XXVII: Amor eterno

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La familia reconocía con orgullo el triunfo que Dolly logró en la competencia de patinaje de su localidad. Ese trofeo que simboliza el ahínco realizado durante todo el evento, símbolo de su victoria.

Pero no era lo que más le daba alegría a la cachorra manchada, sino el regreso de su príncipe azul que ahora está a su lado. Ese dálmata que tanto aprecia y encariña con todo lo que su corazón puede darle. Ese amor que no había sentido con otro can como Hansel u otros canes que ha conocido en su vida hasta ahora.

Las cosas se tornaron más coloridos al verse que todo había regresado como antes. En especial para la cachorra dálmata que era la más ansiosa de que su astronauta regresara.

—No sabes la alegría que me llena al saber que por fin estoy a tus patas de nuevo —dijo la hembra mientras abrazaba cariñosamente a su novio con felicidad.

—Yo también esperaba ese día, preciosa. Y ahora que estaremos juntos, te haré la can más feliz del planeta.

—Eres un amor, Dylan.

Y para Dawkins y Da Vinci... también tienen su lado feliz.

Ambos cachorros tórtolos se la pasan tiempo juntos como una pareja joven pasa cada día de su vida. Su amor era más claro, no había algo que los preocuparía dentro de su relación. A excepción de que toda su familia se entere de lo suyo y quieran separarlos.

Pintaban juntos, jugaban a la pelota, diversos juegos para divertirse en pareja, risas se entretenían y con cariños cada vez en cuando.

—Eres el amor de mi vida, Dawkins...

—Te amo, mi linda artista.

La familia se apoyaba en lo que fuera posible para el par de enamorados jóvenes de Dylan y Dolly. Estaban contentos de que ellos se encontraban juntos de nuevo. Como ese día que han confesado su relación privada. Aún faltan canes a quiénes exhibir lo suyo, pero con el tiempo se irá expandiendo esa noticia. Porque a pesar de ser simplemente hermanastros, sabrán que hay un calor amoroso que los mantienen sujetos por el amor que sus corazones pueden demostrar.

La juventud no es eterna, y por eso se debe aprovecharla —eso decía Delilah—. Esas metas que tanto has soñado, no hay que dejarlas atrás y ponerlas a pie mientras eres joven. Porque su lo haces más tarde, menor capacidad tendrás para hacerlo realidad. Y encontrar a tu media naranja, no es algo que se debería dejar pasar.

Dolly tomó esas palabras y tomó la iniciativa de aprovechar su juventud en algo inolvidable. Sin dejar atrás su pasatiempo favorito y el cariño de su noviazgo con el dálmata que ha amado.

Un día, después de que ella había terminado su entrenamiento de skate en el parque de Camden Town, regresó exhausta a su vivienda con el pensamiento de ver nuevamente a Dylan con todo su belleza que la cautivaba.

Pero al entrar, todo el hogar estaba en silencio. Ni un simple aullido se oía por el interior de la vivienda. Hasta que observó que todos estaban descansando en sus habitaciones y en la sala de la casa. Eso la cautivó por lo adorable que se veían al dormir.

Siguió investigando unos minutos más, pero rastro del macho astronauta. Ni en la sala, ni en la cocina, ni el sótano, el ático, las habitaciones, el patio trasero, ni la casa del árbol. Se le hizo peculiar su ausencia, ¿en dónde estaría? Hasta solo se le ocurrió que algo malo le haya pasado.

Lo único que le quedaba era revisar la azotea del hogar. Se levantó y caminó hasta ascender por escaleras.

Ascendió hasta llegar a la azotea. Y sí, fue agotador la subida. Pero a lo que venía, parecía que valió la pena. El cachorro estaba sentado mientras veía el atardecer, que se avecinaba la noche en la ciudad.

A Dolly le llamó la curiosidad, que decidió acercarse a él sin que el dálmata se diera cuenta de su llegada. Se sentó a su lado y miró el atardecer mientras tomaba su pata.

—Oh, hola, cariño —saludó el macho mientras correspondía el gesto.

—¿Qué haces aquí? Te estaba buscando.

—Solo venía a ver el lindo atardecer... que está por anochecer...

—¿Te encuentras bien? —preguntó Dolly sin apartar la mirada.

—No es nada... —toma un largo suspira—. Solo... que me impresiona que lo nuestro no haya sido un simple noviazgo pasajero.

—¿Por qué lo dices?

—Dolly, yo te amé desde que te conocí. Fuiste y seguirás siendo muy hermosa para mí. No había sentido ese amor con otra can como Portia, o Summer, que conocimos en las vacaciones de verano. Fuiste la única que permaneció a mi corazón... y no sé cómo agradecerte que estés a mi lado.

—Con que tú me ames a diario, es suficiente —le esboza una sonrisa mientras lo miraba fijamente a los ojos.

Dylan correspondió esa sonrisa y decidió intensificar el momento con un beso que uniría sus labios. A lo que la hembra no rechazó ese cariño y decidió corresponderlo con todo el amor que tenía. Mientras que con su delicada pata acaricia el rostro del macho mientras seguían con el ósculo.

—Sin duda alguna —habló el dálmata macho—, tú siempre esa hermosa estrella que tanto anhelo que brille cada día al despertar.

—Eso nunca lo dudes, porque siempre seré la hembra que estará por siempre a tu lado —agregó la hembra.

—Si fuéramos estrellas, me imagino que seríamos la constelación perfecta de este universo.

—Te lo aseguro, cariño. Te amo...

—Yo también te amo, Dolly.

Unieron sus narices de la manera más cariñosa y tierna que pueda ser visible. Nunca se imaginaron terminar unidos, amándose del uno al otro, y viceversa. Todo terminó bien, sus sueños se cumplieron, y seguirían cumpliendo esas metas que plantearán en un futuro.

 Todo terminó bien, sus sueños se cumplieron, y seguirían cumpliendo esas metas que plantearán en un futuro

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Y para Dolly, esa estrella cometa que pidió ese deseo, se le hizo realidad.

La constelación perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora