios para descartar cualquier problema.
— ¿Podemos pasar? — Preguntó Maxi.
— Antes de verla deben saber que al principio puede resultarle difícil hablar o fijar completa atención, es normal en personas en su situación. — Les explicó. — Con el tiempo y la debida rehabilitación todo estará bien.
Germán asintió. — Gracias. — Le dedicó una breve sonrisa antes de despedirse y entrar a ver a su hija.
Los días comenzaron a pasar dejando atrás la angustia y desesperación, Violetta había despertado luego de dos largos meses y su rehabilitación mostraba mejorías, pequeñas pero mejorías al fin.
Al principio le había resultado muy duro, en ocasiones llegaba a frustrarse, sentía que su nueva realidad la sobrepasaba pero ahí estaba su familia y su hermano de la vida apoyándola, sin permitirle que se diera por vencida. Ella lo intentaba, no podían decir que no lo hacía pero nadie podía saber lo que en verdad sentía, los pensamientos que la atormentaban por la noche, en el único momento que estaba completamente sola.

— No lo sé hija, necesitas seguir con la rehabilitación.
— Lo sé, prometo no abandonarla pero quiero hacerlo, lo necesito. — La voz de Violetta estaba cargada de súplica. Llevaba más de veinte minutos intentando convencer a su padre y no parecía estar dispuesta a rendirse.
Germán miró a su alrededor en busca de una respuesta. — ¿Estás segura? Quizás ahora pienses que es lo mejor para ti pero con el tiempo…
— No cambiaré de opinión. — Le aseguró.
— Sabes que lo único que quiero es que tú estés bien. — Suspiró. — De acuerdo. — Terminó por acceder.
Luego de la charla con su padre Violetta llamó a su mejor amigo para pedirle que la fuese a ver, necesitaba contarle la noticia. Él había estado acompañándola desde el primer momento, luego de que despertara se había ocupado de contarle todos lo sucedido durante su ausencia, de ayudarla con la rehabilitación y contenido los momentos que sintió que no podría continuar.

Allí estaban, sentados uno frente al otro en su habitación, mirándose sin decir nada como estuvieron haciendo desde el momento en que él llegó.
— Me voy. — Soltó finalmente.
Maxi frunció el ceño. — ¿Cómo que te vas?
— Nos iremos a Europa, hablé con mi papá y lo convencí de irnos.
— ¿Europa? ¿Me estás diciendo que te mudas a Europa? — Le preguntó incrédulo. — ¿Por qué? ¿Qué sucedió? ¿Qué hay de la rehabilitación, del Studio, los chicos? ¿Qué pasa con todo lo que dejarás aquí? ¿Qué hay de mí? — La desesperación se apoderó de él.
Violetta respiró profundo antes de hablar. — Qué no sucedió, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados Maxi, las cosas cambiaron, yo cambié.
— Tienes razón, las cosas cambiaron pero eso es parte de la vida y no significa que debas dejarlo todo, puedes superarlo.
— Es verdad, el cambio es parte de la vida. — Coincidió con él. — Por eso mismo deberías entenderme.
— Aún no me dices por qué quieres irte.
— Necesito un nuevo lugar, uno en el que no esté presa de las expectativas que tienen de mí, donde no me recuerden constantemente que mi sueño se vio frustrado. — Le explicó.
Maxi la analizó sus palabras. — ¿Qué hay de todo lo que dejarás? Ya no tendré a mi princesita.
— No digas tonterías, siempre estaré para ti sin importar la distancia. — Le dedicó una sonrisa. — La verdad es que no dejo nada más, me encargué de lastimar a mis amigos para alejarlos y al Studio no puedo volver, no como me gustaría hacerlo.
— Ya lo decidiste ¿verdad? — La vio asentir. — Te voy a extrañar. — Le confesó.
— Y yo a ti.

Los días que le siguieron a su conversación se basaron en armas maletas, pasar el mayor tiempo posible junto a su mejor amigo y sus intentos por convencerla de que se quedara, los cuales eran constantemente ignorados. Ella sabía que le costaría, siempre se había quejado de las mudanzas por el trabajo de su padre pero ahora era diferente, ella lo había elegido y, sin importar lo que le dijese a los demás, le costaba.
No le gustaban las despedidas y esta no solo la odiaba, le dolía.
— Último aviso a los pasajeros del vuelo Air Europa cien, tres, nueve, nueve con destino Madrid, embarque por la puerta once. — Habló la voz por el alto parlante.
Maxi dejó de prestar atención a la voz para concentrarse en su amiga. — Te voy a extrañar demasiado.
— Yo también. — Le respondió la chica con los ojos cristalizados. — Prometo que seguiremos hablando y nos volveremos a ver.
— Eso seguro, no te desharás de mí tan fácil. — Bromeó con una pequeña sonrisa. — Te amo mi princesa. — Se inclinó para abrazarla una última vez.
Se aferró a su amigo. — Yo más mi raperito.
Violetta junto a su padre y tía, se despidió por una vez más de su querida ama de llaves y su mejor amigo antes cruzar la puerta de abordaje.
Cuando por fin estuvo en su asiento del avión, abrió su diario y comenzó a plasmar sus sentimientos y pensamientos en él.
<<Hoy dejo atrás a mis amigos, el Studio, el sueño que alguna vez creí que llegaría a cumplir, dejo una vida para comenzar una completamente nueva. Aunque me duela abandonarlo todo, sé que es lo mejor para todos, yo no podía continuar fingiendo que nada había sucedido y tampoco podía pedirle a mis amigos que lo hicieran. Con el tiempo lograrán olvidarme, olvidarse de las últimas semanas en que los lastimé y guardo la esperanza que solo se queden con los buenos momentos, los mismos que yo siempre llevaré conmigo.
A partir del momento en que baje de este avión dejaré todo atrás para iniciar una nueva vida, quizás no sea la que siempre soñé pero sé que será buena.>>

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora