Capítulo 13.

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— Vilu ¿qué te sucede? — Le preguntó Germán al verla entrar con lágrimas en sus ojos pero la chica siguió su camino escaleras arriba. — Hija, ábreme por favor. — Pedía mientras golpeaba la puerta.
Violetta respondió a mitad del llanto. — Necesito estar sola.

— Chicos, que suerte que los encuentro.— Angie se encontró con los amigos de su sobrina al salir del Studio. — Necesito que me acompañen a la casa de Vilu.
Francesca la miró extrañada. — ¿Pasa algo?
— Me acaba de llamar Germán, dice que Vilu está encerrada en su dormitorio.
— ¿Qué? ¿Por qué? — León preguntó alarmado.
— No lo sé, no quiere hablar con nadie por eso pensé que tal ves si van ustedes podría salir.

— ¿Aún no ha salido? — Le preguntó Angie a Germán al entrar a la casa.
— No, dice que no quiere ver a nadie.
— Intentaré hablar con ella.
— La acompañamos. — Declaró Ludmila.
Al estar frente a la puerta del dormitorio de su sobrina, Angie dio leves toques en la madera. — Vilu, soy tu tía ¿puedes abrir la puerta?
— Quiero estar sola Angie.
— Vamos Vilu, abre la puerta por favor.
— ¿Cami? ¿Qué haces acá? — Violetta intentó reprimir el miedo.
— Estoy preocupada por ti ¿me dejas pasar así hablamos y solucionamos cualquier cosa que te esté pasando?
— Perdón pero no puedo, nadie puede ayudarme y no lo entenderían. — Confesó forzando su voz para no llorar.
— Entonces habla conmigo, yo te entenderé. — Maxi usó su voz comprensiva.
— ¿Tú también viniste Maxi? — La sorpresa fue remplazada por el pánico. — ¿Quién más está ahí?
— Todos, estamos todos aquí para ti y no nos iremos hasta que abras esta puerta. — Maxi habló con severidad.
La chica del otro lado hizo silencio unos segundos. — Pues bien, avisen que a sus casas que no llegarán para la cena porque no abriré esta puerta.
Angie volteó para ver a los jóvenes que la rodeaban. — Será mejor que la dejemos tranquila.
— Lo siento Angie pero no puedo irme cuando mi amiga está así. — Camila se negó.
— Si quieren quedarse está bien pero esperemos en la sala, hay que darle un poco de espacio.

— ¿Hola? — Olga respondió el teléfono de la casa. — Sí, aguarde un segundo. — La mujer camina hasta la sala donde se encontraban todos reunidos. — ¿Señor Germán? El doctor Cooper está al teléfono.
— Gracias, lo atiendo desde el escritorio. — Germán se incorporó rápidamente y acortó los pocos metros que había hacia su escritorio. — Hola ¿doctor Cooper? — Habló al teléfono. — Violetta llegó hace unas horas pero no quiso decir nada ¿sucedió algo? — Se quedó en silencio unos minutos escuchando. — Entiendo, muchas gracias por informarme. — Una vez finaliza la llamada se deja caer en la silla.
— ¿Para quién es eso Olga? — Le consultó Angie al verla pasar con una bandeja con un sandwich y un vaso de jugo.
— Para mi chiquitina, tiene que comer algo ¿no?
— Olguita, ella no quiere ver a nadie, no creo que le vaya a abrir. — Angie intentó sonar comprensiva.
— No creo que pueda negarse a uno de mis sandwiches.
Angie suspiró. — De acuerdo, haga el intento.

— Gracias Olguita. — Violetta agradeció mientras recibía la bandeja.
— No es nada, no puedes estar sin comer.
Fingió una sonrisa y dudó antes de preguntar. — ¿Aún no se han ido?
— Si y no creo que se vayan pronto, tienes muy buenos amigos. Deberías hablar con ellos, están todos muy preocupados por ti, yo incluida.
— Lo sé… — Admitió en un hilo de voz. — Abriré.
Se formó una amplia sonrisa en el rostro de la mujer. — ¿En serio? Les diré que suban.
— Espera Olga. — Detuvo el su paso. — Solo hay una persona con la que necesito hablar. — Admitió con un poco de duda.
— Lo que tú necesites, solo dime a quién y yo lo hago subir.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora