Capítulo 4

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Dylan:


Alex me dijo que diera la excusa de que tenía diarrea y por eso no hay asistido hoy en la mañana, además de que era una excusa perfecta para no entregar la asignación que había dejado la "profesora sexy", como él dice.

Mientras apoyo mi frente en la mesa, como habitualmente hago, siento que alguien toma asiento delante de mí, pienso que es Alex y sigo con mi cabeza gacha. Cuando no escucho que la persona pronuncia alguna palabra, siento curiosidad, por lo que levanto la cabeza para confirmar quién es.

Una chica de pelo morado me observa expectante, oculto mi sorpresa bajo una sonrisa que le doy.

—¿Qué tal, chico? —me sonríe el amor platónico de mi amigo—. Espero no estar molestando.

No se me ocurre palabra alguna para decir porque, o sea, es sospecho que me esté hablando alguien como ella, llena de amigos con quien pasar el rato, según lo que me ha dicho Alex. ¿Qué será lo que quiere?

—Con que ahora eres mudo —continuo sin hablar porque temo que Alex aparezca en un momento inoportuno como este—. Es que te vi solito y quise hacerte compañía, y tú simplemente me dejas en visto, ¿eh? Eso es falta de educación, ¿sabías?

Ella sigue parloteando sobre educación y lo que le enseñaron cuando niña sobre eso, cuando ve que sigo sin soltar ni media palabra, se calla un segundo y luego, prosigue:

—¡Oh, Dios! De verdad que eres mudo —me mira horrorizada—. Creo que debieron de inscribirte en una escuela para personas especiales o discapacitadas —recupera su postura.

Suelto una carcajada por sus ocurrencias, pero no es una risa de burla, sino que lo hago porque me parece muy gracioso lo que acaba de decir. Ya veo porqué ella le encanta a mi amigo, son parecidos.

—Tranquila, la rata que merodea en mi cuarto aún no me ha comido la lengua —sigo riéndome y ella termina riéndose conmigo, negando con la cabeza.

—Eso es bueno supongo, y ya veo que duermes en compañía. Mi nombre es Rebecca Rivas ¿y el tuyo? —se presenta con una dulce sonrisa, sus ojos brillan con algunas lágrimas acumuladas por las risas.

—Dylan. Dylan Donovan —le devuelvo la sonrisa.

—Pues, es todo un placer. Espero que seamos buenos amigos —Apoya sus codos sobre la mesa y hace un puchero que me parece adorable.

—Sí. Pero me parecer sospechoso que quieras ser amiga mía, cuando tienes a muchos.

Su sonrisa se borra al instante, baja los brazos en un estruendo que me sorprende y me echo atrás. Su mirada color miel me mira adolorida, y justo en este momento me arrepiento de haberle dicho eso.

—Me ofendes, Dylan. No porque esté rodeada de gente significa que sean mis amigos, en este tiempo eso no existe, y yo juraba que no me criticarías tan rápido. Y tampoco te hablo porque sea un reto o algo parecido. ¿Cómo puedes creerlo?

Todo esto lo dice con un tono de voz que me hace sentir terrible. Cada palabra expresada por ella me hace sentir mal, terrible, pero sé que tiene razón. Yo metí la pata.

—Lo siento —es lo único que se me ocurre decir.

Ella suspira para respira profundo.

—Tranquilo, solo no quiero que juzgues tan rápido. Después de todo, no importa, solo te confundiste.

Me regala una sonrisa de boca cerrada y le da un mordisco a una torta que tiene en sus manos. ¿Cuándo llegó ahí?

Duramos unos segundos en silencio, y sigo torturándome con la estupidez que dije. Rebecca teclea en su celular a la velocidad de la luz, es sorprendente y cuando termina deja el celular sobre la mesa y me mira otra vez.

—Entonces, dime algo que te guste —me sonríe otra vez, poniendo toda su atención en mí.

