XIII: Esperanza

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—Dolly..., yo... no sé qué decir.

—Dylan, es en serio. Yo te amo. No como hermanos, sino algo más.

—Pero, hermana, ¿por qué a mí? ¿Qué sucedió con Hansel, Fergus y a Spike?

—Hansel me traicionó con una trapeadora —lo dijo con coraje—, Fergus nunca me interesó, y con Spike... —tomó aire antes de confesar— lo rechacé. Pero yo me fijé más en ti porque me has apoyado en todo. Desde que éramos cachorros, sabía que nos llevaríamos muy bien. Pero ahora esto que siento por ti, no sé cómo decírtelo.

—Yo solo realizaba mi papel del hermano mayor. Pero yo no creí que...

—¿Sucediera eso? —interrumpió Dolly—. Lo sé. Pero creo que esto solo es algo de la adolescencia. Mi cabeza no sabe lo que hace, solo sigue lo que mi corazón dice. No me odies, por favor.

—¿Por qué lo haría? —tomó una mejilla de la cachorra—. Tú eres mi hermana... y me necesitas. Con respecto lo del beso... me dejaste sin palabras. Pero no he dicho nada al respecto. Solo déjame pensarlo.

Unos segundos después, Dylan baja de la casa del árbol para dirigirse a su habitación. Dolly solo pudo verlo irse, sin decir algo más al respecto.

Se sentía destruida, pero las palabras de Dylan amortiguaron su dolor en el corazón. «Solo déjame pensarlo». Esas palabras las dejaban titubear más que lo de costumbre. ¿Cuánto tiempo será ese tiempo que solicita? ¿Y cuál será su respuesta? No tenía otra cosa que hacer. El beso había confesado lo que sentía por él.

En la mañana siguiente, descansó más de lo costumbre. El insomnio en la noche impedía conciliar el sueño. Hasta que llegó un momento que logró dormir y librarse el problema por un pequeño tiempo.

Hasta en las pesadillas era lo que más temía: era el mismo escenario del ósculo, pero, como pasaba el tiempo, se tornaba en su entorno a una oscuridad intensa. Pero después de haber dado el beso, oyó comentarios negativos de su acción. Tanto de sus hermanos como de sus conocidos. «Él nunca te aceptará», «¡Esto es ridículo», «Eres una completa imprudente, insensata, enferma». Tenía ganas de llorar en su propio sueño. En lo físico solo se movía de la incomodidad de lo que estaba sucediendo. Huía en su pesadilla, para dejar que la hieran psicológicamente. Estaba en un abismo sin salida. Las palabras volaban en el viento, las voces eran inquietantes, el entorno escalofriante y las oraciones deprimentes.

Despertó exaltada. Por suerte de ella era una pesadilla, pero al poco tiempo empezó a lagrimear.

Bajó por las escaleras y, por sorpresa, se encontró con Dylan. Que se veía serio en ese día.

—Hermana, ¿dónde estabas? No asististe en el desayuno.

—Me quedé dormida, Dylan. Lo siento mucho.

—Que sea la última vez, Dolly. No quiero causar problemas o hasta te quedes sin desayunar.

Fue un poco rudo con ella, pero intentó ser lo más claro.

Ella desayunó pacíficamente, sin la compañía de alguien. Solamente quedaba escuchar la música que creaba el cachorro melómano de la familia dálmata: DJ. Pasó unos minutos así, hasta terminar sus croquetas en el tazón de comida. Vio su cara en el reflejo del plástico de la misma. Además de las boronas de las croquetas orgánicas.

Al medio día, habló con Da Vinci del asunto. Necesitaba un apoyo motivacional y de una profesional como la cachorra pintora.

—Soy una estúpida —se ofendió a sí misma. Dejando que sus lágrimas derramarán en sus mejillas.

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