III: Por la estrella del amor

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Ya eran exactamente las cinco de la tarde en la ciudad de Camden, para la familia dálmata ya terminaba la hora del descanso. Dolly, la cachorra dálmata, despierta después del escandaloso ruido del despertador que activó Dylan cerca de ella para levantar temprano y practicar en el parque sin tiempo de perdida. La dálmata no concluía la razón que recibía tanta bondad y generosidad de su hermano Dylan ya que mayormente se la pasan en guerra. Cuando uno quiere toma el mando de sus hermanos para cuidarlos y la presidencia del hogar.

Su vigor estaba en tranquilidad, tanto que no paraba de pensar en cómo Dylan la motivó a dejar de sufrir por lo que sucedió con el can de sus sueños, Hansel Husky. Dejando en el pasado todo su amor hacia él y la depresión que lo olvidó por completo. No estaba sorprendida de lo que Dylan hizo por ella. Sabía que el cachorro dálmata era bondadosa y solidario con los demás, en especial los miembros de la familia. La ayudaba a sacar los problemas y expresiones sentimentales que le ocurre cotidianamente. Recuerda cuando la cachorra se lesionó la pata por causa de un accidente con su skateboard; sangraba poco, pero su dolor era inolvidable. Hasta que Dylan la atendió rápidamente antes de que la lesión fuera grave. Vendando su pata con vendas de algodón azul turquesa y tratándola con cautela. Fue un momento consolador para la dálmata.

Apenas levantándose de su cama después de un largo y satisfactorio descanso para continuar sus actividades con lo sobrante del día. No duró mucho después de su despertar cuando alguien golpeaba la puerta principal del hogar. Titubeaba de quién puede ser a esas horas tan tempranas de la tarde. Quiso responder al llamado de la puerta, pero fue interrumpida por su hermano Dylan, que caminaba por el pasillo del hogar. No te preocupes, yo atenderé, insistió deteniendo a Dolly en su camino. Lo obedeció cambiando su rumbo hacia la cocina, porque el hambre era atroz por el largo descanso que obtuvo voluntariamente.

Dylan correspondió el llamado de la puerta que tocaba con desesperación. Al abrir por completo la entrada se veía a plena vista que estaba parado Hansel con un aspecto serio en su rostro. Tan solo de verlo, el dálmata se sentía molesto con el husky, por herir los sentimientos de su hermanastra.

—¿Si, en qué puedo ayudarte? —indagó con gesto de seriedad, aunque interiormente estaba con coraje hacia él.

—¿Está Dolly? No la he visto todo el día y quería saber sobre qué pasó con la cita. Si prefiere hacerla ahora mismo o la posponemos para otra fecha —replicó con exactitud a su llegada con buena causa.

—Deja la busco, no ha salido todo el día. Guárdame unos minutos.

—Me parece perfecto, gracias.

El cachorro dálmata no paraba de sentir ira por el husky que le quebró el corazón a su hermana preferida. Al no negarse a la sugerencia del can buscó por toda la cocina si estaba presente. Que en poco tiempo no se dificultó su encuentro. Entre ambos dálmatas se comenzó una conversación pequeña a que Dolly debe atender a Hansel para evitar un descuido de carencia de educación. Insistía hasta lograr convencerla a su totalidad, pero seguía con coraje en su alma, ganas de liberar esa ira que la invadía en su interior.

No cabe de duda que no dejaba de mascullar el odio que le traía al can que anteriormente amaba en su corazón y deseando un excelente noviazgo en sus sueños. Atendió la puerta con cuidado para evitar alguna lesión sentimental para ambos.

—Mira quién está aquí, el rompecorazones de Camden —dijo la dálmata irónica aún con coraje. Intentaba aguardarlo, ocultándolo por completo. Tenía ganas de desahogar ese enojo, solo que no sabía cómo y en qué momento.

—¿Perdón? —inquirió el husky confuso y ofendido.

—Sí. Tú él traicionero que es un simple mujeriego bueno para nada.

La constelación perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora