Capítulo 36.

189 12 33
                                    

El sol ya se había puesto cuando Diego llegó a la casa de su amiga. Había pasado una tarde realmente agradable junto a sus amigos y novia, pero no podía sacarse de la mente a su amiga. No le había gustado dejarla sola luego de que dijera que le dolía la cabeza, y cuando Francesca le contó que se había mareado, la preocupación del español aumentó significativamente.
El silencio dentro de la casa contrario a transmitirle tranquilidad, terminó por inquietarlo. Miró la hora en su celular, apenas pasaba de las nueve. Generalmente Violetta no se dormía hasta las diez. <<Quizás se acostó por el dolor de cabeza>> Con ese pensamiento en la mente, subió las escaleras hasta el cuarto de la chica.
— Vilu. — Llamó despacio a la puerta. — Soy Diego, quería saber si querías algo de cenar. — Esperó por una respuesta. Nada. — Violetta ¿te encuentras bien? — Alzó un poco la voz. Silencio. — Voy a entrar. — Anunció antes de abrir la puerta. Entró a la habitación con cuidado, jamás había estado allí y no se sentía cómodo entrando sin su permiso. — Vilu. — La llamó nuevamente mientras se acercaba a la cama. — Violetta, me estás asustando. — La giró haciéndola quedar boca arriba. Esperó por una reacción pero la joven no se movió. — ¿Violetta? — El pánico comenzó a invadirlo y sin pensarlo más llevó dos dedos al cuello de su amiga en busca de su pulso pero apenas podía sentirlo. — Por Dios. Voy a llamar a la ambulancia. — Dijo aunque estaba seguro de que no podía oírlo.
Luego de llamar a emergencias, sintió que todo pasaba en cámara lenta delante de sus ojos, y al mismo tiempo que había pasado tan solo un segundo de que encontró a su amiga al momento en que llegaron al hospital.
Sentado en la sala de espera, revisó su celular por décima vez desde que había llamado a sus amigos para avisarles lo sucedido.
— ¿Cómo está? — Le preguntó León a penas se encontraron con el pelinegro.
Diego se incorporó de un salto. — No lo sé, no me dicen nada desde que llegamos. — Dijo desesperado.
— Familiares de Violetta Castillo. — Llamó el médico desde el otro lado de la sala.
Todos se acercaron a él. — Somos sus amigos, su padre está de viaje. — Explicó Camila.
— De acuerdo. ¿Saben si la joven se hace atender por alguna enfermedad o problema?
— En Argentina se hacía atender por una enfermedad que dijeron era terminal, pero no sé si aquí se siguió atendiendo. — Le explicó Maxi.
— ¿Sabes en qué clínica se atendía?
— No, pero tengo el contacto de su médico. — Dijo comenzando a buscar en su celular. — Aquí está. — Le enseñó la pantalla donde aparecía el número.
El hombre copió rápidamente el número. — ¿Les ha dicho si se sentía mal últimamente?
— De hecho hace un par de horas dijo que le dolía la cabeza y tuvo un mareo. — Mencionó Francesca. — ¿Por qué? ¿Tiene algo grave? — Le preguntó presa del pánico.
El doctor se apresuró a negar. —  Son preguntas de rutina, no se preocupen. — Trató de tranquilizar a los jóvenes. — Muy bien, me voy a contactar con su médico. — Les dijo antes de retirarse.
El grupo de amigos volvió a la sala de espera y tomó asiento.
— ¿Nos puedes explicar bien qué fue lo que ocurrió? — Francesca le pidió a su novio.
Diego tomó aire intentando calmarse. — Es que no lo sé. Cuando llegué fui a su habitación para preguntarle si quería cenar y saber cómo estaba, golpeé varias veces pero como no contestaba terminé entrando. La vi acostada y pensé que dormía, entonces intenté despertarla pero ni siquiera se movió y cuando busqué su pulso me di cuenta de que era muy débil. La última vez que la vi, seguía inconsciente. — Terminó por decir.

— Doctor, la frecuencia cardíaca de la paciente es baja. — Informó la enfermera mientras revisaba los monitores.
El hombre le observó los monitores y luego la carpeta que sostenía. — Hablé su doctor en Argentina y me envió su historial. — Comenzó explicando. — No creo que este episodio esté relacionado con su enfermedad. — Dijo cerrando la carpeta y levantando la mirada hacia la enfermera. — Quiero que esté en un monitoreo constante y le realicen un análisis de sangre. — Le indicó.
La mujer observó detenidamente a la chica y luego al doctor. — Usted sospecha algo ¿no es verdad? ¿Qué cree que tiene?
— No quiero adelantarme, prefiero esperar a los estudios. — Dijo observando a su joven paciente.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora