Dylan
Cuando roza sus labios con los míos, su respiración comienza a agitarse, sus tiernas manos se sienten suaves con el contacto de mi rostro. Justamente cuando creo que por fin le daré el beso con el que me dejó la otra vez al salir de su departamento, escucho como Alex abre la puerta interrumpiendo el maravilloso momento que estaba pasando.
—Escuché mucho silencio y ¡No podía perderme esta escena! —vocifera el moreno apoyándose en el marco de aquella puerta, cruzando los brazos.
Deyna rápidamente gira la cabeza a su dirección y yo le doy una mirada asesina a mi querido amigo. Ella se aleja de mí, llevándose consigo el calor que su cuerpo emana y toma la caja más pesada para posteriormente estrellarla sobre el pecho de Alex con demasiada violencia.
—Tú eres el que los necesita, ¿no? Ahora llévalo —gruñe mientras sostiene una de mis manos, jalándome para salir de aquella empolvada habitación. Le cierra la puerta en la cara mientras escuchamos como grita suplicando que le ayudemos, aunque él puede abrirla desde adentro.
Unos pasos más adelante, ella libera mi mano y se adelanta a bajar primero, actuando como si nada hubiese pasado en aquella habitación, sin mencionar palabra alguna sobre el casi beso que estuvo por darme.
Desilusionado, espero a que Alex salga de la habitación con las cajas en brazos, mientras suelta carcajadas al ver como lo quiero matar. Al llegar a mi lado, caminamos sincronizados, pero antes de llegar a las escaleras él me hace uno de sus interrogatorios.
—Entonces ¿de verdad te gusta la morena? —pregunta expectante a mi respuesta.
Frunzo el ceño mientras comienzo a analizar los últimos sucesos de mi vida, fuera del hecho de que mi padre no es mi padre biológico. Solo me enfoco en que desde el primer momento que noté la dichosa existencia de Deyna se ha vuelto el motivo principal para arriesgarme a lo desconocido, arriesgarme a algo que en toda mi vida no había podido plantearme, pero que, sin duda alguna, valía la pena.
Ella vale la pena.
—Gustarme es poco —sonrío mientras seguimos avanzando a paso lento.
—¿Y por qué no te declaras? Sería muy cursi ver a mi amigo, quien es el más mujeriego de los dos, cayendo a los pies de una chica —finaliza con una risa entre dientes.
—Lo haré cuando hagas lo mismo con Rebecca. Ella te gusta desde hace muchísimo, así que ¿qué esperas? —le palmeo el hombro con una sonrisa ladina, observando su rostro casi rojo por mis palabras. Una risa sale de mi garganta y me adelanto para bajar las escaleras primero. Notando como las chicas matan el tiempo bailando mientras esperan que Alex llegue para armar la batería.
Después de unas horas donde Alex nos hizo una presentación increíble, Edirick nos muestra algunas canciones que son buenas candidatas para el concurso, y Connor nos enseña algunas coreografías que, si no las hacemos entre nosotros, podemos usarlas con el grupo de Liam, el novio de Dania.
Antes de ir a nuestros hogares, Edirick se ofrece a llevarnos en su auto, no era muy grande y yo no me dejaba de preguntar cómo es que pudimos entrar los siete, pero... Edirick conducía, Dania iba en el asiento del copiloto, Connor aplastado contra la puerta izquierda, Alex con Rebecca sobre él, y yo en la puerta derecha con Deyna sobre mí.
Sus rizos estrujándose en mi rostro, causaban que yo pasara todo el camino quejándome y quitando su cabello de mi cara. Cada vez que tocaba su cabello para quitarlo ella se remueve sobre mi regazo, causando que algo por ahí reaccionara a sus roces. Maldigo internamente, deseo que lleguemos lo antes posible, aunque quisiera que ella notara aquello, sería muy vergonzoso que pasara algo así con los demás presentes.
