Dylan.
Antes de irme del apartamento, nos paramos en la puerta, admirando el manto oscuro que cubre la ciudad.
—En serio, creo que me debería de ir —digo mientras me rasco la nuca y sonrío apenado. Ella solo asiente brincando los rizos que están sobre su rostro—. Por cierto, ¿por qué me trajiste aquí? Podías haberme dejado seguir caminando.
Bajo los dos escalos de la entrada para estar a la misma altura de ella mientras la veo morderse el labio inferior, buscando alguna excusa o la razón verdadera.
—Supongo que necesitabas ayuda. Además, es como me dijiste, "nadie quiere estar solo cuando está herido" —se encoge de brazos como una niña pequeña.
—Si tan solidaria eres, ¿por qué siempre pides que me aleje?
—Porque no te quiero cerca. Es obvio, ¿no? —hace una mueca con su lindo rostro.
—Entonces, si no me quieres cerca. ¿Por qué me abrazas?
—Porque... las personas necesitamos de esos abrazos que te quitan los miedos y te reinician la vida, como los que me das tú —se empieza a poner un poco nerviosa—, pero no es que me gustes, ni nada de eso —musita y desvía la mirada.
—Si hay posibilidad de que te guste, no me quejaría.
Vuelve su mirada a mí con sus ojos saliéndose de sus cuencas.
—Dijiste que te vas, así que adiós, adiós. ¡Vete!
Baja los escalones que nos distancian y empieza a empujarme con demasiada fuerza para su cuerpo. Sus pequeñas manos me hacen cosquillas y río sin poder contenerme.
—¿Qué edad tienes? ¿Por qué tanta fuerza bruta?
—Puedo matarte si quiero ahora mismo, aunque solo tenga 17 años —dice apenada.
—Qué miedo, pero aun así me ayudaste.
Doy unos pasos haciendo que ella retroceda chocando con el primer escalón, pero antes de que caiga, envuelvo mi brazo en su cintura mientras ella se sujeta de mis brazos.
Por el electrizante tacto, rápidamente volvemos a nuestra posición anterior, pero ella decide llegar al marco de la puerta, relamiendo esos labios rosados. Tentado por ellos, vuelvo a acercarme con decisión, me inclino con claras intenciones de besarla, pero al cerrar los ojos, siento su mano en mi cara deteniéndome.
—No tan rápido, cariño —me sonríe.
Con eso, niego mientras una carcajada deja mi garganta y esta vez decido irme. Sin embargo, antes de cruzar la calle, miro atrás y ella sigue apoyada en el marco de la puerta mirándome, mordiendo su labio con una pequeña sonrisa traviesa.
Dejo salir un suspiro y llego a mi casa luchando conmigo mismo, pero con todo el coraje que tengo, entro por la puerta de la cocina.
Todo está sumido en un silencio que se torna tenebroso al recordar los hechos de hace unas horas. Entrando a mi habitación, rompo el silencio poniendo música, mientras hago las tareas pendientes en el balcón de la habitación. Y sí, prefiero el balcón en vez de la mesa y sentir el viento frío que viene del bosque, haciendo que me dé escalofríos.
Ya en mi cama, escucho una notificación desde mi celular y reviso.
"Supongo que no recordaste tu correo".
Sonrío inconsciente al darme cuenta de quien se trata e inmediatamente la agrego a mis contactos como "Rizos".
Normal, nada del otro mundo.
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Tus Rizos
Teen FictionEntre miradas y saludos casuales, dos jóvenes se entenderán más allá de lo que se podría explicar, y la música junto con el latir de sus corazones es algo que tampoco necesita explicación. Sin embargo, entre ellos se interpone una gran brecha creada...