La constelación perfecta

XVII: Sueños en marcha

A la mañana siguiente, como cualquier otro día en Camden Town, toda la familia despertaba para comenzar con sus actividades diarias. Los padres necesitaban trabajar para mantener en pie todo el hogar y la familia de noventa y nueve pequeños manchados. 

El desayuno estaba servido con el servicio de los cachorros mayores. Cuando tenían la oportunidad de no tener la vista de sus hermanos, se daban cortos besos en sus labios o a lamidas en las mejillas y narices. El sonrojo en las mejillas, el palpitar de su corazón escucharse por el amor que sentían, la sonrisa en sus hocicos, los ojos reflejando lo que sentían y la brisa ondear sus delgados pelajes que los abrigaba su cuerpo. No faltaban los abrazos en esos bellos momentos de primavera en los corazones. Ver que el jardín de su amor florecía más rápido que lo de costumbre. La hoguera de su pasión no se extinguía. Había muchas formas de reflejar su enamoramiento, pero cada momento era suficiente para esbozar una larga sonrisa de felicidad.

Teniendo cuatro patas de apoyo, terminaron más rápido en preparar el desayuno. Más de lo que se esperaba. Ciento un tazones de croquetas organizadas en el comedor y algunas partes de la cocina. Terminaron en un santiamén.

Los cachorros comían pacíficamente en sus respectivos tazones. Todo comenzaba normal el día. Tanto esperaban una sorpresa que les ayudara aumentar su alegría. Además de salir al parque de la localidad para pasar la tarde.

—¿Y ustedes tienen planes, hijos? —inquirió Delilah dirigiéndose a Dylan y Dolly.

—Bueno, quiero pedirles un permiso para algo —agregó Dolly en la conversación—. Habrá una convocatoria de patinaje en el parque. Y me gustaría que si me dieran esa autorización de participar en ese evento.

—Te lo daremos, Dolly. Pero sí prometes que tomarás cautela en toda acrobacia que cometas. ¿Entendido?

—Buen entendedor, pocas palabras —dijo ella.

—No te preocupes, Dolly —intervino Dylan—. Yo te haré compañía durante todo el evento. Y en caso de que te lastimes, aquí tienes presente un auxiliar médico.

—Gracias, amor —le lamió la mejilla.

Dylan realizó sus labores domésticas como cada día de su vida. Limpiar los muebles de todo el hogar, lavar tazones, aspirar suelos, limpiar habitaciones, limpiar ventanas y librar el polvo en cualquier punto escondido de la vivienda. Quedando reluciente el lugar para comenzar con sus pasatiempos.

Revisó la correspondencia de la entrada del hogar. El primer sobre, turquesa, era un recibo anual del consumo de energía eléctrica; aseguró que se usó menos que el bimestre pasado. El segundo, amarillo pastel, era el recibo del consumo de agua potable; la cantidad no se removía como el mes pasado. Y el tercero, un sobre blanco, era un mensaje con el destinatario dedicado a Dylan. Eso llamó su atención y decidió abrirlo sin dudarlo. Al leer hasta el pie de la página, su rostro reflejaba una alegría. Lo emocionó bastante que tenía ganas de gritarlo.

Llevó el sobre en su hocico, y se dirigió a la habitación de la cachorra Dolly. Qué, ella, estaba puliendo su skateboard para participar en el evento que ese día comenzaban las inscripciones para los aspirantes.

Dolly siente como ella es abrazada desde su espalda. Detectó el olor del pelaje de su amado Dylan. Parecía tener alegría por algo.

—Te veo muy emocionado. ¿Qué tienes?

—No me lo vas a creer. Me llegó un mensaje de una de las corporaciones más grandes en el estudio de astronomía. Dice que me eligieron para participar en un proyecto de viajar a Marte.

—¿A Marte? Amor, es lo que realmente has soñado —Dylan había contagiado esa alegría a la dálmata—. Es una enorme oportunidad.

—Es lo mejor que me ha pasado —la abraza—. ¿Pero sabes algo? Lo más maravilloso que he pasado es poder estar a tu lado —sonríe al verla fijamente. Mientras acariciaba una de las delicadas mejillas de su amada.