2. La tribu

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Somos un grupo bien avenido. Para ser los más cercano al Apocalipsis humano que podamos conocer, nos llevamos todos bastante bien. Digo que esta situación que vivimos está cercana al Apocalipsis final y no es el Apocalipsis propiamente dicho porque seguimos vivos, recolectamos y resistimos y, a priori, no creemos que ningún Hunter se vaya a acercar a este lugar perdido del mundo. Ya estábamos alejados de lo que antes era la civilización. Siempre heos vivido lejos de las ciudades y los grandes centros urbanos. Vaya, quién nos iba a decir que vivir lejos de la ciudad y haber ayudado desde niños a nuestros padres y madres a cuidar el ganado y la huerta nos daría esta capacidad de subsistencia que tenemos. De hecho, cuanto todo empezó, algunos de la tribu ya sabían cazar con escopeta, algo que nos ha venido muy bien. Por el momento, para cazar, pero quizás más adelante las necesitemos para defendernos.

 Por el momento, para cazar, pero quizás más adelante las necesitemos para defendernos

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Nuestro día a día es de lo más tranquilo del mundo. Aunque trabajamos mucho durante todo el día. Por la noche, nos contaos historias alrededor del fuego.

¡Quién lo iba a decir! Era inimaginable que viviríamos un Apocalipsis de forma cotidiana. Jamás lo hubiera pensado antes, cuando me levantaba por la mañana con sueño y mis padres me obligaban a ir al cole y al instituto. Cuando desayunaba rápido. Cuando bostezaba día tras día por culpa de los profesores aburridos, hora tras hora. Esas asignaturas pesadas y esos días que no acababan nunca. Primero mates, luego lengua, luego geografía... En cierto modo lo echo de menos. Daría lo que fuera por volver a ese pasado del que nos quejábamos tanto. Todos echamos de menos a nuestros padres a nuestras madres, a nuestros primos mayores y a nuestros abuelos. Los hemos llorado todos durante mucho tiempo. Yo lloré durante meses. Pero, supe y supimos que teníamos que salir adelante y sobrevivir, por ellos y por nosotros. Después de meses de inmensa tristeza, empezamos a salir a la calle y hacer este grupo, la tribu. Pusimos nuestras mejores habilidades encima de la mesa. Yo algunas tenía, pocas porque mis padres apenas tenían animales y su huerta era pequeña, pero mis compañeros de tribu tenían unas destrezas de la hostia; muchos sabían montar a caballo y todos sabían los ritmos de la naturaleza.

Por la mañana solemos dormir cada uno en su casa de origen. La mía está a la entrada del pueblo, casa solitaria de doble planta. No he tocado ni una sola cosa. Recuerdo así a mis padres y a mi hermano mayor. Es mi pequeño homenaje. En la planta baja está la habitación con un sofá que apenas uso y un televisor que ya no tiene corriente eléctrica (mejor), y, a la derecha de la que entras por el pasillo está la cocina, que apenas utilizo. De hecho, para cocinar no la uso nada de nada; está para almacén. Es un almacén comunitario; todos guardamos para todos y comemos en común. Somos una tribu en común. Sé de otras Tribus recolectoras  de montañas cercanas que se organizan de otra manera, pero nosotros lo hacemos así, ni siquiera lo votamos, nos ha parecido la forma más natural del mundo.

Eso es de las primeras cosas que aprendí, el  mundo acaba encontrando la forma más natural de organizarse, y eso, evidentemente, nunca, absolutamente nunca y en nada depende de nosotros. Porque, si no, sería algo contradictorio. ¿Verdad? Supongo que será así. Aunque ahora las opiniones importan más bien poco.

Retomo lo que estaba diciendo. En la segunda planta de mi casa están las habitaciones. Hay cuatro, una era el estudio que utilizaban mis padres para sus trabajos. Otra es la de mi hermano mayor, en la que no me he atrevido a entrar, la otra es la de mis padres, que tampoco he tocado y la otra, la mía. Por muy extraño que parezca, también la he dejado como estaba. Quizás porque me da mucha tristeza alejarme definitivamente de todo el pasado. Sigo teniendo los libros y las libretas del instituto, sigue el armario con libros, aún tengo el escritorio con apuntes. También tengo un póster en la pared de un grupo de música surcoreano al que nunca más escucharé (supongo que estarán muertos porque tenían más de 20 años). No quiere tocas nada de la habitación, porque muchas de las cosas que me gustaban ya no se harán nunca más. No solo la música, sino todo lo demás; las figuras manga, los cómics, las películas de Disney. Ya nunca podré viajar por el mundo. Al menos sin arriesgarme a que me maten otras tribus o los propios Hunters.

Casi todo en mi habitación me produce tristeza porque me recuerda al pasado, pero no puedo dejarlo atrás, el pasado es una realidad que recuerdo y que solo existe ya en las cosas que puedo contar.

Me levanto por las mañanas. Lo hacemos todos, más o menos, a la misma hora, con los primeros rayos de sol. Increíble. Es posible que muchos días me levante antes incluso que cuando iba al instituto. Pero no me cuesta. Ahora lo que me cuesta es dormir. Sé que levantare es una nueva oportunidad de aprovechar un día, de vivir un día como nunca y mejor que nunca, de traer comida a la tribu, de cuidar el ganado y de cultivar la huerta. De cuidar de lo otros. Y de defendernos de lo salvaje. 

Lo salvaje es todo lo que no somos nosotros. Con esta nueva idea de la vida, sobreviviremos mejor y seremos mas fuertes. Es el primer punto de nuestra lista de supervivencia, lo salvaje es todo lo demás que está fuera del perímetro de nuestro pueblo; lo hemos vallado con piedras, rejas y lo que hemos encontrado. La levantamos, sobre todo, para que no lleguen animales salvajes.



Solos en la eternidad: el mundo tras la pandemia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora