Nunca olvides la felicidad de tu pasado ni lo que te impulso, no olvides tus raíces, las cicatrices, tus primeros pasos, los días felices ni los grises.
Quizás el pasado haya sido muy triste, que la felicidad jugó siempre al escondido o nunca la viste; que las caídas en la bici eran menos dolorosas que las ausencias de lo que quisiste; que hoy los sueños de niño no fueron cumplidos; tal vez no concluiste lo que algún día tuviste, te das cuenta que todo a lo que aspirabas no era lo que realmente necesitabas, aquella perdida de un ser querido que nos dejó en medio de una fría soledad y sin abrigo.
Siempre tener presente, lo que abrió nuestra mente, la enseñanza que nos dejó la gente, que unos actúan bien y otros mal, que cada quién piensa diferente, que debemos ser consciente y siempre decir la verdad, mientras otros mienten.
Cómo olvidar los amigos de la escuela, las tortillas de la abuela, la sonrisa de mis padres, su orgullo de verme emprender algún viaje y no necesariamente cargando un equipaje, sus consejos para que entendiera, que la vida es mi mejor regalo y que no debo compartirla con cualquiera, que la felicidad depende de mí y no de lo que espero de allá afuera, que a dónde quiera que fuera llevará mi bandera de amor y respeto, porque ese es el secreto para el éxito de cualquier relación en este mundo inconcreto, que la injusticia existe pero que entre perder y ganar, se trata de lo que aprendiste.
No puedo olvidar a mi gente, los que estuvieron presentes en los momentos nublados, también los que estuvieron ausentes y se tornaron indiferentes, los que me extendieron su mano sin haberlo esperado, también recuerdo a los que me echaron a un lado y dejaron mi brazo extendido, pero a raíz de eso he entendido, que no se trata sólo de dar una mano, se trata de siempre dar lo mejor de ti y que te recuerden por lo que has entregado, se trata de lo que hayas depositado, nunca he visto un agricultor cosechando lo que nunca ha sembrado.
También conmemoro los días en los que triunfé, las noches en las que reflexioné, esos sueños que alcancé, por cada nuevo día en que me levanté y pude ver un nuevo amanecer, por cada prueba que pasé y superé, cada peldaño que subí y me llevó a otro nivel, por esos momentos que disfruté en compañía de un buen café, hoy más que recordar todo, sólo me queda agradecerle a Dios lo que me ha entregado, a dónde me ha trasladado y lo mucho que me ha enseñado.
Hoy me quedo con lo que viví y aprendí del pasado, me arrepentí que lo había olvidado, porque muchos creen que revivirlo está mal, sin darse que no se puede borrar, cómo si no fuese a importar lo que fuimos, lo que dimos y sentimos. El pasado siempre nos recordará lo más relevante de nuestro ayer, de dónde venimos para así saber a dónde llegar, nuestro punto de partida y saber cuál es nuestro objetivo, la inexperiencia que nos hizo experto, el dolor que sanó y que nos enseñó, el error que terminó en un aprendizaje, nuestras raíces que hoy las vemos desde lo alto, el propósito de querer superarnos y ser la mejor versión de nosotros mismos, la pérdida que trajo algo mejor y nos enseñó a valorar, cada momento que quedó tatuado en nuestra memoria, para recordar lo que debemos detener, lo que debemos perfeccionar y lo que tenemos por alcanzar.
No se trata de enterrar tu pasado, se trata de dejar atrás lo que hoy no te corresponde ni te sirve para construir tu presente, sólo guarda en tu corazón los tesoros del pasado, utiliza cada experiencia como tu gran motivación y será una herramienta muy útil para las futuras situaciones.
“No olvido mi pasado, porque olvido lo que fuí, sólo dejo atrás lo que no me correspondió pero que cumplió su función y agradezco mucho todo lo que me trajo hasta dónde me encuentro ahora”.
Atte. José Baute
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Miles de palabras, una sola vida.
PoetryEs muy complicado, lo sé. Cuando el mundo se te viene encima, por causas de las consecuentes circunstancias y por decisiones muy ajenas, que de igual terminan afectándote. Pero también sé, que así como solemos estar hundidos allí, hemos podido salir...