—Eh, solía tocar guitarra y cantar, pero ya no lo hago y solo me gusta escuchar música. Supongo que con el tiempo las cosas cambian —le sonrío con tristeza y ella solo me sigue mirando —. ¿Y a ti, qué te gusta?

—Es lamentable que dejes de hacer algo que te guste. A mí, en cambio, me gusta bailar. Tengo algunos seguidores por eso, además de que hago las mejores coreografías con Dania y mi compañera de cuarto.

—Vaya, no sabía que Dania bailaba —No trato de ocultar mi sorpresa—. Te refieres a Dania Belova, ¿verdad?

Dania Belova es una de las chicas más lindas del instituto, es porrista y me sorprende que no sea la capitana de ésta. Sin embargo, no deja de ser muy atractiva, su pelo lacio por los hombros no es la gran cosa, pero usualmente se vive cambiando de color; sus ojos celestes son hermosos, su piel blanca y linda figura no se quedan atrás.

Es toda una belleza para los hombres.

—Exacto, ella misma. Siempre nos juntamos a bailar, cantar, lo que se nos ocurra con algunos amigos en el club, espero que te interese en algún momento.

—No creo, ya he dejado eso atrás y no lo pienso retomar —niego repetidamente. No seguiría con algo que mi madre no esté de acuerdo. Ella tiene todo lo que seré escrito en unos documentos.

Lo sé, eso asusta.

—Es una pena, pero te aseguro que bailaría con mucho gusto una canción cantada por ti —Sé que miente y solo lo hace para motivarme, sin embargo, no digo nada.

Seguimos hablando mientras comemos y reímos de cosas sin sentido. De repente, ella se para de su puesto.

—Te aseguro que pasé un excelente almuerzo contigo, señorito Dylan. Se repetirá más seguido, te lo aseguro —me guiña un ojo, pero con gracia.

—No me quejaría.

—Por cierto, dame tu número —me pasa su celular, dudo unos minutos y ella lo nota —. Dylan, dámelo, solo te lo pido porque te considero mi amigo.

Me sonríe orgullosa por eso al parecer, así que no dudo un segundo más y se lo doy, ya después se lo paso a Alex.

—¡Genial!

Después se retira.

Al salir del comedor, recorro con la mirada por todos los pasillos del lugar hasta que veo a Alex acercándose.

—Pensé que te habías atragantado con la comida.

—Supongo que sería un gusto para ti estar en mi funeral -comento sin más.

—La verdad, no me quejaría si fuese así.

Ambos nos dirigimos afuera, al parque que está a unas cuadras del instituto. Compramos algunas bebidas, pero menos alcohol, esa cosa es asquerosa. Después nos sentamos en un banco como si no tuviésemos nada por hacer, aunque en realidad, sí tenemos muchas tareas pendientes.

—Adivina de quién conseguí el número.

—Sabes que odio las adivinanzas —me dice con obviedad.

—Lo sé, pero haz un esfuerzo, quiero que lo intentes. Te encantará el resultado —lo animo con malicia.

—Al menos que sea el número de Rebecca, no creo que me llegue a encantar como tú dices.

Una sonora carcajada me sale del interior, porque en realidad es eso. Cuando me relajo, lo observo y me mira como si yo estuviera drogado, por lo que retomo mis sonoras carcajadas nuevamente.

—¿A caso has hablado con Kim Kardashian ahora?

—Tal vez...

Kim Kardashian fue mi amor platónico por un tiempo, pero ya no. Recupero el aliento, decidido a decirle

—He hablado con alguien mejor —le brindo una sonrisa macabra esperando que él se rompa la cabeza.

—¡Ah! —Grita exasperado por mi misterio—. Habla de una puta vez, Donovan.

—Eres pésimo para las adivinanzas.

Niego con la cabeza y prosigo.

—Rebecca me ha dirigido la palabra hoy, me considera su amigo y te la presentaré. Además de tener su número.

Sus ojos se amplían y creo que me romperá la cabeza.

Tus RizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora