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El fin de semana de Angie fue un asco, estuvo con humor de perros y como si fuera poco, el lunes tendría que empezar su castigo.
Debía limpiar los grafitis de los casilleros y los baños de las instalaciones, una maravilla.

Al llegar el lunes a la escuela, saludo a sus amigas y pensó que el día podría mejorar en cuanto comió un rico cupcake de vainilla, idea descartada cuando vio ingresar a Brisa por los pasillos de la mano con su novio, la castaña vestía su uniforme de porrista y Julián una camiseta sin mangas junto con un pantalón holgado, para la desgracia de la ojicafe, lucían bien juntos.

—Hola fenómeno—se burló al pasar junto a ellas.

—Zopenca—devolvió Angie captando una pequeña sombra asesina en ciertos ojos marrones.

Después de clases y de haber cumplido con su asqueroso castigo, decidió ir a la biblioteca. Pensó que se encontraría a la castaña allí, pero no fue así. Se sentó en la misma mesa de siempre, observando con decepción la mesa del fondo vacia. De alguna manera se sentia sola y terminó sin estudiar realmente, sólo mirando hacia el techo.

Fue hasta las estanterías y comenzó a buscar un libro, no tenía idea de cuál quería encontrar, pero sería alguno que le hiciera olvidar su asqueroso día.
Terminó leyendo uno de Stephen King y prácticamente le ocupó toda la hora.
Al terminar lo volvió a guardar y se llevó otro diferente.

Fue hasta la pequeña sala de estar, en la biblioteca tenían una en la cual habían dos pequeños sillones de dos plazas, formando un cuadrado alrededor de una mesita ratonera , se recosto en uno de los sillones intentando leer su libro de biología y los párpados comenzaron a fallarle, volviéndose pesados.
Antes de darse cuenta, cayó dormida.

Después de un rato comenzó a sentir como alguien acariciaba su rostro y apartaba un mechón de cabello de su frente cuidadosamente, temiendo despertarla, provocando que Angie arrugara la nariz. Casi de inmediato, sintió la pérdida de la cálida mano en su rostro cuando está se alejó rápidamente.
Angie comenzó a parpadear y restregarse los ojos
Escucho unos pasos apresurados y un golpe, al abrir finalmente los ojos  y enfocarlos, se encontró con Brisa quien parecía haberse tropezado, sus piernas con el borde de la mesa y ahora se había caído sentada.

Brisa la contemplaba con una mezcla de horror y miedo, sus mejillas estaban rojas, pero muy pronto para su gesto, recuperó la mirada irritada que la caracterizaba.

—¿qué tanto me miras?—pregunto levantándose y sacudiendo su falda, llevaba una chaqueta de cuero, a Angie le molesto saber a quién pertenecía.

—la pregunta es ¿qué estas haciendo aqui?—hablo a la defensiva y rascándose él cuello, había estado teniendo un lindo sueño hasta que la despertó.

—Yo iba a buscar un libro y justamente lo tienes tu, intentaba tomarlo mientras dormías—explico señalando el de Biología y el de Charles Dickens que había bajo su brazo, Angie la miro sorprendida.

—¿tu lees libros?

—claro que si, asno—enunció rodando los ojos.

—oh, lo siento, crei que en sus cabezas sólo pensaban en maquillaje y chicos.—dijo Angie burlándose y formando una sonrisa.
Brisa la miro fijamente, pestañeando por el pequeño gesto durante unos segundos, pero luego reaccionó.

—bueno, ese es un pensamiento patético, agregado a la lista de los que ya tienes—espetó mirándola con desdén

—Lo que digas niña ¿no tienes que ir a molestar a la gente? que sigues haciendo aqui.—le indago mientras recogía sus cosas.

—prefiero molestarte a ti—se burló y Angie río con sarcasmo.

—entiendo ¿ósea que tienes una obsesión conmigo?—cuestionó riendo falsamente y acercándose a la castaña, quien retrocedió unos pasos en guardia.

¿i hate you? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora