Dylan.
Es ridículo, lo sé, en especial porque no le prestamos ni la mínima atención a la película y no porque estemos hablando, sino que mi padre desde que toma asiento en el sofá se duerme y empieza a roncar; mi madre se embelesa en la película olvidándose del mundo; y yo simplemente utilizo el celular.
Mientras la película se reproduce en la pantalla frente a nosotros, navego en redes sociales, en Instagram veo algunas publicaciones de Dania, al parecer son TBT de cuando tenía el pelo teñido de rosa, donde sus ojos azules resaltaban más de lo normal.
Mi madre sigue viendo la escena de la boda de los protagonistas con lágrimas acumuladas en sus ojos. Ella siempre ha sido algo delicada en cuanto a escenas emotivas se trata. Algo estúpido, pero ella es así.
Al terminar la película, se levanta del sofá para ir a la cocina. Mi padre extiende los brazos, bosteza y sigue durmiendo en una posición que no creí posible que se pudiese conciliar el sueño, sin embargo, él lo logra.
Cuando vuelvo mi vista al celular en mis manos, veo unas notificaciones de WhatsApp con unos mensajes de Alex:
"Hey, mañana nos reuniremos en el club para ensayar".
"Estarás, ¿verdad?".
Suspiro al recordar la propuesta de Dania y el ego de Alex por saber que nos necesitan para participar. Inconscientemente me llega la imagen de Rizos a la cabeza, y por primera vez considero dar una respuesta positiva, pero decido dejarlo en visto.
Necesito tener la mente relajada para tomar la mejor decisión en eso.
—Dylan —la voz mi madre llama mi atención, y me fijo que mi padre ha despertado-, tu padre y yo planeamos reunirnos para cenar con unos socios de tu padre mañana, podrías asistir para relacionarte con los negocios. Además, vendrán con sus hijos e hijas. Me alegraría verte haciendo amigos. Tal vez una de las chicas sea la madre de mis nietos.
Okey. Mi madre se hace mucha ilusión.
—Es raro decir eso en voz alta —comenta mi padre al ver mi rostro.
—No digas eso. Solo quiero a mi hijo lejos del chico maleducado de nombre que no recuerdo, porque no me interesa saberlo. Debieras de ver su forma de vestir, Daniel, y su vocabulario es desagradable... —sigue soltando comentarios que, si Alex los escucha, se sentiría ofendido.
—Mamá, basta.
—No lo digo por ofender, cariño, pero no quiero a ese chico cerca de ti —ella sigue parloteando al respecto—. No tiene talento para nada productivo. No me sorprendería enterarme de que ese negro es drogadicto, no quiero a mi hijo en vicios.
Esas simples palabras rebosaron el vaso y la poca paciencia que estaba teniendo se esfuma.
—¡Mamá que te calles! —grité con impaciencia—. Sabemos que Alex no te cae bien, pero eso no te da el derecho de insultarle. Siempre me pides que le tenga respeto a los que son diferentes a mí, ¿Por qué no haces lo mismo? Eres mi madre, mi ejemplo a seguir, pero hablas mal sobre mi mejor amigo.
Hecho furia, me levanto del sofá, rodeo la mesa donde ella ha puesto algunos aperitivos para nosotros. Pero ignoro eso y me dirijo a las escaleras.
—Y ten pendiente que no asistiré a la cena de mañana —y con eso desaparezco de su vista.
Me detengo cuando ya no me ven para soltar un suspiro, pero donde los puedo escuchar.
—Deja de insultar a su amigo. Él tiene todo el derecho de relacionarse con quien le parezca —escucho a mi padre decirle.
A pesar de que no tengo la mejor relación con mi padre como con mi madre, mayormente siempre me apoya en las decisiones que tomo.
—Tú cállate. Es mi hijo, no el... —desde que lo silencia decido dejar de ser un intruso.
Ya en mi habitación, no lo pienso dos veces y escribo de mi respuesta a Alex.
"¡Claro que estaré! No se librarán tan fácil de mí ;)".
***
Deyna
He estado en peligro desde la muerte de mi madre, pero al llegar aquí tuve la maravillosa suerte de conocer a mi angelito, todo es más llevadero.
Rebecca es mi angelito porque me dio techo cuando nadie lo hizo. Y lo curioso es que ella me encontró en un callejón detrás de un club donde ella había salido medio borracha con un vestido negro ajustado y su pelo negro en aquel momento, mientras que yo, toda desprolija, trataba de entrar en calor abrazando mis débiles piernas tarareando una canción que llevo en mi memoria, porque mi madre siempre la cantaba antes de yo irme a dormir.
Recordar todo lo que pasé, me causa un dolor terrible de cabeza, por lo que decido borrar esos pensamientos antes de que empiecen a torturarme como me pasó esta madrugada.
Cuando la campanilla de la puerta suena, lo veo entrar con su habitual postura al caminar, la mochila negra en su espalda, su pelo oscuro cayendo sobre su frente y con la mirada gacha porque teclea con habilidad sobre el dispositivo que trae entre sus manos.
Dylan levanta la mirada y observa todo el lugar, tomando asiento en la misma mesa de siempre. Como de costumbre, Cloe me mira con una ceja alzada.
—¿Irás tú o lo dejas para mí? —sonríe esperando mi respuesta y desvía su vista a donde está el chico—. Si voy yo, no me quejo.
Y de verdad que la pelirroja no se quejaría al respecto, la primera vez que lo atendió se pasó todo el día hablándome sobre él, sobre su sonrisa, su pelo y su forma muy cortés de dirigirse a ella. Con ese pensamiento, negué con la cabeza y me acerqué a donde Dylan se encuentra.
En el transcurso, recuerdo cuando me senté delante de él. De verdad que el estúpido estaba bien perdido en sus pensamientos, ni se percató de mi presencia.
Suspiré antes de preguntar.
—¿Qué se le antoja?
Sus ojos de un intenso color marrón inmediatamente cayeron sobre mí, poniéndome nerviosa al instante. Pidió lo mismo de siempre mientras me sonreía, al terminar de anotar lo que quería me devolví para traer su café.
—¡¿Qué pidió?! —chilla Cloe cuando vuelvo. Se ve muy interesada.
—Nada importante —le contesto con desinterés.
—¿De verdad atiendes con ese ánimo? —me interroga—. Es decepcionante para serte sincera.
Nadie te preguntó.
En silencio, sirvo el café en la misma taza y me dirijo a donde él. Al notar mi presencia, nuevamente me sonríe como siempre, coloco la taza enfrente de él sin que me quite la mirada de encima provocándome unos nervios a flor de piel. Sin embargo, logro susurrarle un: Buen provecho.
—Gracias. Te aseguro que lo tendré —él no deja de sonreír cada vez que estoy cerca e ignorando eso, lo miro con desinterés y me alejo hasta esperar que termine.
—Vi eso y te juro que le gustas. ¡Te felicito!
Cloe brinca a mi alrededor y me da un abrazo al finalizar.
Mientras tanto, me quedo viendo a Dylan pensando en lo que había dicho Cloe. Sin embargo, mi corazón se acelera al pensar en la posibilidad de que yo le guste.
¿De verdad yo le gustaría?
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Tus Rizos
Teen FictionEntre miradas y saludos casuales, dos jóvenes se entenderán más allá de lo que se podría explicar, y la música junto con el latir de sus corazones es algo que tampoco necesita explicación. Sin embargo, entre ellos se interpone una gran brecha creada...