Prólogo

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Ø 17 años

Estaba acostado en mi cama, semidesnudo y con una chiquilla desnuda a mi lado. Ya hacía unos meses que había tenido mi primera vez y no fue nada relevante. La chica que estaba junto a mí la conocí hace unas semanas, me llamaba la atención su atractivo, piel clara, ojos azules y pelo castaño lacio, pero su físico era opacado por lo fácil que fue.

Ella no dudó en ligarse conmigo.

Por lo tanto, allí estaba, al lado mío, pero en unos minutos le diré que se vaya, se nota que no le da importancia el entregarse a cualquiera, así que no vale la pena.

Más tarde, llevé a la chica a coger un taxi frente a mi hogar. Se despidió con una amplia sonrisa y muy feliz, creyendo que volvería a mí, sin saber que ya había descubierto el tipo de persona que era.

Me quedé mirando el taxi alejándose y suspiro, los recuerdos de la conversación que tuve con mi madre sobre el viaje que haremos a mi ciudad natal por la vivienda que habían dejado mis abuelos después de su muerte. Era el hogar donde había nacido, pero a la edad de tres años mis padres decidieron salir de allá. Mi madre siempre decía que era para salir de un ambiente que no nos hacía bien, y mi padre no se atrevía a contradecirla.

Lo que mi madre decía, eso era.

***

Observando la única calle de Rennes, Bretaña, que pasa frente a mi hogar desde el balcón de mi habitación, pensando en la chica que llamé hace unas horas solo porque estaba aburrido.

Mientras posaba en el marco de la puerta que da paso al balcón, observé el cielo oscuro con la luna llena y sin ni una estrella; algunas lámparas de la calle parpadeaban por falta de mantenimiento y, mientras iba bajando la vista, me encuentro con las plantas ornamentales de los jardines en el exterior de la mansión, que a veces se siente tan vacía a estas horas de la noche.

De repente, vi una pequeña figura de abundante pelo rizado, negro por la escasa luz de la noche, escabulléndose entre las plantas de los jardines exteriores y desapareciendo después que anduvo toda la acera frente al lugar. Tal vez sea una chiquilla curiosa, o hasta huérfana también; pero ahí, justo en ese momento sentí una punzada en mi pecho, y la enorme curiosidad de saber quién era embargaba mi interior.

No sabía quién podría ser, pero quería conocerla, que me permitiese acercarme para charlar un rato, y pasar horas y más horas acariciando cada hebra de aquellos rizos oscuros que tanto me llamaron la atención.

Pero descartando esas cursis ideas que mi mente había generado, decidí que ya es hora de descansar, porque en la mañana siguiente tendría que continuar conversando con mi madre su decisión sobre irnos a nuestro pueblo natal, en California.

Tus RizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora