Dylan.
Una mesera pelirroja se acerca, hace mi pedido y se retira. Encuentro curioso que Rizos no está por estos lados, y contando con que vive cerca, creo que es raro que se le haga tarde.
Pasan cinco minutos y la misma chica trae mi café, y con una sonrisa coqueta se retira deseándome buen provecho. Es lamentable pero no me llama la atención, aunque es atractiva.
Mientras tomo algunos sorbos de mi café, pienso en mi actividad sexual, que ha estado ausente desde hace unas semanas, pero me llega a la mente la cabellera rizada de Rizos y descubro que ella es la razón. ¿Quién más sería? No me he fijado en nadie más desde que vine aquí, desde que ella está presente a todos los lugares que voy; desde que las nubes grises de sus ojos me atraparon desprevenido; desde que la vi bailar en el club.
Sigo sumergido en mis pensamientos más y más con cada sorbo de café. Se me olvida el horario de clases y solo tengo presente en mi mente sus ojos grises y los rizos que le bajan por la espalda. Y, como si fuese un deseo hecho realidad, la imagino frente a mí, sentada con los brazos cruzados sobre la mesa y compartiendo una taza de café o de algo que le guste.
Salgo de mis pensamientos cuando la Deyna que tengo frente a mí chasquea los dedos llamando mi atención.
—¿En qué demonios estás pensando? —me hace la pregunta con sus cejas fruncidas.
Mi corazón da un vuelco cuando confirmo que no estoy imaginando nada, que en realidad ella está frente a mí.
—Disculpa, no te había notado —me disculpo mientras trato de ocultar mi rostro en la taza de café para huir de la helada mirada que me da.
—Y pensar que habías dicho que estarías para escucharme, pero ¿cómo? Si ni siquiera notas mi presencia —ella desvía su mirada después de pronunciar esas palabras con amargura. La opresión en mi pecho crece por la culpa, no pensé que tendría tan pendiente mis palabras.
—No pensé que tomarías en cuenta lo que había dicho. Disculpa.
—Te disculpas demasiado —recalca—. Le das oportunidad a otros para hacer contigo lo que quieran.
Se levanta de su asiento, toma la taza vacía frente a mí y me extiende la mano.
—Ahora paga y lárgate, es casi la hora de tu primera clase.
***
Al volver del instituto, decido organizar algunas cosas en mi habitación. Luego, tomo un tiempo para pensar en lo que Dania ha mencionado. Quiere que participe con ellos, pero ¿haciendo qué? No voy a cantar, sería una pérdida de tiempo, tampoco voy a tocar una guitarra. Además de que no vi que hubiera en el club a simple vista y vendí dos que tenía.
También pienso en Deyna, lo demandante que fue esta mañana cuando estuve en la cafetería y, también, como apareció sentada frente a mí en la misma mesa, mirándome con ojos expectantes, sus rizos que caían libremente sobre sus hombros, rostro y espalda. Se veía hermosa, ella es hermosa.
Pienso en todo esto y más, mientras observo las copas de los árboles y los techos de las pocas casas que se pueden visualizar desde el balcón de mi cuarto.
La habitación, el balcón y la casa en general tienen una gran historia, tanto para mis abuelos como para mi madre. Recuerdo que mi abuelo me contó que compartió los primeros momentos con mi abuela en esta misma habitación, y que mi madre jugaba cuando niña y adolescente en el balcón junto a mi padre.
Todos ellos se conocieron y pasaron gran parte de su tiempo en esta habitación.
Bonitas historias, ¿no?
Luego de unos minutos, mi estómago gruñe por comida y me dirijo a la cocina. Entrando a ésta, observo a mi madre sentada en la isla de la cocina. Se nota cansada y se ahoga en una taza de café, algo inusual en ella y que solo la he visto hacerlo pocas veces y más, cuando está estresada.
Tal vez no tenga la mejor de las relaciones con mi madre, pero no me gusta verla en mal estado.
—Saliste —susurra más para sí misma que para mí—. ¿Cómo te ha ido?
La débil sonrisa que me brinda es preocupante. Es como si estuviese agotada, cansada más de la cuenta. Pero ¿de qué?
—Bien, madre —tomo asiento delante de ella. Olvidando por completo la razón por la que he bajado de mi habitación—. ¿Qué te sucede?
Mi voz suena pequeña como un niño. Trayendo recuerdos de mi infancia, como cuando la vi algo parecida a ahora, pregunté qué le pasaba y me dio la noticia del fallecimiento de mi abuelo. Ese día mi mundo se hizo pedazos, fue cuando comencé a tener una vida sexualmente activa e iba como un don juan rompecorazones. Me rompió el corazón en aquellos momentos. Y por como la veo ahora, no quiero una noticia de esas en estos momentos.
—Solo estoy cansada. Tu padre no vendrá temprano hoy, tampoco tengo trabajo por hacer y quise aprovechar para despejar la mente con esta taza de café que no sirve para nada —mira la taza con repugnancia y la aleja de su lado, sin percatarse del borde de la isla, la taza cae al suelo, rompiéndose en incontables trozos.
El estruendo me hizo saltar en mi asiento, pero ella ni pestañó. Se ve perdida, sin ánimos de nada. Su estado es deplorable y mi preocupación aumenta a causa de eso.
—Muchas cosas llegan a la mente cuando le das rienda suelta a los pensamientos —toma un respiro y continua con la mirada perdida—. He ocultado tantas cosas que me torturan cada minuto de mi vida. ¿Cómo crees que reaccionaría aquella persona cuando se entere de mis mentiras? De nuestras mentiras...
No entiendo ninguna de las palabras que ha pronuncia. ¿A quién se refiere? ¿Cómo le puede afectar tanto a ella? ¿Sería algún episodio de depresión? ¿Cómo es que los pensamientos llegan a poner una persona así? Son tantas las preguntas y yo sin saber ni una respuesta.
El impulso de preguntar llega a mi mente, pero lo descarto al fijarme en su estado y que también, escucho la puerta principal abriéndose. La llave y los pasos de mi padre resuenan en la mansión entera por el profundo silencio que hay.
—¡Hola! —vocifera mi padre con espera de una respuesta—. Llegué por si a alguien le interesa.
Sus sonoros pasos se dirigen a la escalera. Observo a mi madre que está parada frente al lavavajillas, se humedece su rostro y lo seca con la manga de su vestido. Al voltearse, me brinda una sonrisa, me dice que tengo mi cena en el microondas y deseándome las buenas noches, desaparece por las escaleras. Dejándome pensativo y con más preguntas rondando en mi cabeza.
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Tus Rizos
Teen FictionEntre miradas y saludos casuales, dos jóvenes se entenderán más allá de lo que se podría explicar, y la música junto con el latir de sus corazones es algo que tampoco necesita explicación. Sin embargo, entre ellos se interpone una gran brecha creada...