Capítulo 29.

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Aun con los ojos cerrados, lentamente movió hacía adelante su pie derecho y luego el izquierdo. Repitiendo aquella acción un par de veces más.
— Muy bien, ahora solo intenta caminar un poco más… — Federico dudó antes de seguir. — normal.
La chica giró su cabeza hacia un costado para encontrarse con la mirada del italiano. — ¿Estás diciéndome que camino anormal? — Le preguntó arqueando una de sus cejas.
Federico abrió los ojos de par en par.— ¿Qué? No, claro que no. Lo siento, no quise… — Comenzó a hablar nerviosamente.
— Tranquilo, solo era una broma. — Violetta le regaló una sonrisa divertida.
El joven suspiró aliviado y, sin poder evitarlo, le devolvió la sonrisa. — En verdad lograste asustarme. — Admitió.
— Si ya habéis terminado de asustarlo, sigamos intentándolo. — Diego interrumpió las risas. — Camina sin miedo, nosotros estaremos siempre junto a ti. — Le aseguró. La chica asintió sin dudar, algo en su interior le decía que podía confiar en aquel par de chicos.

— Vamos León, te hará bien despejarte. — Insistió Broduey
León, recostado en su cama, puso sus ojos en blanco. — Ya les dije que estoy bien.
Sus amigos intercambiaron miradas sin terminar de creerle pero golpe en la puerta interrumpió cualquier comentario que pudiesen hacer.
— Chicas, hola. — Maximiliano las saludó luego de abrir la puerta. — Pasen.
— Veníamos a buscarlos para que salgamos todos juntos. — Habló Ludmila adentrándose en la habitación.
— Suena genial pero tenemos dos problemas, aunque el primero no es un problema en sí. — Les informó Broduey.
Natalia los miró con el ceño fruncido.— ¿Qué sucede?
— No podremos salir todos juntos porque Diego y Fede hace rato se fueron a caminar y León se niega a salir. — Explicó Maxi.
Las jóvenes muchachas observaron a su amigo recostado sin ánimos en la cama. — Descuiden, lo de León yo lo soluciono. — Les aseguró Camila a sus amigos. Se paró frente a la cama del chico y adoptó una voz firme al hablarle. — León Vargas, será mejor que te levantes de esa cama y nos salgas con nosotros.
— No tengo ganas. — Le respondió a su amiga en el mismo tono de voz.
Camila se cruzó de brazos en un intento por tomar una postura más seria. — No te pregunté si tenías o no ganas, te estoy diciendo que saldremos todos juntos.
— Otro día.
— Nada de eso, te vas a levantar y lo harás ¡ahora! — Dijo alzando un poco más su voz al final.
León dejó escapar un suspiro. — Bueno, bueno pero ya no grites.
— En verdad lo solucionaste. — Broduey bromeó.
— ¿Y dónde fueron Fede y Diego? — Natalia le preguntó a sus amigos.
— Dijeron que iban a la plaza de la otra vez. — Les informó Maxi.
— ¿Y Andrés?
— Él anda intentando conquistar a una chica, es mejor que no lo molestemos.

Violetta giró sobre sí misma quedando frente a frente con ambos chicos. — Gracias. — Intensificó su sonrisa y los envolvió en un abrazo.
— No tenéis nada que agradecer. — Le aseguró Diego acariciándole la espalda.
— Sí Vilu, solo debías intentarlo.
Ella se separó aún sonriendo. No recordaba la última vez que había sentido una sonrisa sincera. — Tal vez pero si ustedes no me hubiesen apoyado de esta manera, yo no hubiera podido. En serio estoy tan agradecida con ustedes, me ayudaron a caminar nuevamente y además me apoyaron con lo de Joaquín. — Su sonrisa flaqueó por un instante al recordar aquel evento.
— Eh, tranquila. — Federico acarició el hombro de la chica. — Mejor enfócate en las cosas buenas, como en que volviste a caminar.
— Tienes razón. — La sonrisa de Violetta iluminó su rostro. — Aunque ahora ustedes tienen un problema con que yo camine.
— ¿Un problema? ¿Por qué tendríamos uno? — La cuestionó Diego sin lograr comprender a lo que la chica se refería.
— Que no me podrán alcanzar. — Y sin darles tiempo de reaccionar, Violetta dio media vuelta y comenzó a correr… o eso intentaba.
Diego y Federico intercambiaron miradas antes de salir tras su nueva amiga.
El trío corrió por varios minutos entre risas y gritos antes de que los dos muchachos alcanzaran a Violetta. Ella sabía que la podrían haber atrapado rápidamente, ese era el primer día que caminaba realmente y no era capaz de correr a gran velocidad. El hecho de que aquellos chicos no lo hicieran, le llenó el alma de alegría.
— Te dijimos que te alcanzaríamos. — Dijo Federico una vez estuvieron juntos.
— Solo fue suerte. — Violetta bromeó haciéndolos reír.
— La que necesitará suerte ahora eres tú. — Diego intercambió una sonrisa cómplice con su amigo y poco a poco se acercaron más a ella.
Violetta comenzó a retroceder torpemente. — Por favor que no sean… — La risa provocada por las cosquillas de sus amigos no la dejaron continuar.
— Esto es por creerte más veloz que nosotros. — Le dijo Federico sin parar de hacerle cosquillas.
De un momento a otro los tres jóvenes se encontraban en el suelo en una pequeña guerra de cosquillas.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora