XIX: El poder de soñar

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Dylan se quedaba sentado, recargado en la valla que dividía la propiedad de la familia dálmata y la de su vecino felino Constantin. Estaba supervisando que ninguno de sus hermanos se lastime mientras seguían jugando con sus juguetes o con actividades físicas. Lo que lo mantenía contento era verlos felices jugando entre hermanos. Más a su esposa; que esperaba verla tan sonriente después de haber acreditado para la siguiente etapa de su competencia de skateboard.

Pasaron unos minutos y el timbre del hogar empezó a sonar. ¿Quién será?, Inquirió Dylan en su mente.

Al abrir la puerta principal del hogar, vio que era un can husky. Blanco con negro su pelaje, ojos marrones, cola larga y gruesa por el pelaje, orejas cortas y con un collar celeste que tenía una placa circular plateada, con el nombre grabado Bruno H. En el collar, a un lado de su cuello, llevaba un gafete con bordes azules y con una fotografía de él. Al verlo con detalle, era un can que es perteneciente de la corporación NASA. Ayudante canino de investigación astronómica, decía en su gafete.

—Buenas tardes, joven —saludó cordialmente el husky—. Dispense que lo interrumpa, pero busco a Dylan Dálmata.

—Sí, soy yo —sintió un escalofrío correr en su cuerpo—. ¿Y usted quién es?

—Ah, sí. Perdón por ser descortés con usted. Me presento; mi nombre es Bruno Hurtado y soy parte de la corporación NASA. Yo trabajo de ayudante en investigación astronómica. Y vengo a realizar una pequeña entrevista a Dylan Dálmata. Y al ver que es usted, veo que ya está enterado de nuestro proyecto de viajar a Marte.

—Así es, y no sabe la emoción que transmitió en mi cuerpo. ¿Tengo que hacer algo para poder entrar?

—Vengo a hacerle una entrevista para averiguar si pueda acreditar para nuestro proyecto. Ya que hemos visto que has dado un enorme interés a lo que es el estudio de la astronomía.

—Claro —afirmó el dálmata—, con mucho gusto. Por favor, pase.

—Gracias, joven.

Dylan lo acompañó hasta la sala del hogar. Ahí se sentaron en el sofá azul. El cachorro dálmata le brindó un tazón con agua al can que fue a entrevistarlo. En un tazón turquesa con puntos rojos. El husky agradezco esa cortesía de Dylan.

En el transcurso de una hora, Bruno estuvo realizando un cuestionario de varios temas que se aplican en la corporación astronómica. Matemáticas, en manejo de funciones, álgebra, y cálculo mental; física, en astronomía, las leyes de la física y sobre los astros; geografía; Historia universal; tecnología; y ciencia, en biología y química.

En medio de la encuesta, Dylan se ponía nervioso. Las preguntas no eran completamente fáciles. Ninguna era capciosa como para soltar una respuesta incoherente. Tomó un largo suspiro e intentó relajarse lo mejor posible. Hasta Dolly quiso entrar a la sala para investigar dónde se encontraba su amado. Lo vio con ese can fino. Así que lo dejó y no deseó interferir en media entrevista.

Después de hora y media, habían terminado las cincuenta preguntas que se debían aplicar de acuerdo con el programa. El husky empezó a revisar las respuestas que el cachorro dálmata le dio al entrevistador. Eso lo puso más nervioso. Ese temor de no poder acreditar y echar a perder esa oportunidad que tanto ha anhelado por años.

—Bueno, Dylan Dálmata. Al parecer hubo preguntas que ha dado una respuesta incorrecta, pero, descartando todo lo malo, veo que ha aprobado su examen verbal.

—Eso quiere decir que...

—Eres bienvenido a nuestro proyecto de viajar a Marte —completó verbalmente el husky—. Muchas felicitaciones, Dylan Dálmata —le da un apretón de patas.

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