Luego de aproximadamente veinte minutos que me parecieron una eternidad, se detuvieron en la esquina antes de llegar a mi casa. Deyna abre la puerta mientras sale y me deja salir, despidiéndome de los chicos que quedaron en el interior del auto. Estando frente a ella veo como su rostro y sus rizos desordenados son iluminados por la escasa luz de las calles, percibí una sonrisita picara de su parte y sin previo aviso, me abraza.
El aroma a cítricos que desprende inunda mis fosas nasales durante el tiempo que dura nuestro abrazo. Antes de entrar al auto de nuevo, se acerca a mi oído, su respiración choca conmigo, provocándome extremos escalofríos que me hacen temblar.
—No diré nada sobre lo que sentí —susurra mientras una pequeña sonrisa inocente asoma sus labios.
Vuelve al vehículo y cuando arranca, veo las manos de mis amigos agitándose en mi dirección. Niego con la cabeza con una sonrisa en mis labios, termino de llegar a mi casa y entro por la puerta de la cocina.
Los recuerdos del secreto de mis padres me golpean abruptamente como cada vez que llego a casa. Mi madre no me ha vuelto a dirigir la palabra, porque cuando lo trata de hacer le contesto de manera brusca y cortante, aún no estoy seguro de querer entablar una conversación con ella.
Repaso la cocina hasta que mi vista cae en el rostro de aquella mujer que me ha traído al mundo. Su mirada me suplica en silencio que la escuche, pero no lo haré.
Ignorando su presencia, tomo algo de comer de la alacena y un envase con jugo de la nevera antes de ir a mi habitación. Pero antes de pasar por el umbral de la cocina, soy detenido por esa voz que he escuchado desde que tengo memoria.
—No puedes seguir así toda la vida, Dylan.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué siga mi vida como si nada? Mis padres no tuvieron la confianza suficiente para decirme la verdad, solo decidieron verme crecer en una mentira sin pensar en las consecuencias —la interrumpo cuando quiere endulzarme con sus palabras.
Tal vez soy muy duro con ella, pero no fui yo quien mintió por dieciocho años.
—No me hables así, cariño. Tus palabras me duelen —suplica.
—Lo siento, madre. No soy yo quien quiso vivir en una mentira.
La evado y comienzo a subir las escaleras, mis pasos resonantes ante el choque de mis zapatos contra las baldosas de cada escalón. Avanzo por uno de los pasillos que están en penumbras por la escasa luz de la noche, llego a habitación y cierro la puerta detrás de mí.
Decido poner música en modo aleatoria para poder despejar mi mente de todo lo que me atormente.
Odio discutir, eso me provoca insoportables dolores de cabeza, y hacerlo con mi madre no es lo mejor. Y, por otro lado, mi padre no se ha molestado en dirigirme la palabra y es mejor si sigue así.
Aún sumergido en mis pensamientos y en la música que retumba en mi habitación a oscuras, llego a percibir los golpes que provienen de mi puerta. Me inclino para confirmar que sea de verdad y no que estoy quedando loco, dando por hecho que sí, están tocando mi puerta.
¿Quién demonios será?
Nota de autora:
Buenas, mis lectores.
Espero que no me hayan extrañado mucho, pero de seguro a Dylan y Rizos sí.
Disculpen mi tardanza, no tenía ni idea de cómo seguir con la historia, tenía un bloqueo y no sabía que se sentía hasta ahora. Pero está todo bien, no se preocupen.
¿Qué les aparecido el capítulo?
¿Querían el beso o los he decepcionado?
¿Quién creen que sea la persona del otro lado de la puerta? Dejen sus teorías.
Hasta el próximo capítulo.
:)
ESTÁS LEYENDO
Tus Rizos
Teen FictionEntre miradas y saludos casuales, dos jóvenes se entenderán más allá de lo que se podría explicar, y la música junto con el latir de sus corazones es algo que tampoco necesita explicación. Sin embargo, entre ellos se interpone una gran brecha creada...